La ruta histórica
Al avanzar las conquistas de los españoles hacia el norte del Nuevo Mundo, en 1546 descubrieron en la vasta zona habitada por los indios chichimecas las ricas minas de plata; ello motivó la inmediata apertura por parte del gobierno virreinal de lo que sería el Camino Real de Tierra Adentro, que inicialmente partía de la ciudad de México y llegaba a la ciudad de Zacatecas, fundada dos años después. El también llamado Camino de la Plata ya estaba funcionando hacia 1550 y atrajo un inusual movimiento de colonizadores.
Mientras el camino real México-Zacatecas avanzaba a través de los llamados “llanos de los Chichimecas”, los pueblos de Querétaro y San Miguel -fundados en 1531 y 1542, respectivamente- estaban en pleno auge debido al continuo tráfico y el comercio hacia las minas de Zacatecas; por ello, en los siguientes años el gobierno virreinal otorgó numerosos permisos para fundar en las provincias de Jilotepec y Chichimecas posadas y ventas, para prevenir que los viajeros sufrieran daños a lo largo del camino, así como estancias para ganado que en el siglo XVII dieron paso a la creación de las haciendas.
Al descubrirse las minas zacatecanas, la ruta que partía de la ciudad de México ya estaba bien definida hasta Querétaro. Había un tráfico regular de mercaderes, ganaderos, funcionarios y ganado por la provincia de Jilotepec. Cruzaba los pueblos de Cuautitlán, Tepeji, Jilotepec y San Juan del Río, donde había paradas. Entre Querétaro y la posterior fundación de San Felipe había dos caminos principales que iban a Zacatecas. Uno se dirigía al noroeste hacia San Miguel y luego a lo largo de la orilla oriental del río hasta San Felipe. El otro iba al norte, a partir de Querétaro, pasaba al este del Paso de Nieto (donde se separaba una rama hacia San Miguel); luego volvía hacia el noroeste, a través del Paso de Jofre (cerca de lo que después sería San Luis de la Paz) y recorría los llanos llamados La Mohina, para unirse con el otro camino en cierto punto, entre el río de los Sauces y San Felipe.
La vía corta del camino al real de minas de Zacatecas comenzaba en la ciudad de México, continuaba por Cuautitlán, Tepeji del Río, Jilotepec, San Juan del Río, Querétaro, Santa Rosa Jáuregui, Montenegro, Pinto, Puerto de Aguirre, Buenavista, Puerto de Nieto, San Miguel, La Petaca, San Gabriel, San Diego de la Unión, Portezuelo, Ojuelos, Encinillas, La Palma, Las Bocas, Ciénega Grande, Cuicillo, San Diego y Zacatecas. Es claro que la edificación del camino fue paulatina. Primero, camino de herradura; luego, adaptado a los primeros carros pequeños que, al parecer, transportaban la plata en bruto durante los años iniciales, y finalmente los carros de tonelada y media o dos de capacidad, invento de Pascual Carrasco.
La carreta fue el mejor medio para introducir los productos. Los centros principales para el transporte de carretas fueron los pueblos de Querétaro y San Miguel. Según tradición, esta empresa de transporte debió su impulso inicial al fraile Sebastián de Aparicio, llamado “introductor del transporte de los ricos metales de Zacatecas en carros”. Gran energía mostró Aparicio al promover el comercio, que entre Querétaro y Zacatecas llegó a ser floreciente; él mismo se metió a carretero, para poner el ejemplo. Este auge comercial cobró tal importancia que llevó al primitivo pueblo de Querétaro a mudarse al sitio actual, donde pudo aprovechar mejor la creciente actividad comercial.
Esta vía se utilizó entre los siglos XVI y XIX para transportar la plata extraída de las minas de Zacatecas, así como de las de Guanajuato y San Luis Potosí descubiertas años después, además del mercurio que se traía de Europa. Aunque su origen y función están vinculados a la minería, el Camino Real propició el establecimiento de vínculos sociales, culturales y religiosos entre los españoles y los grupos indígenas; ello lo llevó a extenderse hasta Santa Fe de Nuevo México (en el siglo XVI parte de Nueva España y hoy de Estados Unidos), con una extensión de 2 560 kilómetros. El recorrido se hacía en seis meses. Iniciaba en la ciudad de México y cruzaba por los estados de México, Hidalgo, Querétaro, Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes, Zacatecas, San Luis Potosí, Coahuila, Durango y Chihuahua, en territorio mexicano; más allá del río Bravo, se prolongaba por Nuevo México hasta Santa Fe y Taos.

Cuatro sitios en la Declaratoria del 2010
Durante los últimos años, el Camino Real de Tierra Adentro ha significado un motivo importante de cooperación multilateral y una aportación a la identidad de áreas histórico-culturales en el norte de México y el sur de Estados Unidos, como unidad resultante de procesos comunes. En 1994, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México y el National Park Service (NPS) de Estados Unidos, decidieron colaborar en conservar el patrimonio por medio del Programa El Camino Real de Tierra Adentro. Se crearon convenios y proyectos con diversas instituciones académicas. Las acciones del programa se han realizado principalmente en los estados mexicanos de Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí y Querétaro, y en Texas y Nuevo México, en Estados Unidos.
