AYUDA DE MEMORIA
El cardenal oportunista
1er. TIEMPO: El cardenal acomodaticio. En su homilía dominical, el arzobispo primado de México, el cardenal Carlos Aguiar Retes, dijo que la descomposición social era producto de la soberbia. Acto seguido, añadió que quienes tienen una autoridad, sea cual sea, un oficio o una profesión, deben realizarla con plena justicia, conforme a la responsabilidad que reciben, y no aprovecharse para su propio beneficio. El cardenal tiene una corta memoria. Aunque su diagnóstico es correcto, la descomposición social como consecuencia de la soberbia, se puede argumentar que él fue corresponsable de lo que se está viviendo en México, porque cuando debió haber hablado, calló, y cuando debió haberse deslindado, se fusionó más con el gobierno más soberbio que se recuerda, el del presidente Enrique Peña Nieto. Aguiar Retes nunca lo iba a hacer en ese momento, por su estrecha amistad con el expresidente desde que era obispo en Tlalnepantla. Peña Nieto siempre tuvo consideraciones con él, y cuando encabezó la Conferencia del Episcopado Mexicano encargó a dos allegados a él, siendo gobernador del estado de México, que siempre atendieran sus necesidades. El entonces número dos en Toluca, Luis Enrique Miranda, se encargó de proveer a la jerarquía eclesiástica todo lo que necesitaran, como camionetas blindadas y boletos de avión para sus viajes. Roberto Herrera, a quien Peña Nieto durante su Presidencia convirtió en director general adjunto de Asuntos Religiosos en Los Pinos —cargo que no existía antes—, fue el enlace. Aguiar Retes fue el hombre de Peña Nieto en la Iglesia católica, y contrapeso del cardenal Norberto Rivera, su antecesor en el Arzobispado Primado de la Ciudad de México, quien había sido un consistente crítico de las políticas del expresidente. Su acceso a la casa presidencial era casi irrestricto, salvo en el arranque del gobierno peñista donde hasta él se quejaba de la soberbia predominante en Los Pinos. Eso se fue corrigiendo con el paso del tiempo y el cardenal recuperó su posición dentro de la casa presidencial como un contrapeso a la beligerancia de Rivera, cuyo poder amasado durante el papado de Juan Pablo II le permitió tener fuerte influencia en el Vaticano, que tardó tiempo en perder, ya con Francisco como papa. Peña Nieto no quería al cardenal Rivera, pero tampoco Francisco, que lo veía como parte de la extrema derecha vaticana, con quien se había enfrentado, en el Consejo Episcopal Latinoamericano, cuando en ese entonces el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio hizo alianza con Aguiar Retes para confrontarlo.
2º TIEMPO: Los favores a Peña Nieto se pagaron. La relación del obispo de Tlalnepantla,Carlos Aguiar Retes, con el entonces gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, se fortaleció rápidamente por un favor especial que le hizo el religioso, que le serviría en la construcción de la búsqueda de la Presidencia: abrirle la puerta al Vaticano. Primero fue en 2009, cuando Aguiar Retes le arregló una audiencia privada con el papa Benedicto XVI para que lo conociera y le presentara a su novia, Angélica Rivera. Una vez pasada esa frontera, preparó con Roma la anulación del matrimonio religioso de la actriz con el productor de televisión José Alberto Castro, con quien se casó en 2004 en la Ciudad de México. Los buenos oficios de Aguiar Retes concluyeron en la anulación de esa boda que fue altamente criticada por irregular, aunque a nadie le importó en México. Peña Nieto necesitaba de esa boda y Aguiar Retes se la facilitó. No fue sólo en un solo sentido. Al llegar a la Presidencia, Peña Nieto le pagó con la reforma al artículo 24 de la Constitución, donde se abrió la puerta para que la religión saliera de los templos y se insertara en la vida cotidiana, lo que significa una amenaza al Estado laico. Aguiar Retes se consolidaba como el hombre del poder que se codeaba con presidentes. Antes de Peña Nieto se acercó a los panistasVicente Fox y Felipe Calderón, e incluso asistió a la apertura de la oficina en México de la Organización Demócrata Cristiana, en ese entonces dirigida por el exdirigente del PAN,Manuel Espino, reconvertido hoy al lopezobradorismo. El poder, sin embargo, lo empapó con la llegada de Francisco al papado, y comenzar el trabajo para ir relegando y quitándole poder al cardenal Norberto Rivera, que había sido el hombre de El Vaticano en México por casi 30 años, quien recibió descolones severos en varias ocasiones. El peor fue durante la organización del viaje del papa Francisco a México en febrero de 2016, donde Rivera quedó excluido de la organización y trató inútilmente de sabotear la etapa de la visita a la Ciudad de México. Para entonces, la jubilación de Rivera era cuestión de tiempo, así como el ascenso de Aguiar Retes con la Presidencia de Peña Nieto detrás, sin saber que un año y medio, la situación del cardenal del PRI se volvería vulnerable con la victoria de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de julio.
3er. TIEMPO: El oportunismo del cardenal. La jubilación de Norberto Rivera como cardenal y arzobispo primado de la Ciudad de México, fue un remanso para el presidente Enrique Peña Nieto, quien había tenido que soportar los embates editoriales del órgano del Arzobispado, Desde la Fe, que cada semana fustigaba y criticaba sus políticas. A la salida de Rivera, el semanario tomó otra línea editorial, consecuente con el gobierno. Rivera había sido una figura de mucha influencia en Roma y en la Ciudad de México, donde logró que durante el gobierno capitalino de Andrés Manuel López Obrador, la iniciativa para los matrimonios del mismo sexo, una propuesta del PRD, entonces su partido, la congelara. Rivera se lo pidió a López Obrador durante un desayuno en el Palacio del Ayuntamiento, y el entonces jefe de Gobierno le encargó a su secretario particular, René Bejarano, que obligara a la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, a congelarla. Así pasó, y no fue sino hasta el gobierno de Marcelo Ebrard que aquella ley se aprobó. La relación de López Obrador y Rivera nunca se interrumpió, lo que al ganar la Presidencia se volvió un poco incómodo al haber sido Carlos Aguiar Retes, quien lo intrigó en El Vaticano y logró junto con su viejo amigo Jorge Mario Bergoglio, convertido en jefe de la Iglesia católica, que le fueran quitando poder hasta que se jubiló. El cardenal Aguiar Retes ha estado tratando de congraciarse con el hoy presidente López Obrador. El domingo fue la homilía contra los soberbios, y en las vísperas fue un llamado al Poder Judicial para que se redujeran los salarios. “Lo que está buscando el presidente es disminuir la desigualdad tan grande en los salarios y entonces acortar la brecha”, señaló. “Las formas de hacerlo es lo más complicado, pero sí es factible y por eso aparece la discusión. Es una cuestión de sensibilidad social, de moral, pero no todos la tenemos”. Es cierto. No todos tienen esa sensibilidad. Él es un ejemplo de insensibilidad. Pero también, en esta ocasión, de oportunismo político.