ESTRICTAMENTE PERSONAL
Trump, el palo y la zanahoria
Las palabras optimistas del canciller Luis Videgaray, como colofón del encuentro bilateral con los secretarios de Estado y Seguridad Territorial de Estados Unidos, son engañosas. Quizás no en forma deliberada por su parte, sino ingenuas, quizá, para quien no debería serlo. En el resumen de las primeras conversaciones bilaterales de alto nivel, Videgaray fue altamente positivo, donde dijo que habían confirmado una relación de confianza y “entrañable amistad”. Videgaray debió haber recordado la frase del presidente francés, Charles de Gaulle, atribuida a John Foster Dulles, el secretario de Estado del presidente Dwight D. Eisenhower, quien afirmó que “Estados Unidos no tiene amigos; tiene intereses”. Se equivocó el canciller y engañó a los mexicanos, ansiosos de un bálsamo que llegue de Washington.
Las primeras conversaciones formales desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca el 20 de enero, fueron cordiales, donde dos profesionales, el secretario de Estado, Rex Tillerson, y el de Seguridad Territorial, John Kelly, evitaron más confrontaciones. En México, la forma como se fraseó el resultado de la visita y el tono –salvo una declaración del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien admitió que hubo discrepancias en algunos temas-, generó altas expectativas, pero en Estados Unidos, donde la prensa se enfocó al momento de crisis en que se daba este encuentro, la visión fue diferente. Ese entorno afloró en el briefing que dieron en la víspera dos funcionarios de los departamentos de Estado y Seguridad Territorial a la prensa en Washington, sobre lo que sucedería en México.
Tracy Wilkinson, corresponsal de Los Angeles Times, y que lo fue en México hace unos años, preguntó: “No se trata de ser aguafiestas, pero hablan de reconstruir una relación constructiva cuando, de hecho, México y Estados Unidos tuvieron una relación muy constructiva hasta Trump. Por eso, pregunto si Tillerson o Kelly van a asegurar a los mexicanos que en realidad tienen un socio con el cual pueden seguir trabajando. ¿Qué tipo de garantías pueden darles que signifiquen realmente algo?”. Nicole Gaouette, de CNN, añadió: “La retórica del presidente ha introducido un increíble grado de incertidumbre y hostilidad a un diálogo que solía ser bastante civilizado. Así que dada la propensión del presidente a tuitear sin pensar, ¿porqué los mexicanos deberían creer en la palabra de Kelly y Tillerson y pensar que realmente representan la posición del gobierno de Estados Unidos, cuando la relación ha sido tan trastocada y no hay claridad de a dónde va Trump?”.
Los funcionarios respondieron con evasivas y subrayaron los contactos iniciales que tuvieron los dos secretarios con sus contrapartes, así como la conversación telefónica entre Trump y el presidente Enrique Peña Nieto el 27 de enero, donde “establecieron un tono positivo, constructivo con el propósito de ir hacia delante en la relación”. No quisieron contextualizar recordando el desastre que siguió con las filtraciones en la Casa Blanca sobre sus contenidos explosivos, y los amagos y bravuconadas contra Peña Nieto. Pero aun así, fue imposible esconder que pese al buen tono de los secretarios, tenían que obedecer las instrucciones de Trump. La principal, como precisaron los funcionarios en el briefing, explicar las órdenes ejecutivas sobre migración y seguridad fronteriza. Ahí está el fondo de lo que quiere la Casa Blanca, por encima de lo que digan los secretarios: va a construir el muro, lo va a pagar a México, y van a deportar a todos aquellos que hayan violado la ley—como cruzar sin documentos a Estados Unidos. Trump y Peña Nieto, además, sí hablaron de encontrar la forma que el muro lo pague México, y buscarán la manera de hacerlo, dijeron.
Eso no lo dirán jamás los mexicanos, que públicamente afirman lo contrario. Tampoco mencionó Videgaray qué sucedió con el encargo de Trump a Tillerson, y si dentro de las conversaciones surgió –por la parte mexicana, cuando menos para tener una idea de lo que vendrá-, una explicación del secretario de Estado sobre la instrucción que le dio Trump en la orden ejecutiva firmada el 25 de enero, cuando Videgaray fue maltratado en la Casa Blanca, cuya Sección 9 establece:
“Requerimientos de información sobre Asistencia Extranjera. El jefe de cada departamento ejecutivo y agencia deberá identificar y cuantificar todas las fuentes de ayuda o asistencia federal directa e indirecta al gobierno de México sobre bases anuales durante los últimos cinco años, incluida la ayuda para el desarrollo bilateral y multilateral, la asistencia económica, la ayuda humanitaria y la ayuda militar. Dentro de 30 días a partir de la fecha de esta orden, la cabeza de cada departamento ejecutivo y agencia deberá entregar esta información al secretario de Estado. Dentro de 60 días a partir de la fecha de esta orden, el secretario deberá entregar al presidente un reporte consolidado reflejando los niveles de esa ayuda y asistencia que se ha entregado anualmente durante los últimos cinco años”.
Es decir, Tillerson debe informar este sábado a Trump que en ese periodo se han presupuestado para México dos mil 800 millones de dólares, de los cuales ya se entregaron mil 600. Por ahí quiere apretar Trump a Peña Nieto, que no será algo significativo –si lo usara para pagar el muro le faltarían todavía unos 18 mil millones-, pero sería enormemente simbólico. Ese es el fondo. No importa lo que digan y quieran Tillerson y Kelly; lo que cuenta es lo que quiera Trump. Y a quien no quiere es a México. Lo saben en Estados Unidos, aunque en el gobierno de Peña Nieto quieran engañarse pensando lo contrario.
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