La primera vez que conocí a Carlos Pellicer fue en la Ciudad de México, en algún lugar de las Lómas, el año del Cometa Kohutek, Pellicer solía poner un nacimiento especial en Navidad y musicalizarlo en su garaje. Yo era un niño, y no me acuerdo bien el autor o la pieza musical y, nos dieron la bienvenida, un señor calvo de gran presencia y amable, una señora estaba ahí también, apagaron las luces, oscuridad completa en un lugar donde cabían máximo 10 personas, el cielo, eran estrellas perforadas en el doble techo del lugar y poco a poco iba amaneciendo sobre el musgo, en el cielo en vez de una estrella de oriente, aparecía el Kohutek. Las figuras despertaban conforme la luz se volvía más brillante, y la música cambiaba al Aleluya, Había nacido el señor. El pesebre, el niño Jesús, ángeles y arcángeles. Uno podía llorar y ya. Quizá duró 10 o quince minutos todo el montaje. Nunca he visto cosa igual en los últimos 50 años. La calidad es algo muy difícil de encontrar en cualquier lado, no necesitaba leer a Pellicer para entender la magnitud de su pensamiento y del cariño a cualquier cosa. Una de esas actitudes que se deben de imitar, conservar, admirar y desear que todos los niños mexicanos fueran así, sensibles, con la capacidad de creación de algo fuera de serie de 10 minutos.
El tema que hoy nos lleva a hablar de Pellicer es el Museo La Venta y su futuro desenlace.
Museo al Aire Libre La Venta: La puerta al mundo Olmeca en Tabasco
Ubicado en el corazón de Villahermosa, Tabasco, el Museo al Aire Libre La Venta es uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos de México. Este espacio no solo resguarda piezas monumentales de la antigua civilización Olmeca, sino que ofrece una experiencia única al integrar el arte prehispánico con la exuberancia natural del trópico tabasqueño.
Un museo entre la selva
Inaugurado en 1958 por el poeta, museógrafo y promotor cultural Carlos Pellicer Cámara, el museo representa una propuesta pionera: sacar el arte del encierro museístico para colocarlo en contacto directo con la naturaleza. La propuesta fue radical para su época y sigue siendo visionaria. En lugar de vitrinas, hay árboles centenarios; en lugar de luces artificiales, el sol y la sombra se alternan entre la vegetación y las esculturas de piedra.
El museo se divide en dos zonas: una arqueológica y otra zoológica. En la primera, se exhiben más de 30 piezas originales olmecas —entre ellas altorrelieves, altares, estelas y las famosas cabezas colosales— que fueron trasladadas desde el sitio arqueológico de La Venta (hoy en el municipio de Huimanguillo), cuya conservación se vio amenazada por la expansión petrolera en los años cincuenta.
Carlos Pellicer: el poeta del trópico y del arte
Nacido en Villahermosa en 1897, Carlos Pellicer Cámara fue una de las figuras más destacadas del movimiento literario conocido como el grupo de los Contemporáneos, además de un ferviente defensor del patrimonio cultural mexicano. Su sensibilidad poética estuvo siempre vinculada al paisaje tropical y a la memoria de los pueblos originarios.
Pellicer fue pionero en la creación de museos con un enfoque humanista y emocional. Trabajó en hacer varios museos en México, entre ellos el Anahuacali en Coyoacán, Frida Kahlo, Museo Arqueológico de Hermosillo. Su labor como museógrafo tenía una clara vocación educativa, estética y social.
El Museo La Venta es quizá su proyecto más personal, una síntesis entre su amor por la arqueología, la selva y la poesía. Es, al mismo tiempo, una obra de arte y una declaración de principios sobre la importancia de preservar la memoria indígena en su contexto natural.
La grandeza de la cultura Olmeca.
Las esculturas del museo permiten una conexión íntima con el arte y la cosmovisión Olmeca, considerada la “cultura madre” de Mesoamérica. La más impactante es, sin duda, la Cabeza Colosal número 1, con más de 2.4 metros de altura y casi 20 toneladas de peso. Su imponente expresión y casco ceremonial reflejan la sofisticación simbólica y técnica de los olmecas, quienes florecieron entre los años 1500 y 400 a.C.
Cada pieza está acompañada por descripciones que explican su iconografía y función ritual. Los visitantes caminan entre senderos de tierra, musgo, ceibas y palmas, en un entorno que simula el ambiente original donde estas obras fueron concebidas hace más de dos milenios.
Un museo vivo
La segunda sección del museo, el zoológico, complementa la experiencia con fauna típica de la región, como jaguares, monos saraguatos, tucanes y cocodrilos. Este diálogo entre pasado prehispánico y presente natural convierte al Museo La Venta en un espacio profundamente educativo y sensorial.
Además, el museo funciona como centro de investigación, educación y conservación, siendo visitado anualmente por miles de personas, tanto locales como internacionales. Su diseño orgánico y su propuesta museográfica han sido reconocidos como un modelo de preservación del patrimonio en armonía con el entorno.
