ESTRICTAMENTE PERSONAL
POSTALES: Bangkok (I)
BANGKOK.—Los Angeles puede ser la ciudad con los mayores estrangulamientos de tráfico en horas pico en el mundo, con sus ríos automóviles sin fin que se arrastran por los 10 carriles de la lnterestatal 5. La Ciudad de México tiene un tráfico desesperante, mientras las motocicletas en Ho Chi Min son como una plaga de mangosta, y en Nueva Delhi, el sonar de los cláxones puede alterar los nervios del más templado. Pero en Bangkok, que es la síntesis de todo, el tráfico es de locos, literal. Las horas pico aquí ponen a prueba a quien sea. Uno puede tardar ocho minutos en un semáforo, o demorar 45 minutos para recorrer 200 metros. Los semáforos están computarizados, pero los policías de tránsito, celosos de perder su control ante la automatización, los apagan y convierten el concierto vial en un desastre. Se puede quedar atrapado entre las pulmonías, como se llaman las mototaxis, o bloqueado por los innumerables y populares restaurantes en las calles.
Para vivir o visitar Bangkok casi son indispensables los sedantes. Sin importar si son horas pico o no, esta capital vuela para arrebatarle a la Ciudad de México el primer lugar como la ciudad más congestionada del mundo, con 66% de estrangulamiento vial, de acuerdo con el índice mundial que elabora anualmente la empresa holandesa fabricante de GPS TomTom. Aquí, aunque el porcentaje de congestionamiento es de 61, en el promedio de congestionamientos matutinos y nocturnos, supera a la capital mexicana. Por las noches, cuando todos salen de sus trabajos y las escuelas, los congestionamientos en la Ciudad de México llegan a ser hasta de 101%; pero en Bangkok, a esa misma hora, toca el 118%. ¿Cómo es esto posible?
La explicación radica en la falta de políticas públicas o de acciones fallidas, como el haber creado en 2011 un impuesto de estímulos para la compra de un auto nuevo –obsesionado Tailandia en convertirse, como aspiraban hace una década, en “la Detroit de Asia”-, que elevó significativamente el uso del automóvil en Bangkok, donde hay alrededor de siete millones de vehículos registrados. Esto significa, en términos per cápita, dos veces más vehículos por persona que en Tokio y siete veces más que en Shanghái, las grandes ciudades asiáticas. Comparado con el resto del mundo, tiene dos veces más vehículos por persona que París y Berlín, y tres veces más que Londres.
Si tan sólo eso hubiera sido acompañado de un plan urbano en la capital, otra cosa sería. Pero fue todo lo contrario. Esta capital tiene cupo para no más de dos millones de vehículos, porque el incremento en el parque vehicular no fue acompañado por la construcción de rutas y caminos que pudieran desahogarlo. Dentro de la ciudad es fácil ver callejones sin salida que conectan con las avenidas principales, anchas alamedas que sirven como majestuosos estacionamientos. Otros son calles tan estrechas que no caben dos vehículos, por lo que tampoco sirven para desahogar el tráfico o tener rutas alternas. La especulación en bienes raíces, por otra parte, desarrolló centros comerciales sobre las grandes avenidas, sin que invirtieran en formas alternativas de transporte; sólo el 14% de las calles están conectadas en Bangkok.
El caos urbano se potencia por la falta de un sistema masivo de tránsito. Desde 2004 comenzó a construir el metro y, a la fecha, sólo hay dos líneas y 34 estaciones funcionando. Sólo hay una línea suburbana y una de lo que sería el equivalente al Metrobus de la Ciudad de México. Los autobuses locales son pocos y están saturados. Tampoco están interconectadas sus líneas. Una persona que viva en los suburbios y trabaje en la ciudad puede perder cinco horas diarias sólo en traslados. La movilidad es algo que no existe como política pública, a la que empíricamente se han acercado 150 mil personas que han optado por la bicicleta para reducir alrededor de 70% el tiempo promedio que desperdiciaban en sus autos. Pero no hay rutas realmente para las bicicletas, cuyos conductores se juegan la vida entre los laberintos por donde se mueven los motorizados en busca de espacios para ir avanzando.
El tráfico aquí es agotador. No hay viajes cortos aunque se recorran pocos kilómetros. Son tensos y de constantes forcejeos. Consumen energía y tiempo. En la Ciudad de México, de acuerdo con el último estudio de la empresa TomTom, el tráfico provoca que los automovilistas pierdan 59 minutos cada día en los congestionamientos, o 227 horas por año. Pero en Bangkok, se pierden 64 minutos al día y 244 horas al año. Esos números subieron en septiembre y octubre, según un estudio que realizó Uber en este país, que encontró que el automovilista promedio pasa 72 minutos en el tráfico y 24 buscando estacionamiento. Anualmente pierden 24 días de su vida en nada productivo.
A estos tiempos se le añade que los conductores no son diestros para manejar, por lo que aquí se tiene una de las tasas de mortalidad vial más altas del mundo. Poco les importa. Son tan salvajes como en El Cairo, tan temerarios como en Calcuta o Roma, aunque se diferencian de los automovilistas en la Ciudad de México, por cuanto al respeto de las leyes de tránsito. Aquí sí respetan las normas viales, como también, a diferencia de los indios, campeones en tocar el claxon, todas sus ansiedades y frustraciones por la inmovilidad, las procesan en silencio. Algo positivo, después de todo, debían tener.