El 5 de junio es el día mundial del medio ambiente y la campaña internacional se centra en la restauración de las tierras, la resiliencia a la sequía y la desertificación, bajo el lema «Nuestras tierras. Y llama la atención la cuestión central de la restauración, en tanto que la restauración es un proceso que busca reparar, recuperar o volver a su estado anterior lo que esta dañado. O sea que se reconoce que el medio ambiente en al menos lo que se refiere a tierras y ecosistemas, esta dañado, de donde se desprende la pregunta ¿hemos realizado acciones y medidas, pero son insuficientes, o seguimos en la brecha de la degradación, contaminación y agotamiento de los recursos naturales como el agua?
Por ejemplo, Naciones Unidas señala que “En 2015, el mundo se comprometió con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 (ODS6) como parte de la Agenda 2030, que promete que todo el mundo dispondrá de agua y saneamiento seguros para 2030. Sin embargo, estamos muy lejos de conseguirlo, y miles de millones de personas no tienen acceso suficiente a agua potable y saneamiento.”
Bajo una mirada analítica, tomando en cuenta que se prevé que el consumo mundial de recursos naturales aumente un 60% de aquí a 2060 (Los recursos incluyen cultivos para alimentos, madera para energía, combustibles fósiles, metales como hierro, aluminio y cobre, minerales no metálicos, así como tierra y agua) en comparación con los niveles de 2020, según las Naciones Unidas. Y que la creciente demanda de recursos se debe a la urbanización, la industrialización y el aumento poblacional, que provocan graves consecuencias como la pérdida de biodiversidad, el estrés hídrico, el cambio climático y la contaminación atmosférica.
Pero no sólo importa la cantidad, sino también el ritmo, pues dicho ritmo al que estamos utilizando los recursos de nuestro planeta está relacionado con casi todos los aspectos de nuestras vidas. Esta explotación es el principal motor de la triple crisis planetaria, definida por las Naciones Unidas como la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la crisis de la contaminación.
En esta medida se han propuesto algunas estrategias como un «desacoplamiento» que reduzca el impacto ambiental del uso de los recursos y aumente la contribución al bienestar y, además, reorientar la demanda y permitir que el uso de los recursos crezca donde más se necesita, lo cual, abrirá vías para alcanzar los ODS y una prosperidad compartida y equitativa para todos. Pero también hay opiniones en el sentido de adoptar un “descrecimiento” económico y frenar el crecimiento poblacional.
Reducir la demanda nos lleva al tema de la desigualdad entre países ricos y pobres, pues es sabido que dichos países ricos utilizan seis veces más materiales per cápita y son responsables de 10 veces más impactos climáticos per cápita que los países pobres. Las desigualdades materiales deben abordarse como elemento central de cualquier planteamiento para hacer frente a la crisis ambiental planetaria.
Por otro lado, la regulación tiene un papel importante a la hora de desincentivar o prohibir las opciones que consumen muchos recursos, como los productos de plástico de un solo uso no esenciales. Y también son necesarios modelos empresariales que incorporen iniciativas de residuos, reducción, ecodiseño, reutilización, reparación, reciclaje y emisiones cero de CO2. Dentro de la reducción de consumo, se ha puesto mayor énfasis en la eficiencia, pues ello, ahorra recursos y valoriza los productos. Por ello, en la Unión Europea, en materia de energía, la apuesta es la eficiencia energética, sin dejar de lado las energías limpias. Y no se diga también en la agricultura, donde la eficiencia hídrica, es el factor clave para dejar de consumir demasiada agua.
Poca atención se les ha prestado a los suelos, a pesar de que, sin este recurso, no sería posible hablar de la alimentación, por ello, aunque es un recurso abiótico hasta cierto punto, es clave entender la relevancia de su restauración, conservación y protección, y no sólo desde la perspectiva alimentaria, sino también climática, pues el suelo, después de los océanos, es donde se almacena mayor cantidad de CO2, que mitiga la cuestión climática.
Los suelos degradados afectan la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad, pues la interacción entre suelo-planta-agua es fundamental para la vida misma.
Y esta problemática de los suelos impacta no un país sino a todo el planeta, es decir, se trata de una crisis global que de no atenderse nos conduce al colapso en varios aspectos.
Hay voces que expresan que “El camino hacia la sostenibilidad es cada vez más empinado y estrecho, y la ventana de oportunidad se está cerrando”. Y agregan que “La ciencia es clara: la cuestión clave ya no es si es necesaria una transformación hacia el consumo y la producción sostenibles de recursos a escala mundial, sino cómo hacerla realidad ahora. Abordar esta realidad, basándose en conceptos evolutivos de una transición justa, es una parte esencial de cualquier camino creíble y justificable hacia el futuro”.
En cuanto a la pérdida de biodiversidad, no hay duda alguna que al menos se pueda cumplir la meta acordada internacionalmente de conservar el 30% del territorio y mares para el 2030, la cual ya de por si es reducida, es decir menos del 50%.
Así como la cuestión de los suelos, la biodiversidad o diversidad biológica, es indispensable para la evolución, no se ha comprendido y es común confundirla con la reforestación de árboles (cuestión cuantitativa), si bien, guarda una cierta relación, con la reforestación, no se constriñe exclusivamente a eso, pues lo relevante, es la diversidad de especies (en cuanto a vegetación), y en ello hay que considerar, como se ha presentado en la COP de Biodiversidad, que la introducción de especies exóticas es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad, de tal modo, que cuando pensamos en reforestar, además de considerar la diversidad de especies, también hay que tomar en cuenta que sean especies nativas y su diversidad, no sólo plantar una especie.
Asimismo, la cuestión de la Justica Ambiental parece que es clave para enfrentar la crisis ambiental plantearía, y en voz de la Dra. Izarelly Rosillo, señala que el elemento clave son los derechos intergeneracionales. Y que ahora, con el acceso a la justicia, los ciudadanos podrán exigirle aún más a los gobiernos y empresas que hagan lo necesario y correcto para evitar profundizar en la crisis, tal como ha sucedido recientemente en el juicio ganado por las mujeres mayores de edad en Suiza, contra su gobierno, por la inacción y negligencia climática.
La justicia ambiental por si misma no cambia las cosas, pero, si induce a que los responsables ambientales deban llevar a cabo acciones y medidas para evitar, restaurar o compensar los daños ambientales o externalidades negativas.
La justicia ambiental, es una cuestión de presión, para inducir y obligar a hacer lo que corresponda (o evitar cierto tipo de acciones) a los responsables (sean estos agentes públicos o privados).
Este 5 de junio el medio ambiente cobra suma relevancia, y no sólo como un factor de riesgo, sino como la condición de nuestra existencia misma.
Para rematar citaremos al Centro Mexicano de Derecho Ambiental CEMDA que nos dice lo siguiente: “El pleno disfrute de los derechos humanos incluidos los derechos a la vida, la salud, la alimentación y el agua depende de los servicios que prestan los ecosistemas. La prestación de esos servicios depende de la salud y la sostenibilidad de los ecosistemas, que a su vez dependen de la diversidad biológica. Por consiguiente, el pleno disfrute de los derechos humanos depende de la diversidad biológica, y la degradación y la pérdida de diversidad biológica socavan la capacidad de las personas para disfrutar de sus derechos humanos.”