Primera parte
En días recientes recibí una invitación de la Sociedad Científica Juvenil para participar en una mesa redonda dentro del evento llamado “Nuestra huella medioambiental: la sostenibilidad”, que se realizará los días 28 y 29 de octubre y que forman parte de Octubre Urbano que es un evento dirigido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su programa ONU-Hábitat y cuyo objetivo es realizar diferentes actividades que acerquen a las personas del mundo a los problemas del desarrollo sostenible y sus posibles soluciones, logrando así un mejor futuro urbano.
Y lo que se plantea es responder a las siguientes preguntas: ¿Qué es desarrollo sostenible? ¿Qué involucra un desarrollo sostenible? y ¿Qué características debe tener una comunidad, en este caso urbana, para considerarse sostenible?
Por otra parte, se pone a discusión ¿El concepto de desarrollo sostenible es igual para todas las comunidades? ¿Cómo aplicar el concepto de bienes comunes (como el agua, aire, etc.) en el desarrollo de ciudades sostenibles? ¿Qué está haciendo México para el desarrollo de ciudades sostenibles?
Lo anterior evidencia la urgente necesidad de abordar críticamente, desde nuevas perspectivas y paradigmas, el desarrollo, bajo las características ambientales y sociales.
Pues resulta, que desde sus orígenes el desarrollo sostenible, comprendió tres dimensiones o esferas: lo económico, lo social y lo ambiental, pero lo que ha sucedido es que la primera dimensión, que es lo económico, ha predominado y postergado a las otras dos esferas, de tal manera, que lo ambiental continúa en una especie de “espera” empero, deteriorándose cada día más, como ya se ha evidenciado sobre todo en temas focales como la calidad del aire, la perdida de especies, los cambios de uso del suelo y su consecuente devastación, la contaminación de aguas y mares. Así también, lo social es toda una asignatura pendiente para remontar la pobreza, la participación efectiva de la sociedad en la toma de decisiones y en el impacto de los grandes proyectos de infraestructura o desarrollo. Podríamos decir que como orientación general es correcto el concepto de desarrollo sostenible, pero en su aplicación esta reprobado. Ahora bien, dicho concepto encierra una temporalidad, es decir, que se trata de realizar acciones que permitan a las generaciones futuras heredar un mundo sostenible, sin que nos acabemos, destruyamos o contaminemos en el presente el planeta, lo cual resulta un tanto de ficción, pues ya se nos acabo el tiempo, ahora ha comenzado el tiempo cero.
Sin embargo, no podemos culpar al concepto, pues en realidad, la causa de dicho fracaso se lo debemos al sistema económico actual, que antepone la ganancia por encima de todo, incluyendo los valores y principios éticos, mismos que al decaer, han provocado una crisis civilizatoria de enormes magnitudes.
Lo que debe cambiar es justo el sistema económico.
Ya desde el 2002 en el libro “Ética, Vida y Sustentabilidad” publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente PNUMA, se apuntaba desde la Introducción lo siguiente:
1. La crisis ambiental es una crisis de civilización. Es la crisis de un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depredado a la naturaleza y negado a las culturas alternas. El modelo civilizatorio dominante degrada al ambiente, subvalora la diversidad cultural y desconoce al Otro (al indígena, al pobre, a la mujer, al negro, al Sur) mientras privilegia el modo de producción y un estilo de vida insustentables que se han vuelto hegemónicos en el proceso de globalización.
2. La crisis ambiental es la crisis de nuestro tiempo. No es una crisis ecológica, sino social. Es el resultado de una visión mecanicista del mundo que, ignorando los límites biofísicos de la naturaleza y los estilos de vida de las diferentes culturas, está acelerando el calentamiento global del planeta. Este es un hecho antrópico y no natural. La crisis ambiental es una crisis moral de instituciones políticas, de aparatos jurídicos de dominación, de relaciones sociales injustas y de una racionalidad instrumental en conflicto con la trama de la vida.
3. El discurso del “desarrollo sostenible” parte de una idea equívoca. Las políticas del desarrollo sostenible buscan armonizar el proceso económico con la conservación de la naturaleza favoreciendo un balance entre la satisfacción de necesidades actuales y las de las generaciones futuras. Sin embargo, pretende realizar sus objetivos revitalizando el viejo mito desarrollista, promoviendo la falacia de un crecimiento económico sostenible sobre la naturaleza limitada del planeta. Más la crítica a esta noción del desarrollo sostenible no invalida la verdad y el sentido del concepto de sustentabilidad para orientar la construcción de una nueva racionalidad social y productiva.
Y como puerta alterna, se planteaba en ese documento, en su punto 9 de la Introducción que “La ética de la sustentabilidad entraña un nuevo saber capaz de comprender las complejas interacciones entre la sociedad y la naturaleza. El saber ambiental re-enlaza los vínculos indisolubles de un mundo interconectado de procesos ecológicos, culturales, tecnológicos, económicos y sociales. El saber ambiental cambia la percepción del mundo basada en un pensamiento único y unidimensional, que se encuentra en la raíz de la crisis ambiental, por un pensamiento de la complejidad. Esta ética promueve la construcción de una racionalidad ambiental fundada en una nueva economía –moral, ecológica y cultural– como condición para establecer un nuevo modo de producción que haga viables estilos de vida ecológicamente sostenibles y socialmente justos”.
En la siguiente entrega abordaremos los restantes temas de discusión que se propone dicho evento.