EL CRISTALAZO
Sheinbaum, candidata comunista
La diferencia de vivir en el campo o en la ciudad guarda una intensa relación con los servicios.
En el campo por ejemplo, el agua se trae de un río cercano o de un aguaje o de un pozo. En la ciudad el agua está disponible en cualquier parte con sólo girar una llave.
En el campo o en las zonas rurales, los caminos son de tierra; en las ciudades son de asfalto o cemento. Bueno, en casi todas, porque en esta son de cráteres y agujeros; topes y obstáculos, sucesivos e infinitos. Pero una cosa es la definición y otra sus excepciones.
Esos dos ejemplos se extienden a todas las actividades humanas. En la ciudad hay mercados (en esta todavía hay tianguis, como en el siglo XVI); hospitales, sanatorios, salas de cine, teatros, bibliotecas, zoológicos, museos, restaurantes, fondas, figones, loncherías; transporte, empleo (o al menos ingreso pues hasta la mendicidad se ejerce mejor en una urbe y no en el llano despoblado).
Las instalaciones educativas, de cualquier grado están en las ciudades. Lo mismo ocurre con los servicios bancarios y las industrias, desde la construcción, hasta la automotriz.
Por eso el mundo se ha convertido en una infinita sucesión de ciudades. La vida campirana, el bucolismo del poblado pequeño, la dicha inútil del plácido paisaje de bosques o tierras de labranza ya no sirve ni para las películas.
Pero cuando una ciudad tiene todo eso, pero con la mala calidad atribuible a la vida campesina, cuando la urbanización se pone en manos de aprendices del negocio, cuando todo se convierte en pasto de la demagogia oscilante entre el socialismo fracasado y el populismo sin porvenir, podemos llamarle a ese experimento, ciudad de México.
Y es algo paradójico: cuando esta ciudad estaba gobernada verticalmente, las cosas se hacían mejor. La “democracia” nos dio actividad electoral, pero al mismo tiempo nos “proletarizó”, no por la calidad de los habitantes sino por la degradación de los servicios urbanos y la calamidad del rudimentario y cleptócrata gobierno clientelar cuya eficacia en el acarreo y permanente compra de votos a través de “programas sociales”, justifica todas sus tropelías y excesos.
Para ejemplo tome usted cualquier delegación gobernada ( a veces hasta en sucesión conyugal, como Tlalpan), por morenistas, panistas o por perredistas (como Álvaro Obregón o Coyoacán) , hoy tan iguales como el color de un chaleco.
Las contradicciones, la partición entre una ciudad opulenta y restringida por los valores del mercado como es el caso de Santa Fe, no deja por otra parte la triste realidad un una enorme masa empobrecida. Es una explosiva situación.
Por eso las propuestas de las candidatas Sheinbaum (Morena) y Barrales (PRD-PAN), cada cual con sus posturas; una desde la verborrea seudocientífica y la otra desde el ángulo del pragmatismo partidario, a secas, resultan un mal indicio de cómo se vienen las cosas para esta sufrida ciudad.
Decir esto y no decir nada, es lo mismo. Lea usted este magno rollo de la señora Sheinbaum llamado “Innovación y esperanza para la ciudad de México”. También se pudo llamar el triunfo del comunismo.
“…El cambio verdadero del país y del lugar donde vivimos comienza por cambiar la forma tradicional de intervenir en los asuntos públicos.
“La política es un asunto de todas y de todos.
“Concebimos la política como una vocación de servicio, como un trabajo en favor de la colectividad, como una forma de servir y no de servirse.
“Buscamos recuperar la política, hoy envilecida, como un instrumento de transformación de las y los ciudadanos participando en los asuntos públicos.
“Un encargo público es la oportunidad de hacer un gobierno honesto y abierto, de poner los recursos públicos al servicio de la gente.
“Pero nuestro objetivo no sólo es el de administrar con honestidad y eficiencia: queremos disminuir las desigualdades, ampliar los derechos sociales, fortalecer el respeto a los derechos humanos en el marco de un gobierno laico que respete todas las religiones y la libertad de pensamiento, que promueva la formación de ciudadanos participativos, críticos y
solidarios.
“Concebimos el desarrollo de nuestra ciudad en una perspectiva de innovación, sustentabilidad e inclusión social en el respeto a la diversidad.
“Podemos revertir las condiciones de corrupción, inseguridad, desorden en el desarrollo urbano, insuficiencia de agua, deterioro de la movilidad, desigualdad, contaminación y carencia de espacios públicos, culturales y comunitarios de nuestra ciudad.
“Cinco ejes guían nuestro proyecto para rescatar la Ciudad de la Esperanza: innovación, sustentabilidad, inclusión y equidad, honradez, y gobierno abierto…
Todo eso es el triunfo del comunismo en la ciudad de México. Claudia Sheinbaum es comunista: no sale de los lugares comunes.