EL CRISTALAZO
No le llamaremos obsesión porque esa palabra mucho tiene de irreflexivo impulso inevitable. Hasta el diccionario lo dice con claridad:
“Obsesión. Del lat. obsessio, -onis ‘asedio’.
“1. f. Perturbación anímica producida por una idea fija.
“2. f. Idea fija o recurrente que condiciona una determinada actitud.
No, mejor llamaremos a esa constante estrategia del Señor Presidente por los medios (de los tradicionales a las “benditas redes sociales” cuando son favorables), una herramienta en su posicionamiento constante, interminable, inmutable, con la finalidad de incrustar en la mente de muchos, los valores y recurrencias (a veces ocurrencias), de un discurso político cuyas ideas centrales todos conocemos de sobra: honestidad, austeridad, veracidad, integridad, publicidad, (alguna vez mendacidad), locuacidad, y todo cuanto conocemos y sobre cuya axiología republicana se sostiene el magno edificio palabrero del gobierno, cuya primera actividad visible es una cotidiana conferencia de prensa cuya multifuncionalidad es sorprendente.
La matutina sirve como confesionario, púlpito, homilía y anatema. Lo mismo funciona para alabar o condenar, ahí se valora y se toma el cotidiano pulso del gobierno y se interpreta el estado general de la Nación. Es, todos los días, el cómodo Informe Presidencial. Y a veces sirve hasta para informar.
Pero de repente la presencia de los periodistas, convocados en la docilidad de sentirse (en muchos casos), distinguidos por el poder simbolizado en la majestad del Palacio Nacional, se brincan el libreto de la gratitud por formar parte de la nueva cotidianeidad y le dicen al Señor Presidente cosas incómodas, a veces injustas —según él—, o francamente abusivas o falsas.
Entonces el Señor Presidente se convierte en el sinodal de los medios y los reprueba no sólo por sus actitudes presentes, sino hasta (cuando no hay tela para cortar con las tijeras del presente), por las complicidades del pasado, probadas en el silencio ante los horrores neoliberales, como si hubieran callado ante el holocausto hitleriano.
Muchas veces se les acusa de no haber dicho cosas reiteradamente escritas, como ha sido el caso de la revista Proceso, la cual (desde su fundación, y me consta) siempre trató al PRI y sus actitudes; al PAN y sus errores y a todo cuanto se le puso enfrente, como la toalla al perico.
La actitud hipercrítica de Proceso no fue, ni con mucho, obra exclusiva de Julio Scherer García. Es más, cuando él se retiró y se hizo un fracasado triunvirato para dirigirla, se acentuaron la influencia y la intervención de Julio Jr.
Y debe haberlo hecho bien, o al menos sin trasladar el hipercriticismo de su padre a los afanes del actual Señor Presidente, porque ahora es el asesor jurídico de la Presidencia.
Pero esas son cosas ajenas a los intereses profesionales de esta columna, la cual a veces se asusta. No se sorprende, porque ya hay pocas cosas sorpresivas a esta edad, pero sí llama la atención —por lo menos— el reclamo en cuanto a la exaltación de los falsos valores del delito y su estilo de vida, refulgentes de diamantes y féminas “buchonas”, en las “narcoseries” transmitidas por la perversa televisión.
Ha hecho muy bien nuestro mandatario en decirles todo cuanto les ha dicho.
Muy bueno sería si esas palabras de orientación, no de censura, llegaran a los oídos del productor de El señor de los cielos, porque si de apología de la violencia sexista se trata, si de elogio de la vulgaridad opulenta del “Art Narcó”, estamos hablando, Argos tiene un sitio preponderante. ¡Arre!
“El presidente mexicano, criticó este martes las llamadas narcoseries, de gran popularidad en la televisión y plataformas de streaming, porque, dice, promuevan un estilo de vida ficticio y omiten la realidad de las adicciones que enfrentan los jóvenes mexicanos.
“Es un estilo de vida que se idealizó. Los actores, todos galanes, mujeres bellas, carros último modelo, residencias, albercas (piscinas)”, dijo el Presidente en su conferencia matutina.
“Pero López Obrador subrayó que, aunque no coincide con esta “vida ficticia de éxito”, no promoverá la censura.
“No se trata de “prohibir ese mundo ideal, de fantasía” sino de “dar a conocer otro”, afirmó”.
Pero mientras se da a conocer ese otro mundo al cual se refiere sin definir el Señor Presidente, debemos desearles suerte a los actores de la serie cuyo helicóptero se accidentó en una reciente filmación.
Argos ha dicho “nos haremos cargo”.
¡Alabado sea el Señor! (de los cielos).
Y esta columna se retira, ya es hora del pasar lista por los 43…
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