EL CRISTALAZO
Los ecos de Otero, otra vez
Algunas personas me han preguntado acerca del contexto en el cual se produjo la famosa pieza de Mariano Otero en torno de lo fundamental y la unidad nacional.
Fue una improvisación, podríamos decir “castrista” (como los discursos de Fidel Castro, de tres horas “apenas”) durante el Congreso Constituyente de 1842 cuando el federalismo y la conformación nacional eran el tema central de todos los debates.
Pero la pieza rebasa –dice Jesús reyes Heroles–, “la mera defensa del federalismo. Su alcance teórico es mucho mayor, pero a diferencia del ”Examen Analítico”, no se queda en la pura doctrina. Los juicios políticos menudean. Expresamente se separa de las abstracciones. No se está, dice, en una sesión académica; no se puede, pues, caerse en las cuestiones abstractas y generales. Se pretende buscar las instituciones que deben regir la vida nacional para mediante ella asentar la estabilidad y lograr el progreso.”
Pero por encima del alegato federal (esencialmente las regiones y estados configuran una unidad política llamada República), Otero explica algo importante bajo cuya luz hoy podríamos entender la realidad entre los mexicanos y Estados Unidos. La idea, no de aquel liberal sino de esta columna es simple: la política e los Estados Unidos no ha variado y es consecuencia, a su vez, o al menos correspondencia, con nuestra política hacia ellos.
De alguna manera estamos pagando la patraña de haber cedido con la sonrisa del Mr. Amigo.
Y en el enorme discurso de Otero se lanzan ya –desde entonces– las advertencias. Leamos:
“…El infortunio y la desolación han sido los amargos frutos del sistema que hoy se ensalza y que se quiere plantear y yo no se qué diríamos, señor, si cada uno de los Estados de la antigua federación mexicana se presentase delante de nosotros para exponernos sus horrores y mostrarnos sus infortunios…
“…En este lugar mismo, no ha muchos días, que con el corazón lleno de dolor vimos el fúnebre gemido de Yucatán, y yo por mi, digo que cuan do escuchaba atentamente aquella dolorosa manifestación de todo lo que esa porción importantísima de la República había sido bajo la misma dominación española, de la situación a la que la redujo el centralismo y del funesto espíritu de división que cunde en los Departamentos lejanos, he creído ver ahí el germen de más de una desgracia.
“¡Cuántos otros han callado señor! Ahora mismo que yo hablo, los infortunados habitantes de los departamentos limítrofes, se encentran en la desesperación porque no pueden resistir a los bárbaros que con un furor salvaje talan sus campos; degüellan sus ganados, incendian sus casas e inmolan las familias de poblaciones enteras (como ahora los “narcos frente a las ineficientes y cómplices policías estatales); y este azote horrible acompañado de tantos otros, ¿creéis que en nade influye PARA SEMBRAR EL GERMEN DE LA DIVISIÓN en esos Departamentos remotos y despoblados?
“¿CREÉIS QUE LA RAZA ANGLOSAJONA NO SE APROVECHE de su constante atenuación? Quizá no esperaremos demasiado tarde de este letargo.
“Ni es mejor la suerte de los Departamentos interiores. La agricultura y el comercio se encuentran en una decadencias espantosa, y LA INDUSTRIA CUYO ESPÍRITU BRILLÓ POR UN MOMENTO, TIEMBLA TODOS LOS DÍAS ANTES LAS MAQUINACIONES DEL EXTRANJERO… (mayúsculas mías)”
Dos elementos de importancia actual se destacan en este largo discurso: el aprovechamiento de “la raza anglosajona” de nuestras debilidades (las cuales fomenta de manera incesante con su “guerra cultural suave”; es decir, el cine, la música, la educación de las élites nacionales allá, etc; el “american way” en general) y las maquinaciones del extranjero, ahora expresadas en la demolición de un tratado de libertad comercial cuya estructura fue siempre un riesgo, como ahora vemos.
Lamentamos ahora la insolencia cuando no fuimos capaces de negarnos desde un principio a ejercer formas hasta de co-gobierno, como sucedió cuando se abrió la oficina binacional alterna de intervención directa (a pocos metros de la embajada “regular”) con pretexto de la lucha contra el narcotráfico bajo la forma policía de la “Iniciativa Mérida”, una forma sutil de presión (la artífice fue Hillary Clinton, casualmente) con el mismo diseño de la experiencia colombiana.
Nadie puede disculpar este viraje del gobierno de Trump hacia la barbarie, pero México hoy carece de herramientas eficaces para defenderse ante sus excesos.
Las marchas de “intelectuales” gritando “el que no brinque es Trump”; las quejas sin destinatario, no harán sino exasperar (y justificar) los fundamentos del gobierno americano, y en el afán de quedar bien con sus electores (ya ha dicho varias veces, “sólo cumplo mis ofertas de campaña y seré duro en eso”), va a extralimitarse y sólo será en las propias instituciones estadunidenses donde se le pueda poner un límite. No desde aquí.
Es la vieja historia de las gallinas de arriba y las gallinas de abajo.