EL CRISTALAZO
Una de las características fundamentales de la IV Transformación es la vocación de exterminio. La desaparición de instituciones, órganos del gobierno, estructuras burocráticas, a veces necesarias, otras poco útiles, pero cuyo reemplazo no se advierte en el horizonte pues la extinción se basa en un dogma irrebatible: el ahorro, la austeridad.
Una cosa es la morigeración como norma administrativa y otra como credo fundacional. Para eso se le debe agregar una palabra: Republicana. Y quien a tal alude, siempre lo hace frente a una imagen de don Benito Juárez, a quien como santo laico (y a veces ni tanto), se le atribuyen poderes de influencia perpetua sobre las decisiones de los hombres de hoy.
Pero en el nombre del ahorro, el rechazo al dispendio y la frivolidad publicitaria de recorrer el mundo con pretexto de presumir y ofrecer las bellezas turísticas de México, el gobierno optó, desde hace tiempo, por desaparecer el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), versión moderna de aquel viejo juguete con el cual la Revolución Mexicana premió a su cachorro, cuando ya era un viejo león casi desdentado, don Miguel Alemán.
Pero las bases reales de todo esto no importan. Como no importaron cuando en uno de sus viajes a la “cruda realidad”, Felipe Calderón determinó la muerte, no del CPTM, sino de la Secretaría de Turismo toda entera.
El tema de la promoción del turismo es de primer año en las escuelas. Hasta en la de Miguel Torruco, el actual secretario.
Pero para la IV-T la reorientación del turismo no pasa por tan pirrurris, concepciones. Eso es cosa de fifís (o fifíes).
Cuando se tomó la decisión final para extinguir el ya dicho consejo, don Miguel Torruco explicó las cosas de esta forma:
— ¿Qué es lo que va a pasar?, de una vez se los comento, entra en liquidación el Consejo de Promoción Turística de México. Es un hecho su desaparición, vamos a ser un Estado no obeso, sino más delgado, más productivo.
“Vamos a dar resultados con dos subsecretarías no con tres, vamos a dar resultados no sobre el número de turistas, sino la generación de la mayor derrama económica”, explicó el secretario” (sin decir cómo se derrama sin turistas en dólares).
Más allá de la explicable aversión a la obesidad y su recurrente atribución al Gobierno, vale la pena señalar cómo la lucha contra el sargazo es un asunto de Estado, como dijo el Señor Presidente hace apenas un día, aunque el asunto no es gravísimo, sino grave nada más.
¿No lo escuchó? Ahora se lo reproduzco: “Todo lo que se necesite, o sea, el Estado no es un asunto de cuánto se va a invertir, es una decisión del Estado mexicano de ayudar para atender este asunto, con todos los recursos que se requieran…
Pero por ahora los recursos requeridos se quedan en un tope. Cincuenta y dos millones de pesos, casi el doble de los costos de regalarles dinero a los salvadoreños para la siembra de arbolitos.
A ese paso, y como clave de su felicidad, les daremos papel donde escriban un libro y algunos teléfonos por si quieren conocer a alguien con quién tener hijos. No importa si, como dijo Pancho, el hijo les sale mara; el árbol se seca y tuerce, y el libro es muy aburrido. Nosotros ya cumplimos con parte de esa receta de la vida en plenitud.
Pero eso es un desvarío: volvamos al trinomio: promoción, sargazo, gordura.
El secretario de Marina, como Horacio Nelson en Trafalgar (o mejor, porque Nelson murió en la batalla), apresta sus torpederas, cañoneras y sargaceras.
“El sargazo no es un problema, el sargazo es una situación que se está dando en muchos países y que lo estamos afrontando. Por primera vez se está afrontando como un problema de Estado…
“…Vamos a construir, la Secretaría de Marina, tenemos astilleros, tenemos ingenieros navales; vamos a diseñar, que ya lo tenemos, un diseño de una sargacera muy parecida a las que están en el comercio.
“…no vamos a contratar absolutamente ninguna empresa ni nada por el estilo. Éste es una de los prototipos. Sectur nos dio unos siete millones de pesos, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público nos dio 45 millones, de ahí es donde vienen los 52 millones… van a ser cuatro sargaceras que más o menos el promedio de las cuatro, sería de seis millones de pesos”.
En un Estado nada obeso, los militares hacen aeropuertos y los nautas, barcos contra las algas. Eso es esbeltez.
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