DEL ZÓCALO A LOS PINOS
Matar a un periodista dibuja el mapa de la degradación humana
Guadi Calvo escribió “Su oficio es uno de los más peligrosos y están obligados a ser testigos de crueldades y circunstancias heroicas. Muchos corresponsales –periodistas en cualquier lugar y cualquier guerra- fueron también historiadores, escritores y algunos sin proponérselo, se convirtieron en leyenda. Sus crónicas han sido instrumentos de acción política y han desenmascarado otras realidades”; tal es el caso de Javier Valdez, recién asesinado en Sinaloa. Su “falta” cometida: no faltar a la verdad dibujando la tragedia que se vive en ese y varios otros estados de nuestro país.
Sin importar tiempo, escenarios, las crónicas dan testimonio “debe haber pocas profesiones más peligrosas, las innumerables muertes de periodistas y corresponsales lo atestiguan. Si no que lo diga el húngaro Erno Andre Friedman, mejor conocido como Robert Capa, que después de casi veinte años en diferentes escenarios bélicos, comenzando en 1936 en la Guerra Civil española. Junto a su mujer Gerda Taro, que fue aplastada por un tanque en la retirada de Brunete y quien es considerada como la primera reportera muerta en una contienda, donde Capa tomaría una de las fotos más famosas y discutidas de la historia ‘La Muerte de un Miliciano’. Durante su vasta carrera Capa cubrió para Life la Segunda Guerra Mundial, en la Londres bombardeada, el norte de África. La invasión de Sicilia, el desembarco en Normandía y llegaría junto con los aliados a las puertas de Berlín. Fundaría en 1947 la legendaria agencia Magum junto a Henry Cartier-Bresson, George Rodger y David ‘Chim’ Seymur, otro periodista veterano que moriría a manos de una patrulla egipcia cerca de Suez, durante la Guerra del Sinaí. Ya casi retirado, Robert Capa, hace una última campaña en Indochina. El 25 de mayo de 1954, acompañando a una patrulla francesa en Thai Binh Vietnam, cometió un error de principiante, salirse de la senda para tomar su última fotografía. Pisó una mina del Viet-Minh, que acabaría con el más legendario”.
Ayer El PAÍS daba cuenta de la muerte de Javier Valdez, uno más de los periodistas asesinados en nuestro territorio nacional “La narco violencia ha vuelto a asesinar a un periodista en México. Javier Valdez, periodista de “RÍODOCE”, de 50 años, uno de los reporteros que más y mejor ha contado la violencia del narcotráfico en Sinaloa, ha sido disparado a plena luz del día en Culiacán, la capital del estado, después de que unos hombres interceptaran su vehículo. Según las primeras versiones recogidas por el semanario en que trabajaba. Valdez es el sexto periodista asesinado en lo que va del año en México.
Valdez era autor de la Columna “Malayerba”. Su carácter duro y a la vez franco y mal hablado muy al estilo del norte, lo convirtieron en un referente permanente en los temas que abordaba, diría otro periodista “sin pelos en la lengua y con muchos huevos”. Sin duda es un nuevo golpe, no sólo para el periodismo mexicano, también –por supuesto para su familia y sus muchos amigos- para la sociedad en su conjunto, que se encuentra en permanente estado de indefensión frente a la impunidad del crimen organizado, ante el cual, las complicidades y en el mejor de los casos, la indiferencia del Estado es patética y condenable.
De este lado la condena ha sido unánime. Emiliano Ruiz Parra escribió “Hace unos días Miriam Rodríguez. Hoy Javier Valdez. Un país que asesina a sus mejores hijos. Que quiere matar la dignidad. ¡Justicia!”; Horizontal planteó “Condenamos el asesinato de Javier Valdez. Nos sumamos a las protestas y convocaremos a mesas de diálogo entre medios de forma urgente”; “¡Solidaridad! no se mata la verdad, matando periodistas ¡ya basta!”; otro cierto y lapidario “Manera dedica todo su tiempo a su agenda electorera mientras gente muere a manos de la delincuencia, impunidad su sello”; Mario Campos argumentó “El paro de mañana –ayer- de @pajaropolítico es importante como símbolo. Ya no debemos seguir normalizando los asesinatos de periodista o no”; “La violencia contra las y los periodistas es insostenible, por Javier, por Miroslava, por todas y todos mañana –ayer- paramos”; el Siglo de Durango también se sumó al paro y marchas de ayer, al igual que Animal Político; la Revista Nexos tuiteó “En solidaridad con nuestro gremio, nos sumamos a #UnDíaSinPeriodismo y #UnDíaSinPeriodicos Nexos parará mañana –ayer-; “Porque estamos hartos de ser parte de un país en el que sus periodistas son asesinados y no pasa nada. Por Javier mañana pararemos -la Tercera Vía-; @Riodoce_mx la casa de Javier Valdez concluyó y resumió el sentir “El ASESINATO DE JAVIER VALDEZ. UN GOLPE DEMOLEDOR PARA NOSOTROS, PARA SU FAMILIA, PARA EL PERIODISMO. HOY NOS PEGARON EN EL CORAZÓN”. Como es de suponerse, también abundaron las condolencias de la “clase política” desde el presidente Peña Nieto hasta el gobernador de Sinaloa. ¿Y?
Hace unos días, René Delgado postulaba en su columna semanal, que los gobiernos de la transición le han traído al país un daño sin paralelo, cristalizado en la restricción, deterioro y retroceso de derechos y libertades fundamentales. En ese contexto, pareciera que la distancia entre liderazgos políticos y la realidad de los problemas que abruman a México ha rebasado cualquier frontera tolerable. El sistemático estado de indefensión en que se encuentran las y los periodistas en ya incontables regiones de la geografía nacional es un reflejo de la frivolidad e indiferencia con la que los gobiernos defienden (es un decir) la libertad de expresión y el derecho de cada mexicano a estar informado.
Matar un periodista dibuja el mapa de la degradación humana ¡YA BASTA!
¿Alguien puede asegurar que esto ya está decidido?
RAÚL CASTELLANOS HERNÁNDEZ / @rcastellanosh