EL CRISTALAZO
Como si los males naturales, las enfermedades, las epidemias y las pestes; los sismos, los tsunamis, el fuego y demás, no fueran suficientes para trastocar la vida –cuando no para acabar con ella– la eterna plaga de la estupidez, agrava las circunstancias por las cuales la humanidad padece.
Yo no se cuantos errores de todo tipo hubo en Italia para producir las desastrosas consecuencias de la ola viral, pero deben haber sido muchos. Y lo mismo en España. De México, ya nada nos logra sorprender, ni siquiera la selección merenguera de los enfermos en riesgo de muerte.
Cuando hay quienes se practican “limpias”, cualquier cosa puede ocurrir, con o sin permiso de la “madre tierra”, cuya mano poderosa –por cierto– no ha intervenido contra el coronavirus, ni para decirle, ¡detente!
Una de esas ocurrencias, producto de la febril actividad de quienes llenan su ciencia con el verbo infinito, queda para la historia (aunque le borren), en un documento, de acuerdo con el cual, ante la urgencia y escasez combinadas, se debe optar dramáticamente por una vida joven y no desperdiciar recursos, tiempo y equipo en un anciano.
No importa si los viejos son (somos) el principal objetivo de la caridad oficial, célebre por su apoyo a los “adultos mayores” y muy mayores. No.
¿A quien salvar?
Grave cuestión esa de optar.
Desde las madres en disputa ante el sabio Salomón, hasta la inmortal novela de William Styron, “Sophie`s choice”, muchas veces la humanidad ha caído en ese dilema. ¿Cuál vida vale más?
Para resolver esa pregunta, se recurrió a la ciencia mexicana y se hizo una “Guía bioética”, sin ética, sin base científica ni inteligencia, pero con mucho apego a la idiosincrasia nacional: jugando a los volados.
Es la bioética del merenguero.
Nadie podrá –por otra parte– negarles a esos charlatanes, conocimiento del alma mexicana y sus tradiciones, pues ya lo dijo el “Vate” López Méndez:
“…México, creo en ti… porque el águila brava de tu escudo, se divierte jugando a los volados, con la vida y a veces con la muerte…”
El risible documento (de la tragedia a la comedia hay un paso), dice (o decía):
“…En un primer momento se deberá de recurrir al principio vida-completa.
“Ello quiere decir que pacientes más jóvenes han de recibir atención de cuidados intensivos sobre pacientes de mayor edad. Las categorías de edad propuestas son: 0-12, 12-40, 41- 60, 61-75, y +75…
“…Si lo anterior no desempata a los pacientes, entonces la decisión sobre quién recibirá acceso a los recursos escasos deberá de tomarse al azar (por ejemplo, lanzando una moneda)…”
Pero esta bioética merenguera, de suyo grave, lo es más porque refleja la escasa calidad de quienes nos sido presentados como expertos, ante cuya sabiduría palidecen Savin (vacuna contra la poliomielitis) , Pasteur (suero antirrábico) o Gerald M. Edelman (Nobel de medicina por sus estudios sobre la estructura de las inmunoglobulinas).
Para maquillar el entuerto, el doctor José Ignacio Santos Preciado, secretario del Consejo de Salubridad General (CSG), calificó la dicha “Guía Bioética de Asignación de Recursos de Medicina Crítica ante la pandemia del coronavirus COVID-19”, en la cual se propone el “merenguerismo científico”, solamente como un proyecto ya modificado.
¡Ah!, bueno. A esa idea se le otorga calidad de proyecto, el cual alguien tomó en serio en algún momento. Por cosas como estas, resulta arduo confiar en ellos. Otro asunto.
Las exposiciones de Hugo López Gatell –el científico oficial–, son abundantes y emplean supuestos estadísticos; modelos matemáticos y anuncios por goteo especialmente en cuanto al confinamiento; la regionalización de los cuidados, la segmentación de los grupos y otros recursos para frenar contagios, lo cual está muy bien, pero la ampliación de la cuarentena –el único dato en el mundo real–, se pudo haber anunciado sin tanto rollo.
Además fue incompleto. Hubo un faltante: la herramienta científica, los modelos matemáticos, la concurrencia del Conacyt, la UNAM y todo Dios, no resuelve hasta ahora las carencias médicas.
Una cosa es el cuidado por aislamiento y otra, la atención médica. Y esa es deficiente, insuficiente y desatendida.
Les dejaron un cochinero, dicen, pero un año y medio después, lo han ensuciado más.
Hasta un amigo del Señor Presidente, el gobernador de BC, Jaime Bonilla, acusa (¿será conservador?) cómo el personal del IMSS, cae muerto como las moscas.
Y ante ese grave panorama, extendido en todo el país, uno se pregunta, ¿quién es el señor de las moscas?
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