En esta primera semana del año, cuando trazamos propósitos y encaramos nuevos comienzos, nos encontramos también frente a año electoral decisivo. Este momento, más que nunca, es crucial para reflexionar sobre las responsabilidades de nuestros líderes y candidatos, especialmente en términos de gestión ambiental y planeación hídrica. Es el tiempo perfecto para promover no solo acciones inmediatas, sino también una visión preventiva y una planificación a largo plazo en materia de recursos hídricos.
La historia ha demostrado repetidamente que las soluciones a corto plazo y las políticas reactivas son insuficientes para abordar las complejidades de la gestión del agua. En un año electoral, es fundamental que los tomadores de decisiones y los candidatos adopten y promuevan el principio precautorio en sus agendas. Esto significa ir más allá de las soluciones temporales o de “apagar fuegos”, y comprometerse con una planificación y gestión hídrica que anticipe y prevenga crisis futuras.
El principio precautorio debe ser el pilar de la política hídrica. Este enfoque nos insta a considerar las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones y a prevenir los problemas antes de que surjan. En un país donde los retos relacionados con el agua son tan diversos como críticos, desde la sobreexplotación de acuíferos hasta la contaminación de ríos y la escasez en zonas urbanas y rurales, una estrategia proactiva no es solo deseable, sino indispensable.
En el contexto del cambio climático, este principio adquiere una relevancia aún mayor. Los fenómenos hidrometeorológicos extremos, como sequías prolongadas e inundaciones devastadoras, son reflejo directo del cambio climático que impacta severamente nuestra seguridad hídrica. La planificación hídrica, guiada por el principio precautorio, debe integrar medidas de adaptación y mitigación para enfrentar estos desafíos. Esto implica la implementación de infraestructuras resilientes, la promoción de prácticas de uso sostenible del agua y la inversión en tecnologías que anticipen y manejen eficientemente estos fenómenos extremos. Al hacerlo, podemos construir un futuro más seguro y sostenible, minimizando los riesgos y maximizando la resiliencia de nuestras comunidades frente al cambio climático.
Este nuevo año, y especialmente este año electoral, representa una oportunidad para marcar un cambio de rumbo en la gestión del agua. Es un llamado a los candidatos y a los ciudadanos para que elijan la previsión y la sostenibilidad sobre la reacción y la improvisación. Las decisiones que tomemos ahora resonarán en las generaciones futuras, determinando la salud de nuestros ecosistemas, la viabilidad de nuestras ciudades y la calidad de vida de nuestra gente. Es momento de exigir y comprometerse con una gestión hídrica que mire hacia el futuro, asegurando un legado de abundancia y equilibrio para México.