EL CRISTALAZO
La otra moral y el acoso
Quizá a algunas personas les pueda parecer extravagante la insistencia de esta columna en tocar el tema del acoso, sus modalidades, sus repercusiones y el auge de este asunto en los días cercanos, pero el asunto va más allá de los límites del decoro, el pudor, la privacidad o el delito: se trata de una actitud política, tanto como para convertir a Oprah, por ejemplo, en la esperanza electoral de millones de personas seducidas por un simple (poderoso, pero nada más allá de una proclama), dicha con las palabras precisas, en el momento adecuado y frente a una audiencia favorable.
La avalancha de quejas, denuncias extemporáneas, y actitudes solidarias, se ha convertido en una demanda política; esto es, una actitud frente a la cual ya no se podrá nunca presentar una oferta electoral, para ningún cargo en el mundo, si antes no se pasa por la aduana de un compromiso explícito ante los abusos (lo cual es bueno), pero con el riesgo de exagerar hasta el absurdo y convertir a la mujer víctima (la mujer cosa, dicen las feministas), en la mujer riesgo, la mujer verdugo, capaz de subir al cadalso de una agresividad no existente, a todo aquel cuya conducta se pueda o se quiera interpretar como grosero avance o inadmisible insistencia grosera, vulgar; ofensiva.
Cuando así sea, bien. Pero cuando no es así y sólo se presenta de esa forma para lograr notoriedad o beneficios exigibles por la cesación de una demanda o una acusación pública, malo.
Pero estas divagaciones no son una cura en salud, al menos no para esta columna. Son riesgos y posibilidades. Al menos eso dicen otras feministas, otras mujeres, con otras prendas intelectuales y de militancia en movimientos favorables a la igualdad. Y en la igualdad no hay víctimas ni victimarios. En la igualdad no hay violencia.
Vea usted este manifiesto:
“…un colectivo formado por un centenar de artistas e intelectuales tomó este martes la dirección contraria al firmar un manifiesto opuesto al clima de “puritanismo” sexual que desató el caso Weinstein. La proclama, publicada en el diario “Le Monde”, está firmada por conocidas personalidades de la cultura francesa, como la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet, la cantante Ingrid Caven, la editora Joëlle Losfeld, la cineasta Brigitte Sy, entre otras notables mujeres.
“La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”, afirman las autoras de este manifiesto. “Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, especialmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Eso era necesario. Pero esta liberación de la palabra se transforma en lo contrario: se nos ordena hablar como es debido y callarnos lo que moleste, y quienes se niegan a plegarse ante esas órdenes son vistas como traidoras y cómplices”, defienden las firmantes, que lamentan que se haya convertido a las mujeres en “pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas…”
“…En un registro más moderado, Deneuve también se opuso a este fenómeno a finales de octubre.
“No creo que sea la forma más adecuada de cambiar las cosas. ¿Después qué vendrá? ¿’Denuncia a tu puta’? Son términos muy excesivos. Y, sobre todo, creo que no resuelven el problema”, declaró entonces. También Millet, crítica de arte y autora del relato autobiográfico La vida sexual de Catherine M., se ha opuesto repetidamente a un feminismo “exacerbado y agresivo”.
“Las firmantes aseguran que las denuncias registradas en las redes sociales se asimilan a “una campaña de delaciones y acusaciones públicas hacia individuos a los que no se deja la posibilidad de responder o de defenderse”. “Esta justicia expeditiva ya tiene sus víctimas: hombres sancionados en el ejercicio de su oficio, obligados a dimitir […] por haber tocado una rodilla, intentado dar un beso, hablado de cosas intimas en una cena profesional o enviado mensajes con connotaciones sexuales a una mujer que no sentía una atracción recíproca”, dicen en la tribuna…
“…El manifiesto alerta también sobre las repercusiones de este nuevo clima en la producción cultural.
“Algunos editores nos han pedido […] que hagamos a nuestros personajes masculinos menos ‘sexistas’, que hablemos de sexualidad y amor con menos desmesura o que convirtamos ‘los traumas padecidos por los personajes femeninos’ en más explícitos”, denuncian las firmantes, oponiéndose también a la reciente censura de un desnudo de Egon Schiele en el metro de Londres, a la petición de retirar un cuadro de Balthus de una muestra del Metropolitan de Nueva York o a las manifestaciones contra una retrospectiva dedicada a la obra Roman Polanski en París”.
Ya alguna vez una estúpida propuso censurar a García Márquez por sus putas tristes convertida en película, (y a Kawabata, de paso), por ubicar a una niña como foco de sus pasiones.
De una vez, manden a la hoguera a Lolita (luz de mis ojos, fuego de mis entrañas) y a Nabokov.