EL CRISTALAZO
Los acontecimientos de Culiacán han dejado al descubierto algunos indicios suficientes para incursionar en una nueva forma del trabajo periodístico. Si últimamente se ha permitido la licencia de las “novelas históricas”; es decir, la invención de circunstancias imaginarias en torno de hechos reales y comprobados, también es válido complementar un análisis (especular es mirar un espejo y un reflejo), con base en planteamientos probables, verosímiles y asentados en las evidencias de la vida cotidiana y el trabajo público.
Por ejemplo, hay una base razonable para decir, la operación fracasada en Culiacán por la cual quedaron en ridículo todos los integrantes del gabinete de seguridad, y no por la liberación, sino por la chambonada previa, incluyendo a quien los nombró, así haya encontrado la puerta de escape de la prudencia tras la imprudencia, para evitar más sangre derramada (14 muertos no son sangre derramada), fue ordenada o solicitada por el gobierno de Estados Unidos, cuyo POTUS montó en cólera cuando le salieron con el sunday seven, del mucho ruido y las pocas nueces.
Tras dislates y contradicciones iniciales, entre los cuales los de Alfonso Durazo merecen el Premio Nacional a la Cara Dura y la Ineptitud (el de la mentira ya se lo habían ganado hace tiempo), el presidente de los Estados Unidos llamó por teléfono al presidente de México, a quien localizó a duras penas en un alegre pueblo de Oaxaca llamado Putla.
—Señor Presidente, le habla Trump.
—Díganle que estoy en Putla— ordenó en tono de excusa.
—Dice que él también está enojado, pero que debe decirle algo importante.
—¡What a fuck!, Andy.
La llamada, inusitada por las circunstancias desastrosas de una operación solicitada por el Departamento de Estado y la DEA (captura con fines de extradición, con lo cual la justicia mexicana quedaba como el “chinito”), pudo tener dos tonos: una felicitación por el humanismo desplegado en la protección de los civiles, lo cual es poco probable, o un rapapolvos al estilo directo y grosero del señor Trump, con la abierta queja contra quienes le echaron a perder el trabajo de sus espías, quienes habían localizado y “puesto” al joven Ovidio Guzmán y quizá a su medio hermano, Archibaldo.
El contenido de la llamada ni siquiera fue grabado por los servicios mexicanos de inteligencia (se les perdió la grabadora), pero sí lo hicieron los expertos americanos. En su contenido parcial hay una muy clara amenaza cuya mejor traducción es ésta:
—Dile a Ebrard que se reúna con el embajador Landau de inmediato. Y también mandas al tipo ése de Seguridad, ese que habla mucho, ¿cómo se llama, peach or something?
—Durazo, se llama Durazo…
—Bueno a ése y les dices que de una vez por todas les vamos a decir cómo se hacen las cosas. Me urge traer a ese “bad hombre” aquí a Guantánamo.
—¿Pero yo cómo explico esta reunión urgente, Donald?, hazme el paro.
—What?
—Digo, ayúdame, déjame una puerta abierta. Si quieres podemos decir que vamos a hablar del control de armas de tu país al mío, así no quedo tan mal, ¿me ayudas?
—Si quieres diles que te voy a mandar a Mickey Mouse, para buscar al Chapito o el tesoro de Moctezuma, al fin en ese país te creen cualquier cosa, pero este desmadre de shit hole country me lo arreglas de inmediato, ¡carajo!”. Aquí hay una expresión ininteligible; no se sabe si dijo ¡carajo!, porque la traducción la hizo El Tuca Ferreti, y quizá haya puesto algo de su invención.
Lo cierto es esta gozosa comunicación de la cancillería, la cual bautizó esta reunión como un punto de inflexión (otro) o definición, en las relaciones entre México y los Estados Unidos: antes y después, para quien crea —equivocadamente— en los años 1846 y 1847, como el verdadero punto de arranque entre el pasado y el presente entre ambos países.
“Concluyó reunión convocada por el Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, con Embajador de EU y su equipo para congelar tráfico ilícito de armas hacia México. Habrá un antes y un después de la llamada del sábado entre los presidentes López Obrador y Trump en esta materia”, dijo Ebrard en su red social.
A muchos kilómetros de distancia sonó un teléfono:
¿Epigmenio?, oye, ¿ya tienes el siguiente capítulo de El señor de los cielos? Si quieres antes de pasar lista le puedes llamar a Marcelo, él te pasa la sinopsis. Gracias.
—Gracias, Alfonso…
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