Ayer, en la primera plana de este periódico, se expuso la dura realidad que nuestro estado enfrenta a causa de la sequía: cinco presas vacías, y casi el 97% de nuestro territorio en Querétaro se está quedando seco por la falta de lluvia. Pero ¿cómo nos afecta esto? ¿Cuál es el impacto en la zona rural y en la metropolitana? La dependencia de diferentes fuentes de agua y las distintas vulnerabilidades socioeconómicas están intrínsecamente relacionadas con estas diferencias.
En las áreas rurales, la vida y la economía están estrechamente vinculadas a los recursos hídricos superficiales como bordos y presas. La escasez de lluvias ha llevado a una disminución alarmante en los niveles de agua en estos cuerpos. Algunos de los posibles impactos son los siguientes: I) el riego, que depende en gran medida de estos recursos, sufre una reducción que conduce a menores rendimientos de cultivos y pérdida de cosechas; II) la falta de agua potable afecta la salud del ganado y la productividad; III) la pérdida de hábitats acuáticos tiene un efecto devastador en la fauna local, y IV) la escasez de agua para consumo humano lleva a una mayor incidencia de enfermedades relacionadas con el agua.
La zona metropolitana, con su gran población y economía en expansión, depende principalmente del agua subterránea extraída del acuífero. La sequía y la falta de lluvias tienen un impacto igualmente preocupante en esta área. La disminución de la recarga de los acuíferos conduce a la sobreexplotación, lo que puede causar subsidencia del suelo y pérdida de resiliencia ante futuras sequías. Además, la mayor dependencia del agua subterránea puede conducir a problemas de calidad, incluyendo la presencia de contaminantes. Por otro lado, la escasez de agua puede limitar la expansión industrial y comercial, frenando el crecimiento económico; y las áreas más pobres de la ciudad pueden verse más afectadas por la escasez de agua, exacerbando las desigualdades existentes.
La unión entre la gestión del agua y el bienestar de la comunidad nunca ha sido más evidente. La sequía no es solo un problema meteorológico, es un desafío multifacético que toca todos los aspectos de nuestra vida, desde la agricultura y la industria hasta la salud y la igualdad social. La gestión inadecuada del agua puede llevar a una crisis de proporciones catastróficas. Necesitamos políticas sólidas, inversión en infraestructuras resilientes y una consciencia ciudadana comprometida con la conservación del agua. Es hora de reconocer que el agua no es solo un recurso; es un derecho, un legado y una responsabilidad compartida. La solución requiere una visión conjunta y una acción decidida, no solo de los gobiernos y las corporaciones, sino también de cada individuo. No podemos permitirnos el lujo de tomar este recurso vital como garantizado.
En resumen, nos enfrentamos a un ciclo sin fin que termina por afectarnos a todas y todos. Las cifras no mienten, y siguen alertándonos a cambiar y a rehusar el agua todas las veces posibles. Hoy hablamos de la realidad que enfrenta Querétaro, pero es solo una pequeña muestra de lo que está pasando a nivel nacional.
Esta crisis no es una anomalía aislada; es una advertencia y un llamado a la acción. El agua, esencia de la vida, no discrimina en su ausencia. Desde las llanuras y montes rurales hasta los bulliciosos centros urbanos, todos somos vulnerables. La gestión responsable y sostenible de este recurso vital no es una opción, es una necesidad imperativa. No podemos permitirnos el lujo de postergar las soluciones ni de ignorar las alarmas que suenan cada vez más fuerte. La naturaleza nos está hablando; es hora de escuchar y actuar. El futuro de Querétaro, y de nuestro país, depende de ello.