ESTRICTAMENTE PERSONAL
Nada las frenó. Ni la intensa campaña en redes sociales para amenazar con ataques de ácido, ni las redes pro Andrés Manuel López Obrador para neutralizar su impacto, ni intentonas como interrumpir el servicio público a media mañana del domingo en el centro de la Ciudad de México, ni las miserables plumas del régimen que quisieron acallar a todas y a quienes decidieron junto con ellas, que las cosas llegaron a la frontera de lo inaceptable. La concientización que hizo combustión acelerada en miles por la ola de feminicidios, galvanizó las demandas largamente desoídas por la igualdad de género. “Digna rabia en las calles”, escribió Moony Moon en Twitter. Las mujeres, la insurgencia civil en las calles del país.
La gran marcha de las mujeres mexicanas, la que más presencia ha tenido en la historia nacional del Día Internacional que conmemora su lucha y detonada por el feminicidio, fue horizontal y transitará al paro de mujeres este lunes, que marcarán las 48 horas que culminan la primera fase de esa larga batalla que ahora es completamente visible. Refrendaron de esa manera lo que ya habían conquistado, cambiar el metabolismo social y político de una nación pasiva y sin compromisos con lo fundamental. No los recordaron los llamados a acción este domingo.
Tu indiferencia también mata.
Vivas nos queremos.
Tu me dejaste caer, pero ellas me levantaron.
La revolución es feminista o no lo es.
Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio.
Presidente, disculpe si desviamos la atención de la rifa.
No pedimos, exigimos.
Marcho hoy para no morir asesinada mañana.
La marcha fue contra la violencia de género, y ese fue el grito central. Pero no dejó de tener una arista, la crítica al presidente López Obrador, que al minimizar un fenómeno de violencia que no era de él y empaparlo de ideología, lo convirtió en su problema. Las mantas y las consignas le respondieron.
¿A cómo el cachito de empatía?
267 feminicidios en lo que va de 2020 ¿y te espanta el coronavirus?
No es el neoliberalismo, es el sistema patriarcal.
El presidente no entendió, ni ha entendido la esencia del reclamo. Le inyectó más coraje a las mujeres cuando valoró la farsa de la no rifa del avión presidencial por encima de los asesinatos contra mujeres por razones de género, y cuando llamó “groseras” a quienes le reclamaron la afrenta, y cuando obligó a su esposa a apoyarlo en lugar de apoyar la marcha y el paro como en un principio hizo, y cuando forzó a las mujeres de su gabinete a salir en su defensa de manera colectiva aunque carecen de peso absoluto dentro de su gobierno, donde mandan los subsecretarios –hombres todos-, y el triunvirato alrededor de él –también todos hombres-. López Obrador es indolente con las mujeres, y también indiferente: la disminución presupuestal para programas de apoyo a las mujeres es la prueba de que la retórica dura hasta que la realidad la ataja.
Por eso gritaron en las calles del país.
Destruye lo que está destruyendo.
Quiero tener certeza de que mis hijas regresarán.
Yo quiero vivir, no sobrevivir.
El machismo mató a la justicia.
No nací mujer para no serlo.
Tu indiferencia también mata.
Vivas nos queremos.
Debajo de la piel presidencial, su equipo buscó neutralizar la marcha en las redes sociales el sábado, y fracasó. Intentó hacerlo el domingo, y también fracasó. Envió a sus plumas a sueldo a buscar minimizarla con comparativos con marchas en el mundo y con comentarios clasistas, pero no lo lograron. La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, detectó el costo que le iba a causar cerrar el transporte público, y revirtió la instrucción. Las mujeres en el gabinete, que son en su mayoría un cero a la izquierda en incidencia dentro del gobierno, fueron enviadas a dar recuentos de lo que ha hecho este gobierno por las mujeres. Y el presidente afirmó: la violencia contra mujeres y niñas no es compatible con la 4T. Hasta ahora, lo que ha mostrado es que es incompatible. Sigue sin entender la esencia del movimiento masivo de las mujeres.
La consigna fue muy clara.
Si creen que somos malas, podemos ser peores.
Si creen que exigimos, protestamos, reclamamos, criticamos, quemamos.
¡Podemos ser peores!
Si no hay justicia, no daremos tregua.
No nos van a callar.
La marcha y el paro no corre sólo por líneas ideológicas o partidistas. No es por demografía ni clase social. No nos equivoquemos los hombres. Una de las muchas colegas que se sumaron a la marcha y hoy al paro, Jannet López, sintetizó en Twitter por lo que muchas que nunca habían marchado, lo hicieron ayer: “Marcho por mis sobrinas, por mi mamá, hermanas, tías, primas, amigas. Por mi abuela. Marcho por aquellas de quienes he tenido que contar una historia desgarradora. Y marcho por mí. Por todo lo que he tenido que afrontar por ser mujer y seguro no habría padecido si fuera hombre”.
La marcha y el paro es el principio de la segunda fase de este movimiento que se desató. Falta ahora la acción política y la ruta de navegación para que lo logrado no sea neutralizado.
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