EL CRISTALAZO
Rebullones, como las aves de mal agüero, les llamaba don Rómulo Gallegos a los negros augurios en la mente febril de Juan Primito, en su gran novela Doña Bárbara, quien los sentía o figuraba como si volaran sobre los hombres como gallinazos, tal García Márquez les dice, o simples zopilotes como los conocemos los mexicanos.
Hoy como aquel Primito de la novela, todos sentimos el aletazo y la sombra de los malos vientos en todas direcciones, pero hay algo en lo cual todo duele más: la sangre inocente, el luto humano y algo semejante a la burla.
Cuando México está siendo sacudido, al menos en su imagen exterior, por los más horrendos crímenes registrados en muchísimo tiempo —niños carbonizados a bordo de una camioneta atacada y ametrallada—, el Señor Presidente imita la postura de Popeye, como si sujetara una barra sobre su cabeza y le dice fortachón al secretario de Seguridad Pública cuya labor ya ha sido calificada desde ahora y para siempre. Es un inepto.
El inepto fortachón.
¿De donde proviene la fortaleza de un subordinado? En este caso exclusivamente del poder y la gracia de su jefe. Nada más. Ni por su neurona ni por su testosterona. Sólo por su obsequiosa docilidad en decir siempre, “sí, señor”. Y repetir de memoria el rollo de mareo de la IV-T. Nada más.
Mientras tanto, los muertos se acumulan y ya en Oaxaca acabamos de ver cómo emboscan a cinco policías y los mandan al otro mundo. Como ha sucedido en Guerrero, en Michoacán, en Jalisco. Abrazos, no balazos.
Pero los primeros no se aprecian y los segundos aumentan.
“Vamos bien, requetebién”, son palabras cuya levedad el viento dispersa como la luz de la mañana cuando se acaba la cotidiana, y cada vez más ríspida conferencia de prensa. El misterio de cada día es fácil de enunciar: ¿si tanto se desprecia a la prensa y a los medios, a los periodistas y a los comunicadores de laya diversa, por qué se les dedican dos horas diarias?
¿Sólo para tener cerca a quien patear? Hace muchos años, cuando Richard Nixon, quien siempre presumió de honestidad y medianía republicana, fue víctima de críticas y malos comentarios de la prensa americana y perdió la elección para el gobierno de California, en la noche de su -derrota la emprendió contra los periodistas críticos, como si ellos hubieran emitido todos los votos en su contra.
Se fue al retiro temporal y su última advertencia fue:
—Ya no tendrán Nixon a quien patear.
Después volvió, llegó a la presidencia y a la reelección y desde la cima cayó tras una vergonzosa renuncia por mentir, engañar y traicionar al pueblo. Nixon era un farsante. La leyenda de su modestia (falsa como casi todas las leyendas), se aprovechó durante una etapa electoral. Se le había visto acompañado por su esposa, Patricia, quien vestía un costoso y lujoso abrigo. En la siguiente etapa Nixon defendió el abrigo, Y les dijo: es una simple prenda de “honrado paño republicano”. Cuando se invoca la república (o la democracia) para la modestia, la morigeración, el recato, la austeridad o cualquiera de estos valores, las cosas ya nos deben llamar a la desconfianza. Suelen ser elogios en boca propia.
La IV-T se asienta —dice su autor— en valores morales inamovibles. Quizá no se muevan pero muchas veces no se cumplen.
En estos días el oficialismo se ha exhibido en mentiras y traiciones.
El gobierno, en contra de lo determinado por la Constitución, ha asimilado a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y ha logrado el propósito anunciado por el Señor Presidente desde hace mucho tiempo.
Cuando en mayo del 2018 el Ejecutivo propuso al sacerdote Solalinde para presidir esa comisión, dejó ver el machete con cuyo filo decapitaría la condición autonómica de ese órgano constitucional.
Después vino el manoseo sacerdotal y Solalinde se convirtió en una especie de asesor en esta materia. Tanto como para proponer, el pasado agosto, a Elizabeth Lara para el cargo. La aparente ignorancia de Solalinde pasó por alto a quién se le deben presentar las propuestas; al Senado, no al Ejecutivo.
