EL CRISTALAZO
Divagaciones sobre el tigre
Andrés Manuel López les ha advertido a los banqueros sobre la posibilidad de un fraude electoral y sus consecuencias. La primera y en cierto sentido más inocua sería su viaje definitivo a Palenque donde todo es serenidad a pesar del nombre de su finca, hacienda o rancho familiar.
Por extraño como parezca, irse a “La Chingada” no es presentado como sinónimo de mal destino o desastre personal sino de bucólico retiro reflexivo y hasta filosófico, lo cual, entre otras muchas cosas, tampoco le creo.
Pero la segunda consecuencia sería muy complicada: habría un brote generalizado, dice él, de inconformidad, cuyas dimensiones de ferocidad serían como soltar un tigre en la casa (con el permiso de Eduardo Lizalde), y sin él –domador experimentado en criar y tranquilizar felinos mayores– para reprimir a la bestia de largos colmillos y ojos centellantes (con perdón de Blake).
Las palabras ante los banqueros, confirmadas con el remoquete final de, ¡así de claro!, produjeron inicios de soponcio y no faltó quien gritara desde el fondo de la sala, ¡las sales, las sales! por una señora al borde del ataque nervioso.
Otros más dijeron en tono cauteloso y profundo, es una amenaza. Algunos la calificaron de simple advertencia. Hubo quien hablara de auto sabotaje y externaron un diagnóstico cuya complejidad queda para el análisis de cada quien: es la eterna ruta de Sísifo, propia de Andrés.
–¿Cómo?
–“Si, Andrés no quiere, no ha querido nunca ser presidente. Él quiere hacer política, proseguir en su imbatible condición de luchador (agitador) social, en cuyo empeño has gastado los mejores años de su vida”. Los mejores y los peores, porque no ha tenido otros años, además, pero eso es aparte.
Este pequeño, psicólogo, cuya opinión tantos comparten, insiste: “cuando Andrés va llegando a la cima, como aquel personaje mitológico cuyo castigo era subir una piedra al monte y verla caer cuando ya estaba cerca de la cumbre, para volverla a empujar de nuevo una y otra vez, siempre hace lo posible por desandar lo andado y destejer lo tejido.
Siempre ha estado en la punta de las encuestas y siempre ha sido derrotado al final. Y entonces invoca el fraude, de una manera o de otra, pero su eterna condición de víctima tira la mitológica piedra. A él no le gusta otro poder más allá de la perpetua gira por el país, al rayo del, sol con el lodo en los zapatos, con los callos del pueblo en la tendida mano franca, con la mirada de esperanza de tantas mujeres como… ¡ya!, ¡ya!, ¡basta!, pareces Claudia Sheinbaun en un mitin.
Pero sean como sean las cosas en el motor inconsciente del orador ante los banqueros, la idea queda precisa: si hay un fraude (en su contra) habrá violencia. Ni la provocaré ni ayudaré a resolverla. Decía Claude King en el “rag”, “Hold that tiger”, flagélalo hasta acabar sus garras y dientes. Yo no.
Obviamente la sospecha de fraude con felinas repercusiones de ferocidad guarda relación únicamente con Morena.
No es imaginable Andrés yéndose al rancho (ni mucho menos domando grandes gatos de inconformidad) por un fraude contra Anaya, quien por cierto ya desafió a López a un debate a tres caídas sin límite de tiempo, como si se tratara de aquel luchador llamado “Tigre Uno”, pelea en la cual se podría saber de los cueros y las correas.
Ya hubo casos de tigres inconformes rondando con sus pasos silenciosos las puertas del Palacio Nacional hasta donde llegaron en remoto tiempo Rosario Ibarra de Piedra, Manuel Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas, gracias a las malas artes de Manuel Bartlett quien tiró el sistema para imponer a Carlos Salinas de Gortari.
En tiempo más cercano el tigre se echó en la Plaza Mayor y su larga cola serpenteó por el Paseo de la Reforma. Adormilado, pero de peligroso despertar, ante cuya piel rayada en el sopor de una siesta inconforme, uno recordaba otros versos:
“…el tigre.
Incrustación de carne en furia, el tigre”.
Pero más allá de la literatura Andrés Manuel sigue con sus ejemplos zoológicos.
Si bien ya no habla de cochinos, puercos y marranos para darle ejemplo porcino a la corrupción agobiante, ni de rebeliones en la grana; tampoco exhibe en el Zócalo chivos y gallinas como prueba de compra de votos, o nos dice de estridentes chachalacas para silenciar a quien inmortalizó a las tepocatas y las víboras prietas; ni acude al gorgojo frijolero, no; hoy lleva a su discurso al porfiriano tigre, al enorme y hermoso animal cumbre de la ferocidad y la belleza.
“¡Tigre, tigre!, brillante incendio en los bosques de la noche!”
La política nunca tendrá la belleza de la poseía, aun si Andrés leyera a Blake.
JAGUAR
Armando Ríos Piter opone su jaguar guerrerense al tigre tabasqueño y acude al INE a formalizar su solicitud como “Independiente”, no a obtener el registro final, cosa todavía distante. No mucho, pero distante, como es el caso de los otros dos finalistas en la recolección de firmas; la señora De Calderón y “El Bronco”.