EL CRISTALAZO
Mientras el Señor Presidente habla de la justicia sin la palangana de Poncio Pilatos y ofrece el Estado de Derecho (en contraposición con el anterior Estado de Cohecho), en torno de un proceso contra Rosario Robles Berlanga, originado y desarrollado por dos instancias autónomas (la FGR y el Poder Judicial), la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, destila una notable ojeriza hacia su antecesora: el pueblo será quien la juzgue, dice.
No sabemos quien es —en el vocabulario de Claudia S.—, el pueblo al cual le atribuye capacidades judiciales. Hasta donde se sabe (y los linchamientos frecuentes en este país son prueba de ello), los pueblos no son buenos jueces, pero si son implacables verdugos.
Como sea, la IV-T ha comenzado a aplicar, sin hacerlo de manera directa, la segunda fase del discurso moralizante y moralizador sin el cual sus afanes de regeneración nacional no serían creíbles. La concurrencia (electores, devotos y conversos), demandaba corruptos enjaulados para hacer verosímil el discurso contra la corrupción. No se puede hablar de la una sin hallar de carne y hueso a los otros.
Y a Rosario Robles le ha tocado ser la primera secretaria de Estado presa tras el derrumbe del antiguo régimen. Hoy por las barandillas se echan, a veces enmare murmullos, a veces a plena voz, los nombres de José Antonio Meade y Enrique Peña Nieto.
El espectáculo de secretarios presos, no le aporta ninguna novedad a la campaña reconstructiva del país emprendida por la IV-T. Hasta López Portillo encarceló a Félix Barra y a Eugenio Méndez Docurro. Y Miguel de la Madrid puso tras las rejas a Jorge Díaz Serrano y a Arturo Durazo. La lista es larga. Michos corruptos enrejados, pero la corrupción no ha terminado.
Es como el narcotráfico, ni matando a los capos o metiéndolos a la cárcel se puede acabar. Pero hoy celebramos —quiera el Buen Jesús—, el principio del fin de la impunidad.
Ver a un expresidente en el banquillo, así sea para recitar El brindis del bohemio, ya es cosa distinta. Nos pareceríamos a Estados Unidos… o a Guatemala, Costa Rica o Argentina.
Hoy ya no se habla de la Estafa Maestra ni si la maestra estafa, sino de la maestra presa.
La estrategia de “dar la cara” y “tomar al toro por los cuernos”, es altamente rentable en el discurso y las valientes tomas para la televisión, pero poco eficaz para conservar la libertad. Quien no quiso huir cuando se estrechaba el cerco, hoy duerme en Santa Martha Acatitla porque el juez teme una fuga. Con un pasaporte requisado y una pulsera de ubicación habría sido suficiente. Además la exsecretaria, en plena pobreza franciscana, aduce escasez de fondos para fugarse, digamos a Canadá, tras los pasos de Napoleón.
Hoy Rosario ya no tiene las faldas bien puestas porque el uniforme carcelario prescinde de ellas. Ayer comenzó la peor parte de su vida, porque más allá de cuan rato suceda en estas ocho semanas, nada parece hoy mejor de cómo era ayer y ya sin alguien —como no sea Xavier Olea— para decirle, no te preocupes, Rosario.
En ese sentido el abogado Julio Hernández, revienta y dice frente a este proceso adverso a su clienta: ahora entonado porque algunos se dan a la fuga. No confían en este sistema. Yo empiezo a perder la fe.
—“Nosotros vinimos con toda la disposición de enfrentar el juicio, probar la inocencia de Rosario Robles, dando la cara”, dijo don Julio, quien ahora —casi como estudiante de Derecho—, deberá comprender algo: quien enfrenta un juicio (con la frente en alto o de rodillas, no importa), enfrenta también las actuaciones judiciales y eventualmente la condena.
La actitud altiva no prueba la inocencia. Puede consternar al público y lograr aplausos de los espectadores, pero nada más.
Hoy, frente al pelotón de fusilamiento, Rosario podría volver a escribir:
“Soy una mujer como todas. Que se equivoca… que se enamora, que tiene afectos y desapegos… soy una mujer que ha puesto el corazón en todo. Eso a veces es bueno, a veces no. Pero al igual que todos, exijo que se me juzgue por mis actos. Por mis hechos. No por los de los demás ”.