Desde siempre se ha sabido que en las ciudades o como quienes la llaman contextos urbanos, hemos coexistido con otros organismos, sean plantas y/o animales, pero también, desde una perspectiva sumamente antropogénica e inocente se ha querido presentar a los centros urbanos como el lugar único de los seres humanos, situación que desde hace al menos una década, ha dejado de ser la premisa principal y ahora vemos con mayor frecuencia que hablamos de un lugar creado por el ser humano, en el cual cohabitamos con otros seres vivos, por demás importantes.
Somos testigos que la mayor parte de la literatura crítica, urbanística, social, ambientalista y científica señalan a la expansión urbana como un proceso desastroso, devastador, anti-ambiental y como una de las causas principales del declive de la biodiversidad. Pero al mismo tiempo, sigue su paso el crecimiento y concentración de la población en las urbes, que llegará a la cifra de más del 70%.
Y ahora, para la siguiente década hay que pensar en el quehacer ecológico en la ciudad, pues de cierto tenemos:
Las ciudades son espacios de cohabitación de varias especies, aunque predomine la especie humana
Es un hábitat creado, no natural, en el cual el proceso de adaptación es clave para todos esos organismos vivos que coexisten
Resulta importante entender el conjunto de las interacciones bióticas
Y lo central es la conservación de la biodiversidad, para beneficio del ecosistema, de las especies, su hábitat e interacciones, que entre otras cosas produce bienes y servicios ecosistémicos para el ser humano.
Sin embargo, la acción ecológica urbana, tiene como marco contextual retos por demás enormes y determinantes como lo son:
La crisis del agua
La crisis climática
La crisis de pérdida de biodiversidad
Y el crecimiento demográfico aunado a una mayor concentración
Bajo todos estos escenarios, se antoja complejo el actuar, pues cada una de las decisiones que se adopten, guardan una interdependencia, por ejemplo, el incrementar la masa vegetal en la ciudad, trae aparejado la gestión del recurso hídrico, para garantizar la solvencia o factibilidad de la disposición del agua para mantenerla. O bien, cuando se decide reforestar la ciudad con alguna especie por ser esta carismática, ornamental o vistosa, ¿cómo afectamos a la biodiversidad?, pues incrementamos las poblaciones de una especie, pero podemos afectar el hábitat y poblaciones de otros organismos y máxime si son especies exóticas que se están introduciendo a costa de la pérdida de especies nativas. O si se quiere, podemos pensar que para mitigar el cambio climático colocamos lámparas Led, al amparo de una mejor eficiencia energética y ello, incide o tiene un impacto mortal en algunos seres vivos como los insectos que mueren por la atracción de la luz o se confunden en su orientación. Y así podemos citar numerosos ejemplos, como los cambios de uso del suelo para asentamientos humanos, que reducen la superficie natural y por ende, los ecosistemas naturales y los hábitats de especies, como el cacomixtle que deambula ahora por las calles y en las cochera y techos de las casas, y porque no, con ello, se incrementan las islas de calor y en consecuencia la temperatura, que puede ser un factor mortal en determinadas especies como los polinizadores, y ya no diga más, sobre los contaminantes que circulan en la atmósfera por las emisiones del transporte y la industria.
Como podemos observar, ya no se trata sólo del árbol o la eficiencia energética por si mismas, ahora debemos abrir el abanico de forma muy amplia, pero al mismo tiempo, focalizar, las acciones prioritarias en el actual contexto.
De esta forma, ahora hay que preguntarse, para el caso de la vegetación urbana ¿qué debemos reforestar?, ¿cuánto, en dónde, de qué forma y para qué?, en este sentido, no se puede pensar de igual forma, pues en el fondo de lo que se trata es cambiar el paradigma de sólo tener o reducirse a contar con vegetación, pues la dirección correcta ahora caminara por la senda del paradigma de la conservación de la biodiversidad urbana, en principio.
Somos seres vivos y dependemos en gran medida, a pesar de las posiciones de los tecnólogos, de la biodiversidad, en muchos más sentidos de lo que se pueden imaginar, como es el caso de la salud humana.
Los paradigmas de la ecología urbana emergente alcanzaran los planteamientos del urbanismo en clave de sostenibilidad, pero también a otras áreas del conocimiento e intervención humana.
En la actualidad hay un buen número de instrumentos ambientales que se han utilizado para minimizar los impactos ambientales como las evaluaciones de impacto ambiental o los ordenamientos ecológicos y no es que desaparecerán, pero sí tendrán que reorientarse y además crearse otros mejores que abonen a este Telar Urbano.
Se trata entonces de mirar el hilado y la forma en que se teja, es decir, se trata de una perspectiva más fina de ir bordando el tramado urbano con mayor complejidad. Y en este sentido, el nuevo marco legal o regulatorio tendrá que deslizarse a fin de hacer compatible los nuevos paradigmas con el actuar de los actores sociales, económicos y políticos.
Estamos en el tiempo justo, sólo basta mirar a lo lejos desde la posición del pasado y presente, para encontrarnos en una década mucho más sostenible y vivible para todos los seres vivos que cohabitamos la llamada ciudad.