Del Zócalo a los Pinos
RAFAEL CORREA ¿HUMANISTA, CATÓLICO Y DE IZQUIERDA?
Ecuador es un país de contrastes, como todos los de América Latina. De nuestra visita hace algunos años para entregar la Carpeta Grafica de creadores gráficos oaxaqueños, realizada con motivo del Bicentenario del Natalicio de Benito Juárez, a los Museos Nacional y de Historia de Quito y Guayaquil, rescato la calidez y alegría de su gente, comenzando por la sencillez y grandeza intelectual y política de quien fue nuestro anfitrión, el ex presidente Rodrigo Borja. La comida criolla es de primera, las artesanías dan la dimensión de sus culturas. Los barrios de Guayaquil son de gran colorido y su malecón es una fiesta; de Quito hay mucho para recordar. Ciudad majestuosa y colonial; iluminado, su Centro Histórico es un espectáculo único.
Cuando acudimos, recién se estrenaba el gobierno de Rafael Correa. Diez años después el balance de su gestión muestra más saldos oscuros que positivos. La economía se mantuvo en retroceso en cuanto a su crecimiento, la desigualdad (según el ex presidente de la Asamblea Nacional, Alberto Acosta) aumentó en valores absolutos. “La Década Ganada” lo fue para pocos: grandes grupos económicos, capital chino, tanto petrolero como minero y hasta el clásico capital internacional obtuvo grandes beneficios” le dijo recién a la BBC.
Caso paradigmático de la política económica aplicada por Correa (que presumía de indigenista y ambientalista), fue la represión a la etnia Shuar. Las crónicas y los testimonios de fines de diciembre de 2016 dan cuenta de ello: “El pasado 16 de diciembre, imágenes de helicópteros sobrevolando, tanquetas, decenas de militares en las calles, camiones de fuerza terrestre acompañados de personal policial en ambos costados de las carretas que conducen a las comunidades de San Juan Bosco y Limón Indanza, verificando que quienes ingresen sean habitantes de la zona; hacían pensar en una guerra en la amazonia ecuatoriana, en la provincia de Morona Santiago”.
Pero no era tal, la operación militar se llevaba a cabo, luego de que el 14 de diciembre, un grupo de indígenas Shuar, que reclamaban la ancestralidad de sus territorios en Nankints, había ingresado a un campamento minero, enfrentándose a las guardias blancas que resguardaban la zona y las instalaciones, en las que se asienta el Proyecto Minero Panantza San Carlos, operado con inversión de empresas chinas. Hubo un policía muerto y decenas de heridos de ambos bandos; Correa expidió un Decreto restringiendo la libertad de asociación, información, opinión y de tránsito.
En otros temas las cosas no fueron mejor. En septiembre de 2011, el Comité Para la Protección de Periodistas, denunció una represión generalizada a la prensa en Ecuador, cuyo punto culminante en ese momento lo eran las “leyes de difamación”, aprobadas por un Congreso controlado por Correa con el evidente fin de silenciar las críticas, juicios y opiniones sobre su gestión. En julio de ese año, un juez condenó a tres directivos del Diario “El Universo” y a su Director de opinión Emilio Palacio, a tres años de prisión y pagar 40 millones de dólares; la sentencia se produjo como resultado de una querella presentada por el mismo Rafael Correa, con toda la alevosía y ventaja que le daba el cargo, por una columna que consideró “injuriosa y ofensiva”.
Proclive al autoelogio al estilo de los Chávez y Ortegas, Correa montó una red de “medios públicos” que la vox populi bautizó como el “megáfono presidencial”. No satisfecho con ello, implantó programas de emisión y difusión obligatoria denominadas “cadenas”, para refutar argumentos críticos en programas no oficiales. Las cadenas al día de hoy se cuentan por miles, en emisiones y horas. Ya enrutado en el tema de las demandas, interpuso otra por diez millones de billetes verdes en contra de dos periodistas que denunciaron en un libro que él –Correa- conocía de los contratos que tenía con el Estado y le producían enormes ganancias su hermano Fabricio Correa.
Asumiéndose y presumiendo ante todos los que quisieran escucharlo en todos los tonos y foros, como un gobernante de izquierda; a su gestión la bautizó como la “Revolución Ciudadana”. Sin embargo, sus contradicciones lo evidenciaron como un católico radical. A la mitad de su mandato, declaró que apoyar el aborto era traición –a la Revolución Ciudadana-, dejando en total estado de indefensión a las mujeres en su libertad para decidir sobre su cuerpo. En mayo de 2014, con el propósito de impedir la menor discusión de una reforma legislativa que permitiera el aborto en casos de violación, amenazó con renunciar.
A quienes impulsaban tal proyecto (incluyendo legisladoras de su propia Alianza PAÍS) les dijo “hagan lo que quieran pero jamás aprobaré la legalización del aborto”; a las diputadas las acusó de desleales y traidoras y propuso que fueran sancionadas con la destitución. Por supuesto, él siguió ostentándose como “humanista, católico y de izquierda”; aunque una gran mayoría lo considera un “populista burgués”.
En el ámbito electoral, como es de suponerse, el “síndrome de la eternidad” también lo afectó. Realizó todos los malabarismos jurídicos para reelegirse hasta que las condiciones de su desgaste lo impidieron, reformó la Constitución para asegurarse mayorías y eliminar a partidos de menor presencia pero opositores duros a su gobierno. En el camino fue perdiendo aliados, en particular el de Martha Roldós, la hija del Presidente Jaime Roldós, cuyo avión cayó en circunstancias nunca aclaradas la tarde del domingo 2 de mayo de 1981. En el “accidente” murió también su esposa Martha Bucaram; sus hijos siempre han sostenido que se trató de un atentado planeado por la CIA.
En este contexto, el pasado domingo tuvo lugar la segunda vuelta de elección presidencial. El Consejo Nacional Electoral ha concedido el triunfo al candidato oficial Lenin Moreno, fundador de Alianza PAÍS con Correa, dos veces su Vicepresidente, por un estrecho margen. El candidato opositor, Guillermo Lasso, se niega a reconocer el triunfo. El fantasma del voto por voto casilla por casilla ronda en Ecuador.
La gran interrogante es ¿Podrá Lenin Moreno romper con el pasado? Marcar distancia y quitarse el herraje. El tiempo y el afrodisiaco del poder lo dirán.
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh