Ariel González
Que todos los gobiernos mienten es un hecho. Pero la historia enseña que los regímenes autoritarios o dictatoriales que gozan de una gran popularidad pueden mentir más fácilmente sin importar lo absurdas y hasta groseras que puedan resultar sus mentiras. Es más, cuanto mayor ha sido el encantamiento de las masas, más grotesco ha sido el engaño y mucho más terribles los hechos y resultados que lo acompañaron.
Ahora mismo estamos viendo cómo en Estados Unidos Donald Trump puede mentir con un enorme descaro a sus audiencias más fieles acerca de temas como los inmigrantes , la labor de la USAID (la Agencia de EU para el Desarrollo Internacional por sus siglas en inglés), los resultados “injustos” del T-MEC o, por supuesto, el narcotráfico.
Del lado mexicano Claudia Sheinbaum hace lo propio acerca de innumerables temas como la democracia (hoy socavada) y el Poder Judicial (pronto sometido a base de tombolazos y abyección). Pero en los últimos días también nos viene engañando sobre la nueva relación con EU, sobre cómo se está desarrollando la “cooperación” (genuflexión, en realidad), el espionaje consentido y los esfuerzos de su gobierno mexicano para combatir el narcotráfico en forma por demás singular: sin tocar a nadie de su partido, mucho menos gobernadores como Rubén Rocha o personajes como Cuauhtémoc Blanco.
Esto sí que representa, hay que admitirlo, un enorme esfuerzo, porque miren que aparentar combatir el narcotráfico empezando por las últimas filas de este, encarcelando a cientos y dejando un reguero de muertos como en las mejores épocas de la guerra de Calderón, pero intactos a los políticos ligados a esta actividad (y a otras aledañas, como el huachicoleo, la extorsión, etc.) requiere de una gran puesta en escena y de una extraordinaria capacidad para el funambulismo, amén de “cabeza fría”, claro está.
No es raro que aun en medio de las rispideces arancelarias (mientras escribo esto ya Trump volvió a amenazar con gravámenes, ahora al acero y al aluminio mexicanos), dos políticos populistas como Trump y Sheinbaum tengan coincidencias, por ejemplo, en torno de la USAID. A trump y a Elon Musk –quien define a la USAID como “simplemente una bola de gusanos”– les parece que esta debe cerrar, cosa que desde acá (haciendo suyo una vez más un viejo reclamo de López Obrador) aplaude la Presidenta Sheinbaum, porque cree que la libra del escrutinio de organizaciones como Mexicanos Contra la Corrupción e Impunidad. Los presuntos extremos se vuelven a tocar: los une por encima de todo su autoritarismo.
También coinciden en su forma de argumentar: llena de ligerezas y muy descuidada lógica. Si para Trump la solución al problema del narcotráfico está en México –cosa muy dudosa si se analiza con seriedad la cuestión–, para Sheinbaum EU debe hacer su parte: “¿cómo es que llega? ¿Qué pasa después de la frontera? ¿Quién opera la distribución (…), quién vende la droga en las ciudades de Estados Unidos que han provocado tanta tragedia, dónde va el dinero de la venta de esa droga en Estados Unidos?”
No cabe duda de que estos últimos son, por sí mismos, cuestionamientos pertinentes. Sin embargo, al pasar al tema de las armas del narcotráfico (algo que también recoge del legado de López Obrador, quien encontró en este asunto un gran filón para distraer a la opinión pública) plantea: “¿Cómo es que hay armas en México de uso exclusivo del ejército de Estados Unidos? ¿Quién las vendió, cómo llegaron a nuestro país?”
Es decir, Sheinbaum y Trump están jugando al muy improductivo ¿Qué fue primero: el huevo o la gallina, las armas o el narco? Cada uno lanza al otro una bolita igualmente demagógica: EU no tendría drogas si no fuera porque México las introduce (Trump); y los narcos mexicanos no estarían armados hasta los dientes si EU no les vendiera armas (Sheinbaum). Estamos viendo que los dos tienen mucho oficio en eso de culpar al de enfrente, pero en este juego, no lo olvidemos, hay una parte muy poderosa, y la otra –en definitiva– muy débil.
Trump o su Departamento de Estado podrían hacerse exactamente las mismas preguntas de Sheinbaum pero con relación a las armas: “¿Qué pasa después de la frontera? ¿Quién opera la distribución [de las armas], quién vende [las armas] en las ciudades de México que han provocado tanta tragedia, dónde va el dinero de la venta de esas armas en México?” Y para Trump, que ha acusado abiertamente al gobierno mexicano de estar coludido con el narcotráfico, la respuesta a estas preguntas sería obvia: ya que las armas cruzan nuestra frontera, por sus muy porosas y corruptas aduanas, sólo el gobierno federal, sus fuerzas armadas, los gobiernos estatales y sus policías pueden saber cómo se las distribuye y a dónde van las ganancias.
Se supone que Sheinbaum consiguió, junto con la próroga de un mes para los aranceles, el compromiso de EU “a trabajar para evitar el tráfico de armas de alto poder a México”. Pues bien, todo parece indicar que la “exitosa” y celebrada llamada telefónica con Trump está resultando absolutamente vaga y etérea: en menos de 10 días ya pende sobre el país una nueva amenaza arancelaria (sobre el acero y el aluminio), al tiempo que Trump confirma su devoción por la Segunda Enmienda (misma que garantiza el derecho de los ciudadanos de su país a poseer y portar armas, y claro, también de venderlas) suscribiendo una orden ejecutiva para relajar aún más el control de armas.
Así las cosas, es hora de que Sheinbaum se haga una pregunta mucho más relevante: ¿cómo van a llegar sus “exitosos” acuerdos a fin de mes?
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez