México es cada día un país más surrealista y fallido. Ejemplos: Ahora el sexenio gubernamental es de siete años o más, gracias a la cobardía y abyección de millones de ciudadanos. El creador y amo del Movimiento de Degeneración Nacional primero humilló, calificando de “corcholata”, a quien pocos meses después transfiguró en emperatriz, supuestamente, para mandar en el Palacio Nacional, pero cercándola con varios reptantes que responden a él. Además, le impuso la perniciosa tarea de destruir por destruir, la que, ciega y amorosa, cumple a cabalidad. Es obvia la respuesta si alguien pregunta ¿quién manda aquí?
En este país se sigue ejerciendo el poder político mintiendo, robando y traicionando ante los ojos del mundo; y muchos ricos, clasemedieros y pobres aplauden sumisos, encorvados y agradecidos. En las encuestas de opinión publicadas el gobierno sale reprobado en todas las asignaturas de la administración pública pero con amplio respaldo a su titular. En las casas, calles y tertulias es frecuente escuchar todo tipo de inconformidades y mentadas de madre en contra de funcionarios ineptos y corruptos, pero millones, maiceados como animales, son acarreados a las plazas públicas y a las urnas electorales.
Lo que está por saberse es hasta dónde llegarán la incompetencia y la perversidad del obradorato y la devastación nacional que acomete febrilmente, y cuándo iniciaremos los ciudadanos el largo y penoso camino de reconstrucción nacional, conscientes de que cada día que pase será más difícil, y de que solamente merecen la libertad y la justicia quienes están dispuestos a defenderlas.
Por supuesto, frente a las graves amenazas que provienen del exterior todos los mexicanos debemos cerrar filas con el actual gobierno sin excusa ni pretextos, pero eso no debe ser óbice para olvidar que nuestras grandes desgracias han sido ocasionadas principalmente por nosotros mismos. La división, el encono, la cobardía, el egoísmo y la falta de amor a México nos hace piltrafas ante los acosos externos; eso sí: nuestra graciosa emperatriz gorjea desafiante (para risa del yanqui) que a México se le respeta por ser un país libre, independiente, soberano y bla, bla, bla…
La fortaleza de un pueblo la constituye la calidad de sus instituciones y la defensa que hace de sus derechos. En México las leyes son piezas prescindibles del engranaje nacional, porque la principal organización criminal es el gobierno que destruye la vida institucional, abraza a los delincuentes de todo pelaje, y “el pueblo bueno y sabio” se resigna y se acomoda arrullado por frasecitas mentirosas, vacías, idiotas y patrioteras.
La libertad y el ejercicio de los derechos deben ser producto del esfuerzo honesto, lo demás es botín. Todos anhelamos un paraíso, pero la mayoría quiere que lo construyan otros.