Un viaje imprescindible por el sureste mexicano
Visitar el Museo al Aire Libre La Venta es sumergirse en las raíces más antiguas de la civilización mesoamericana mientras se camina entre ceibas, lianas y el canto de las aves. Es también un ejemplo de cómo el arte puede dialogar con la naturaleza sin ser invadido, un museo que no se mira desde afuera, sino que se habita.
“Invitar al paisaje a que venga a mi mano, invitarlo a dudar de sí mismo, darle a beber el sueño del abismo en la mano espiral del cielo humano.” Carlos Pellicer
La cultura desechable y su demolición inminente, un manifiesto es necesario.
Ante la propuesta de demolición del Museo al Aire Libre La Venta, en Villahermosa, Tabasco, para la construcción de un nuevo recinto. Consideramos esta acción no solo innecesaria, sino gravemente lesiva para el patrimonio cultural de México, y potencialmente violatoria de la Ley Federal del Derecho de Autor, en particular de los derechos morales del poeta y museógrafo Carlos Pellicer, autor intelectual de este museo.
“Estar árbol a veces, es quedarse mirando (sin dejar de crecer) el agua humanidad y llenarse de pájaros para poder, cantando, reflejar en las ondas quietud y soledad.” Carlos Pellicer
El Museo La Venta no es un museo convencional. Fue concebido como una obra museográfica única, en la que Pellicer integró la selva, la piedra y la historia en un lenguaje poético y pedagógico sin precedentes. Su diseño no se limita a la disposición de piezas olmecas: constituye una creación con valor autoral que, en términos legales, puede considerarse una obra protegida bajo la legislación vigente.
Recordemos que los derechos morales de autor son inalienables y perpetuos. Modificar, intervenir o destruir esta obra sin respeto a su integridad supone un acto jurídicamente cuestionable y culturalmente irreparable. Demoler el museo equivaldría a mutilar un mural, desaparecer un poema o suprimir una sinfonía de nuestro acervo nacional.
El fortalecimiento de la cultura no se logra a través del borrado de su historia, sino del respeto, la conservación y la reinterpretación digna de sus expresiones más significativas.
“Nada nos hiere tanto como hallar una flor sepultada en las páginas de un libro. La lectura calla; y en nuestros ojos, lo triste del amor humedece la flor de una antigua ternura.” Carlos Pellicer
México pierde su patrimonio diariamente, ante la especulación de bienes raíces, museos mal administrados, archivos que se venden en el extranjero, fundaciones cerradas, ausencia de políticas culturales, falta de representantes de la comunidad, instituciones educativas mediocres, una falta de hacer comunidad, una falta de hacer país o de hacer futuro.
Regresando al principio de mi artículo, la búsqueda de la calidad, la construcción de valor, son fundamentales en tener una mejor sociedad. La destrucción sistemática del patrimonio es hacer que México como país y como sociedad tenga menos valor. Y al final una cultura llena de errores, sólo nos lleva a acostumbrarnos a vivir en el error.
Carlos Pellicer Cámara es un destacado poeta mexicano. Entre sus obras más importantes destacan “Colores en el mar y otros poemas” (1921), “Piedra de sacrificios” (1924), “Hora y 20” (1927), “Camino” (1929), “Hora de junio” (1937) y “Recinto y otras imágenes”(1941)
Nada nos hiere tanto como tratar de definir y proteger a los poetas con textos de abogados y constituciones y políticos que (con una pésima redacción) no hacen otra cosa que descalificar a autores que se la rifan por su país, para ser apuñalados por el sistema, autores que nacen con un honor propio y un orgullo de crear estética universal. A México le urge demostrar algún tipo de honor, ahora en tiempos de narcocorridos y narcoseries traducidos a 16 idiomas, mismos que definen nuestra imagen internacional.
Lo que nos salva como país, es nuestra otra cultura, los otros compositores, los poetas y artistas que se salvan de un sistema que se ha acostumbrado a cada vez ser menos.
México sabio ha entrado en un placer, de sonrisas de destruir lo hecho que no es perfecto, y reemplazarlo por opciones todavía más imperfectas a partir de la descalificación perpetua en un ciclo interminable, un culto a la revancha. Hay que entender desde los Aztecas y los españoles, la dimensión del tiempo, todo se hace en la suma de tiempos, la suma de un esfuerzo enfocado, los españoles destruyeron a cañonazos las pirámides de Tenochtitlán y construyeron el monumento a la torpeza arriba de Cholula. El museo más importante de México y de renombre internacional es de aquello que se destruyó con rabia. Si se hubiera respetado la cultura, la Ciudad de México sería la gran maravilla del mundo. No lo somos.
En la siguiente etapa de nuestra historia mestiza la catedral tomo 300 años, y si cada virrey hubiera demolido la catedral anterior, tendríamos una capilla de paja, el progreso de cualquier sociedad es terminar los esfuerzos incompletos, perfeccionar, sumar, hacer mas grande. Hacer sociedad es aprender a sumar. Cuando en cada ciclo se resta y se reemplaza con menos, deja de ser una suma.
Somos una misma cultura en lo universal y me molesta mucho que mi persona sea definida universalmente por una narcoserie.
