DEL ZÓCALO A LOS PINOS
Gonzalo Martínez Corbalá: Cruzó las grandes avenidas
Ayer al enterarme de la muerte de Gonzalo Martínez Corbalá llamé a Patricio Sepúlveda, académico del ITAM, mentor, guía, entrañable y admirado amigo de dos de mis “conciencias críticas”. Él fue, en compañía de su esposa, uno de los muchos ciudadanos chilenos a quienes el Embajador Martínez Corbalá brindó asilo y la posibilidad de salvar la vida –era un destacado militante de la Unidad Popular- y encontrar una nueva patria. Le pedí me regalará unas palabras; guardó silencio y me dijo “Cuando alguien cumple con su deber es lo correcto, pero él cumplió más allá del deber. México debería considerarlo como un héroe, porque él representaba a México y a los mexicanos, allá, arriesgando su vida durante el golpe de Estado”.
En la vida hay momentos definitorios en los que las decisiones que se asuman determinaran el tránsito frente a la historia. Gonzalo Martínez Corbalá nació en San Luis Potosí en 1928. Ingeniero civil por la UNAM, inició su carrera política en el gobierno del General Lázaro Cárdenas; la vida y las circunstancias lo llevaron al ámbito diplomático, fue Embajador en Cuba, donde no le costó trabajo consolidar una fraternal relación con Fidel Castro; luego el destino lo llevó a Chile ya siendo presidente Salvador Allende; a partir de la presentación de sus cartas credenciales fue testigo activo de los acontecimientos que culminaron con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y la muerte –suicidio- del Presidente Allende.
De ese hecho, en el contexto de la narrativa que realiza en su libro “Instantes de Decisión. Chile 1972-1973” en entrevista concedida a La Jornada en mayo de 2011, a pregunta sobre la sospecha de que la Junta Militar lo asesinó, respondió “Yo no lo creo así. Si hubiera estado en su lugar también me habría suicidado. ¿Qué hubieran hecho ustedes perdida toda la esperanza?. A Allende le habían ofrecido a cambio de su rendición llevarlo a Lima o a Buenos Aires. El Presidente Allende no creyó el ofrecimiento que le hicieron los golpistas, encabezados por Augusto Pinochet. Hizo muy bien en no creerlo, porque se captó la instrucción para que fueran por ‘Chicho’, que así le llamaban a Allende, que lo llevaran en helicóptero ‘y luego ya saben lo que tienen que hacer’. Lo iban a tirar en el aire, lo hubieran humillado, vejado”.
Martínez Corbalá continua “En mi libro, después de haber consultado incluso a la familia, manejé siempre la idea del suicidio, ¿por qué lo creo? Porque supe las versiones más intimas de lo que sucedió dentro de la Moneda, en pleno ataque, en pleno bombardeo, porque no uno, sino varios de los que estuvieron luchando con Allende dentro de la Moneda, después fueron asilados en la Embajada. De acuerdo con los relatos, un comando ingresó a La Moneda por la puerta de la calle Morandé, entraron a fuerza y a tiros, subieron a donde estaban Cacho Soto y todos los que se quedaron con Allende, pero el presidente no estaba con ellos, él estaba dentro del despacho presidencial. El comandante les pone un ultimátum ‘no los matamos ahora, les damos una oportunidad más para que se rindan, dentro de 15 minutos, si no han bajado, si no se rinden, los vamos a matar’. Llegó Allende y dijo ‘ya no tiene caso seguir luchando, ya tienen todo rodeado, ya inutilizaron nuestras vías de acceso, de abastecimiento de armas, de víveres y agua. Empiecen a bajar, yo bajo al último, todos comenzaron a bajar y él se quedó. Allende ya nunca salió. Para mí lo asesinaron de todas maneras. Él disparó la bala, pero lo mataron los golpistas porque si se hubiera entregado lo habrían vejado”.
Luego vinieron los días en que Martínez Corbalá desempeñó un papel cardinal en salvar vidas y lograr sacarlos de Chile, arriesgando su propia vida –como ya lo ha dicho Patricio-. Fueron cientos, miles, los que encontraron refugio en la Embajada de México. El 15 de septiembre, después de tramitar los permisos correspondientes ante la Junta Militar, acompañado de su esposa, encabezó el traslado de 25 kilómetros de la familia del presidente mártir al aeropuerto; Hortensia Bussi y sus hijas, fueron por lo menos dos veces encañonadas y cuestionadas por los militares en el trayecto. Fue la firmeza de Martínez Corbalá la que logró que llegaran a México; el país al que hace años Isabel Allende me dijo emocionada “se convirtió en nuestra segunda patria”.
De las muchas acciones que Martínez Corbalá realizó, El País, en abril de 2014 públicó “Una de las últimas personas que vio a Pablo Neruda con vida fue el entonces embajador mexicano en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá. El diplomático había ido a visitarlo por una razón: convencerle de que aceptara el ofrecimiento del Gobierno de su país y partiera al exilio, lejos de la atroz persecución del régimen de Augusto Pinochet. Al inicio fue reticente pero Neruda cedió. Acordaron que el viaje sería el 22 de septiembre. En el último minuto, el Premio Nobel de Literatura canceló. ‘Mejor el lunes’, dijo al embajador. El lunes nunca llegó, Neruda murió el domingo 23 de septiembre de 1973”. Hasta la fecha continúan las especulaciones e investigaciones sobre si murió del cáncer de próstata que lo aquejaba o lo asesino Pinochet y sus secuaces.
Irónicamente, la muerte de personajes como Martínez Corbalá nos revitalizan porque nos hacen recordar la estatura ética que los mexicanos hemos tenido en momentos críticos para otras naciones. En medio de tanta mezquindad contemporánea de nuestra clase política, la historia de resistencia, dignidad y solidaridad del embajador de México en Chile al momento del golpe de Pinochet nos sirve de brújula para ratificar las convicciones de nuestra sociedad a pesar de los aprendices que la dirigen, o pretenden dirigir.
No siempre hemos tenido gobernantes, funcionarios y diplomáticos que no son dignos de este gran pueblo. Martínez Corbalá entendió y asumió con enorme valor el papel que las circunstancias le impusieron. Defendió la libertad, la democracia y la vida por encima del odio, el autoritarismo y la ruindad. Algo que nuestro Canciller, hoy de tour por Italia y el Reino Unido, debería entender, en lugar de hacerle el juego a Trump, un tirano con tufo de Pinochet.
Despidamos a Gonzalo Martínez Corbalá con un epitafio que retoma unas líneas del poeta al que intentó salvar la vida, el entrañable Pablo Neruda:
“Están firmes tus pies sobre la tierra. En medio de la vida estuviste siempre junto al amigo y frente al enemigo”.
Gonzalo Martínez Corbalá cruzó, ya, las grandes avenidas.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?