Terminado este ensayo, vino la entrega del premio Belisario Domínguez, cuya edición de este año recayó en Rosario Ibarra de Piedra; quien envió a su hija Rosario a leer un mensaje durante la ceremonia y dejó la presea en manos de su “querido amigo”, el Señor Presidente, hasta en tanto no se logre justicia para los desaparecidos. Acumulará telarañas.
Así se puso en evidencia la decisión de imponer, desde el Palacio Nacional a Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la CNDH. Los méritos de esta señora, pocos o muchos, ya han quedado a la sombra del estigma: es una “Ombudsperson”, impuesta desde el poder al cual debería vigilar en sus acciones y reconvenir ante posibles violaciones de los Derechos Humanos, cosa imposible dado su origen.
Todo se le irá en censurar el pasado, porque este gobierno vive obsesionado por un pasado incorregible y un presente para él incomprensible. La valoración “moral” de la vida, no le permite administrar el cambio. La fórmula ha sido intentar resolver los problemas creados cuando se trata de resolver problemas anteriores. Total, un batidillo.
La valoración de las acciones de la CNDH ha sido falsa. NI alcahuetería (ahí están las recomendaciones, las investigaciones de los graves casos, la conciliación y la pedagogía para probarlo; en la administración terminada ahora en noviembre y las anteriores), ni cómplice disimulo.
Pero la condena ya fue pronunciada como fórmula para la imposición de una “víctima” (¿no tendrá otro mérito?) en la CNDH.
El argumento de retirar a los juristas y los especialistas de la comisión y entregarla a alguien en cuya carne se ha sentido la injusticia, es tan simplona como darle la dirección del Instituto Nacional de Cancerología a un enfermo y no a un médico. Pongamos a un ciego a operar un trasplante de cornea y a un pecador a impartir la absolución. El desprecio por el conocimiento es otra de las actuales características. Por eso la victoria fue saludada con textos como éste:
(Aristegui noticias).- “… Respecto a la actitud de la oposición, consideró que era normal, ya que “ellos quisieran tener ahí a gente disciplinada, a modo, como sucedió durante todo el periodo neoliberal”.
“Criticó que antes la CNDH era encabezada por puro especialista, experto, doctores, graduados en universidades famosas de México y el mundo ‘que se distinguían por cobrar bastante, pero al mismo tiempo, siempre guardaban un silencio cómplice, encubrían, nada se sabía, a nadie se castigaba’”.
A fin de cuentas el castigo no le va a una comisión sino a quien imparte justicia. Y eso, todavía en este país, le compete al Poder Judicial. En fin, cada quien su mareo.
DESAPARECIDO
No sabemos si el primer caso de desaparición forzada al cual deba orientar sus afanes la sicóloga Piedra Ibarra desde la CNDH sea el de Jesús Reyes Heroles.
El caso; no hecho público antes de esta columna, es muy simple.
Frente al Senado de la República hay un pequeño parque con una fuente rectangular en el centro. Es el predio donde se alzó por mucho tiempo un símbolo fifí de esta ciudad: el Hotel Continental Hilton cuya estructura se dañó sin remedio durante el sismo del 85.
Ese parquecito lleva el nombre del creador de la Reforma Política cuya visión sacó a los comunistas, socialistas, trosquistas y demás “istas” de las catacumbas. Una verdadera transformación política.
Ahí habían puesto un busto de bronce, el cual ha desaparecido. ¿Robo o desaparición forzada? Un caso para Rosarito.
Ojala la nueva CNDH pueda investigar la evanescencia de don Jesús, quien entre otras cosas nos advirtió, sin nadie para realmente escucharlo y mucho menos impedirlo, sobre los peligros de despertar al México Bronco.
—¿Se acuerdan?
Ahora vamos a ver quien lo duerme otra vez.
UNAM
Cuando uno mira algunos programas de TV-UNAM, especialmente los de Ackerman o El chamuco, y al presidente argentino Alberto Fernández (quien le carga el neceser a Cristina Fernández viuda Kirscnher), en el Anfiteatro Bolívar, ya son como para suponer una autonomía y una reelección, sometidas a la línea de la IV-T.
Pura propaganda.