Las recientes manifestaciones antigubernamentales en varias ciudades cubanas han acaparado la atención mundial de los medios y de los analistas. Para México, Cuba ha sido motivo de discusión ideológica desde los años sesenta del siglo pasado. Ahora lo es igualmente. La movilización de grandes sectores de la población ha polarizado tanto a Cuba como a México. Pero ¿Qué es realmente lo que pasa en esa isla?
Se mencionan varias causas, desde el hambre provocada por un mal manejo de la crisis del Covid19, hasta la manipulación de las agencias estadounidenses para desestabilizar a la isla, provocaciones orquestadas por elementos contrarrevolucionarios, organizados y financiados desde Estados Unidos por los grupos anticastristas, con propósitos desestabilizadores, un retroceso intervencionista de Biden con respecto del histórico acercamiento que había logrado Obama. Se ha llegado a decir de parte de algunos comentaristas nacionales, un tal Ciro Gómez, que el bloqueo económico no representa nada, que no es cierto que el bloqueo norteamericano sea la causa de ninguna crisis, que todo se debe al sistema socialista a que se ha aferrado Cuba desde la Revolución aún después de la caída de la Unión Soviética y la crisis del Socialismo, así como al poder omnímodo de los Castro y del Partido Comunista de Cuba.
Hagamos un poco de historia. Desde principio de los años noventa, Cuba ha enfrentado las consecuencias de la caída de la URSS, su disolución y crisis provocada por Yeltsin. La caída soviética impactó en un desplome del PIB cubano de más del 35% en 1990-1993. En vez de proponerse y adoptar un nuevo modelo que asegurara la viabilidad económica de la isla, persistieron en el socialismo soviético, pero ya sin la URSS, esto ha llevado a numerosas crisis económicas estructurales con efectos acumulativos, agravados por la persistencia de las sanciones y el bloqueo económico de parte de Estados Unidos. El bloqueo tan prolongado ha incidido definitivamente en la capacidad de la isla para reponerse del abandono de la URSS, pero los errores de los gobiernos cubanos, los dos Castro, Fidel y Raúl, y el actual Díaz-Canel, han provocado la intensificación de la crisis.
A raíz de la victoria del Chavismo en Venezuela, Cuba tomó un segundo aire, que se fortaleció con la sucesión de Maduro. Pero, a su vez, la crisis provocada por Guaidó, el autoproclamado presidente sostenido por Estados Unidos y algunos países aliados y el bloqueo de Estados Unidos a Venezuela, cuyo PNB cayó entre el 30 y 35 por ciento en 2020-2021, dejaron a Cuba sin este enorme asidero económico que significó Venezuela. Para colmo, el recrudecimiento de las sanciones a Cuba de parte de Trump impidieron a Cuba enfrentar de mejor manera la embestida de la pandemia del Covid 19. Con Biden en vez de significar una esperanza se profundizó la crisis.
Hay que recordar que, a pesar de estar prohibido el dólar como moneda de referencia, en la práctica existe un mercado negro y no tan negro ya que en los hechos es la moneda de reserva por ser el turismo la principal fuente de divisas de la isla, incluso, las últimas decisiones relativas a la unificación cambiaria ratifican al dólar como referencia del nuevo tipo de cambio unificado, para lo cual se ha definido un anclaje nominal del peso cubano. Estas decisiones se han tambaleado por efectos de la pandemia, que redujo el turismo y el ingreso de divisas a niveles mínimos. Esta decisión ha sido tardía y se toma en los momentos menos indicados, error de estrategia económica.
La vulnerabilidad cubana por los choques externos ha sido y continúa siendo muy alta. La producción interna se ha estancado y no alcanza a compensar los déficits externos. La producción de azúcar, alimentos, tabaco y textiles es sólo una caricatura de lo que se producía en tiempos del apoyo soviético. La producción industrial también ha caído sensiblemente, además de la obsolescencia tecnológica que le resta competitividad en el ámbito internacional. Las exportaciones de servicios profesionales y las remesas de los cubanos en el extranjero no alcanzan a paliar los déficits de la balanza de pagos. Esta situación ha llevado al colapso del consumo interno, incluso al hambre y a la desesperanza por la falta de oportunidades de ingreso. En estas circunstancias, la continuación del bloqueo estadounidense es criminal.
La crisis actual no se resolverá con fórmulas ideológicas, es necesario que el liderazgo cubano se plantee seriamente un modelo alternativo, al estilo China de Deng Xiao Ping, para incrustarse en el mercado mundial de otra manera a como lo ha hecho hasta ahora y pueda ir construyendo una viabilidad cierta para el futuro económico de la isla. Díaz-Canel debe dejar el ancla de los Castro y atreverse a encabezar un modelo social, político y económico que sea viable en el contexto de las presiones estadounidenses, pero que pueda captar otro tipo de apoyos de la comunidad internacional, principalmente del sistema de las Naciones Unidas, así como de diversificar la economía. Para ello es preciso dejar el dogma socialista y buscar otras opciones dentro del abanico de la socialdemocracia, debe hacer efectivos los enormes recursos educativos, culturales y políticos que ha demostrado que tiene más que muchos países en desarrollo. Es el momento del cambio, si no se aprovecha la crisis puede ser disruptiva con resultados inciertos. Cuba está nuevamente en el escaparate de la atención internacional, puede aprovechar esta circunstancia para dar indicios de un cambio estructural que le signifique apoyos, no repudio. La moneda está en el aire.