En 2010, los esfuerzos para la investigación, conservación y difusión del Camino Real de Tierra Adentro permitieron, por parte de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO), el reconocimiento de la ruta como un Itinerario Cultural, Patrimonio de la Humanidad, mediante su declaratoria emitida el 1 de agosto de ese año, por “testimoniar un importante intercambio de valores humanos a lo largo de un periodo de tiempo o dentro de un área cultural del mundo, en el desarrollo de la arquitectura o tecnología, artes monumentales, urbanismo o diseño paisajístico”, y asimismo “ofrecer un ejemplo eminente de un tipo de edificio, conjunto arquitectónico, tecnológico o paisaje, que ilustre una etapa significativa de la historia humana”.
En la lista de sitios de la declaratoria no aparecen la totalidad de lugares relacionados con la ruta histórica, únicamente se incluyeron 60, cinco de los cuales ya habían sido incorporados al patrimonio mundial: las ciudades de México, Querétaro, Guanajuato, San Miguel de Allende y Zacatecas. Del total de sitios que contiene la declaratoria, cuatro tocan al estado de Querétaro: el Centro Histórico de la ciudad de San Juan del Río, la antigua hacienda de Chichimequillas, la capilla de la antigua hacienda de Buenavista y el Centro Histórico de la ciudad de Santiago de Querétaro.
La capilla de la hacienda de Buenavista
De los cuatro sitios declarados como Patrimonio Cultural de la Humanidad, el menos conocido es la capilla de la hacienda de San José Buenavista. Esta finca se originó en la merced que otorgó el virrey Luis de Velasco el 11 de marzo de 1556 a Jorge Cerón Saavedra y Pablo de Vargas de dos sitios de estancia en términos del pueblo de Querétaro, a unas seis leguas hacia el norte, en el lugar conocido como “llano de las ovejas”, a un costado del Camino Real de Tierra Adentro que llevaba a la villa de San Miguel. Uno de los sitios era de ganado menor y el otro de ganado mayor, colindantes con la estancia de Martín Jofre.
La hacienda de Buenavista se completó a inicios del siglo XVIII, con varias mercedes que cedió el virrey Luis de Velasco hijo a varios colonos españoles; en 1616, Tomás González de Figueroa compró en 2 500 pesos la unidad agropecuaria más importante de la región: la estancia y labor llamada Santa Catarina; en 1634, Domingo Díaz Varela compró en 10 400 pesos las haciendas de Buenavista y Santa Catarina, que incluían doce sitios de estancia de ganado mayor y menor, y quince y media caballerías de tierra; formaron la mayor propiedad del distrito de Querétaro. Al morir Díaz Varela, su mujer y dos hijos vendieron la hacienda de San José Buenavista en 3 500 pesos al capitán Juan de Orduña, vecino y regidor de la ciudad de México.
La capilla de Buenavista data del último tercio del siglo XVII (1671-1672), fecha que está labrada en el escudo heráldico que aparece en lo alto de la portada. La mandó edificar Diego de Orduña Sosa y Castilla, criador de ganados mayores y menores, hombre poderoso y de cierto linaje nobiliario. El 22 de septiembre de 1670 firmó ante el escribano Lorenzo Vidal de Figueroa un contrato con José de Bayas Delgado, maestro de arquitectura, para que se encargara “de hacer y maestrear la obra de dicha capilla y sacristía de ella […] hasta que se acabe con toda perfección”.
Bayas Delgado se encargó de la obra cuando los cimientos ya existían. Con su atrio al frente, la capilla luce una fachada de ornamentación sobria; la única calle que la conforma es de dos cuerpos y un remate. En el primero, un vano de medio punto da acceso al interior y dos pilastras de capiteles toscanos lo flanquean. En el segundo registro hay una ventana, en cuyo dintel se observa una fecha; “1672 años”, que, sin duda, es la de su terminación. Una pequeña cornisa da pie al remate, donde está esculpido un escudo -que bien podría ser el de la familia Orduña- y sobre éste dos cruces en el mismo eje. La fachada guarda elementos que revelan su estilo constructivo, ejemplo de ello son las enjutas del medio punto de acceso; su ornamentación piramidal es similar a las pechinas del soto coro de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe de la ciudad de Querétaro, que ejecutó en la década de 1670.
José de Bayas Delgado, maestro de arquitectura y ensamblaje, nativo de la ciudad de Puebla de los Ángeles, se avecindó desde joven en la ciudad de Querétaro, donde contrajo matrimonio en 1657 con Isabel de Larrea Ayala y Arciniega. Se volvió a casar en 1679 con Juana Buitrón y Mojica, con quien procreó cuatro hijos: José, Francisco Xavier, Isabel y Joaquín. Fue un digno exponente del barroco novohispano del siglo XVII y, entre las muchas obras que realizó en Querétaro y otras ciudades del Bajío, destaca la construcción del templo de la Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe, el cual se estrenó en 1680 y mereció los elogios del erudito Carlos de Sigüenza y Góngora en su obra literaria titulada Glorias de Querétaro.









