EL CRISTALAZO
Tramposamente, se ha querido presentar el asalto a las instituciones de gobierno y hasta a los funcionarios de la seguridad pública, como una inevitable consecuencia del hartazgo femenino por la violencia de genero.
También tramposamente, se ha planteado un falso dilema: tolerancia ante los excesos ajenos a la justa causa o represión.
Pero la evidencia nos dice otras cosas: la principal, la ineptitud de los responsables de la seguridad pública, aunada a la torpeza en las respuestas políticas ante un asunto cuyo origen —como suele suceder con esta clase de movilizaciones— se podría haber resuelto en poco tiempo o en el simplemente necesario para investigar con diligencia y rapidez, la nunca denunciada violación en grupo de cuatro policías contra una menor de edad.
Nadie en su sano juicio puede, por otra parte, ignorar las malas condiciones de seguridad para las mujeres en un entorno nacional inseguro para todos, pero agravado por los feminicidios.
Los datos nos dicen fríamente las cosas:
“De las 34 mil 202 personas asesinadas en todo 2018, 33 mil 341 corresponden a víctimas de homicidio doloso y 861 a mujeres víctimas de feminicidio.
“Estos datos significan que durante el año pasado fueron asesinadas, en promedio, casi 94 personas todos los días, un aproximado de cuatro personas asesinadas violentamente cada hora.
“Este balance también confirma un incremento de los homicidios dolosos por cuarto año consecutivo. Mientras que en 2014 la tasa de homicidio doloso era de 12.96 casos por cien mil habitantes, para 2015 pasó a 13.32; en 2016 ascendió a 16.49; en 2017 se disparó hasta 20.27 casos y 2018 cierra con 23.1 casos”.
Sin embargo la violencia contra las mujeres no se expresa sólo en la circunstancia fatal de los asesinatos.
Ellas sufren injusticias de todo tipo: acoso, hostigamiento laboral y social; violencia intrafamiliar, violaciones, estupros, abuso infantil silencioso y hasta —si se quiere— un desprecio atávico acumulado, cuya solución no ha llegado ni con la semimodernidad de los tiempos actuales.
La respuesta de la autoridad, vejada y humillada como pocas veces se había visto, con pedreas, cristales destrozados, patrullas rotas y oficinas en llamas, carros de bomberos en ruinas, no puede ser nada más la oferta de evitar la represión, es necesario algo más allá de la simplona actitud de instalar mesas de diálogo.
Lo necesario es agilizar el sistema de justicia para hacer simples y dignas las formas de presentar denuncias por delitos sexuales.
Hace muchos años, cuando Rosario Robles era la jefa de Gobierno, se presentó en la frontera un caso significativo en la lucha de las mujeres por el aborto sanitario,libre y gratuito: una menor violada, impedida de abortar por una ley punitiva.
La respuesta no fue una mesa de diálogo con quienes reclamaban ese derecho. De ésas ya había habido muchas, con foros, opiniones y oposiciones. La respuesta fue la llamada “Ley Robles”.
Hoy cualquier mujer en la Ciudad de México, si así lo necesita, tiene oportunidad de acudir a los hospitales públicos y abortar si así es su necesidad. Ésa fue una solución real a un problema de verdad:
Hoy, ante la violencia, es necesario poner en funcionamiento a las instituciones de procuración de justicia, para lograrla en todos los casos y una metodología eficiente para llevar a buen puerto las denuncias y quitar obstáculos en la denuncia y reivindicación de sus ofensas.
Como nunca, para la limpieza de las quejas sociales de los grupos de mujeres (radicalizadas hasta el delirio o no, ése es otro asunto), es necesario identificar a los y las provocadores y provocadoras (como escriben los cursis) cuya acción agresiva y violenta ha desvirtuado ante buena parte de la opinión publica las justas exigencias de un movimiento indignado.
Las activistas y “colectivas”, también deberían indignarse —tijeras en mano, como lo hicieron contra los reporteros—, contra quienes ensuciaron sus movilizaciones con el más inaceptable de los lenguajes: la violenta insensata. Sin embargo, todo se irá en bla, bla, bla.
No disminuirán los feminicidios ni se acabarán los abusos dentro y fuera de las casas. No se moverá el artrítico cuerpo de investigación de la PGJCDMX, ni moverá un dedo el inservible Congreso capitalino.
Cuando más se buscará cooptar para Morena a las lideresas visibles de este movimiento, quienes pronto van a encontrar acomodo en algún nuevo engendro burocrático.
Y así se dejarán las cosas al impulso del viento, pero algo quedó en claro: el gobierno de la ciudad —con todo y la matutina bendición papal—, no pudo con su primera prueba verdadera. Se le fue de las manos.