Daniel de la Fuente
Se puede decir que el fotógrafo Alejandro Cartagena es un retratista y ciertamente lo es: su serie “Identidades Nuevo León”, compilada en el 2005, da cuenta de cómo son los nuevoleoneses del siglo 21.
Es un curioso, lo que comprueba “Espacios habitables”, del año siguiente, que muestra rincones de espacios íntimos desde ángulos no convencionales, o un investigador, faceta que se refleja en “Suburbia mexicana”, del 2006 a 2009, donde develó lo invisible: a través de las minicasitas se constataba la pauperización de la vida moderna, las malas políticas públicas vistas en la expansión infinita de viviendas, lo que detonaba problemas graves sociales.
Esta serie incluyó otros aspectos como la destrucción de ríos, la transformación del paisaje.
Este proyecto le atrajo los premios Critical Mass 2009 y Hey, Hot Shot! de NY.
Se dice “proyecto”, porque Cartagena -nacido en Santo Domingo, República Dominicana el 13 Abril 1977 y radicado en Monterrey desde los 13 años de edad-, desde temprano comenzó a trabajar de esta manera: en proyectos.
“Cartagena es ante todo un estudioso y un investigador del lenguaje fotográfico como ningún otro”, comenta el también fotógrafo Juan Rodrigo Llaguno. “A partir de sus facetas de creador y editor ha llevado su visión crítica del entorno urbano regiomontano a una difusión global, permitiéndonos ver lo que no queremos ver”.
Pero lo que redimensionaría más su perfil de explorador de la lente fue la serie “Carpoolers”, del 2011, que pronto le valió recibir los premios del jurado y del público de la muestra The Fence. El proyecto consistió en capturar desde lo alto de un puente peatonal a trabajadores que viajaban acostados o sentados en cajas de camionetas.
Esta variante del interés del artista por el crecimiento urbano desmedido ha permanecido tan vigente que el pasado 28 de mayo, 13 años después, el fotógrafo estadounidense Zach Dobson subió varias fotos de la serie y escribió: “’Carpoolers’ del fotógrafo mexicano Alejandro Cartagena, es una serie de fotografías que me detuvieron en seco. Es inmediatamente atractivo y estimulante. ¿Con qué frecuencia vemos trabajadores así y no lo pensamos dos veces?”.
Añadió: “Me encanta cómo esta serie obliga al espectador a prestar realmente atención a los temas. ¿Quiénes son? ¿Dónde comenzaron su día y hacia dónde van? ¿Qué tipo de trabajo están haciendo? ¿Cuáles son sus planes y sueños?”.
Por eso, también, Cartagena es, además de artista e investigador, un explorador. Un contador de historias.
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La opinión de Dobson no es la primera: en el 2017 el fotógrafo Steve McCurry, autor del famoso retrato de la niña afgana Sharbat Gula, publicado en la revista National Geographic, visitó Monterrey y, al afirmar que las mejores fotos son acerca de la vida, cuentan una historia y están llenas de emociones, puso de ejemplo “Carpoolers”.
“Dije: ‘puede ser algo aburrido’, pero cuando vi las fotos fue algo formidable. Cada foto contaba una historia increíble, asombrosa”, aseguró el estadounidense, miembro de la prestigiosa agencia Magnum.
Durante una pausa en su agenda, vía Zoom, Cartagena evoca ahora el inicio de “Carpoolers”, que tanto éxito le ha atraído: derivado de aquel proyecto de retratar las casas de interés social, el artista veía que en las esquinas de las colonias remotas llegaba el “arqui” con los albañiles en la parte de atrás de las camionetas.
“Se me hizo interesante, pero no sabía cómo documentarlo”, cuenta. “Algo personal que me hizo también interesarme fue que mi abuelo fue albañil y me subía con él a la camioneta para ayudarle a mezclar el cemento, cargar ladrillos.
“Fueron muchas semanas de obras y de chingarle, perdón mi francés”, sonríe.
La luz que le daría vida al proyecto nació por una invitación del Colegio de la Frontera Norte para ilustrar un libro sobre cómo la gente usa los coches: “Me dieron como 10 investigaciones, me chuté los textos y medio me inspiré, así que en una de esas me fui al puente de Gonzalitos que está entre Julio Cepeda y Galerías y empecé a fotografiar el tráfico hacia el norte y hacia San Pedro”.
Cartagena podrá repetir muchas veces la anécdota en el futuro, pero es seguro que nunca se pueda entender la emoción hasta no ver las fotos: en una de esas sesiones, el artista miró hacia abajo y vio pasar a unos albañiles acostados en la caja de una camioneta.
“¡Esta es la imagen que buscaba!”, evoca, “y tal cual: ¡pum, pum! ¡Wow!”.
En una de las peores épocas violentas en la Ciudad, entre el 2011 y 2012, Cartagena pasó meses desde aquel puente fotografiando con perspectiva cenital cientos de vehículos con personas acostadas, tapadas, acurrucadas, leyendo el periódico o conversando junto con sus herramientas y materiales.
“Son tres, carriles, era cuestión de suerte: pasaban por la izquierda, por la derecha, en fin”, comenta. “Aprendí que los mejopares días eran los martes y viernes, que es cuando pagan. Los lunes eran más difíciles”.
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El padre de Cartagena nació en República Dominicana y fue de la generación que vivió la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, quien envió a jóvenes a estudiar a universidades del extranjero. El papá fue becado para estudiar ingeniero industrial mecánico en el Tec de Monterrey.
En la Ciudad, el señor conoció a la que sería la madre del fotógrafo y se fueron a vivir a Dominicana, donde nació el artista, quien vendría eventualmente de vacaciones a la tierra de su mamá: entonces Villa de Juárez.
“Como teníamos huertos en Dominicana, trabajaba allá vendiendo naranjas, mandarinas, toronjas, y me acuerdo que a los 11 años en unas vacaciones me tocó trabajar en el patinadero del Mol del Valle, que construyeron mi abuelo y el hermano de mamá.
“Ya a los 13 años nos vinimos a vivir acá, lo que fue un shock.
Siento que ese impacto me llevó a ser artista: siempre vi todo con una tela de juicio, con crítica”.
Cartagena cuenta que resistió el cambio al hacerse “patineto”: “Encontré dos o tres amigos a los que les gustaban las patinetas y así logró combinar mundos.
Debido a que su padre era aficionado a la foto en su casa había álbumes familiares que fueron fundamentales a su llegada a México.
Esta revisión del pasado y su estética lo llevó a cursar artes visuales en la UANL, donde hizo hasta la maestría, y fue en el 2004 cuando entró como voluntario a la Fototeca de Nuevo León.
“Estuve un año haciendo de todo: pintando, recogiendo basura, lo que sea, sediento de aprender hasta que al año siguiente se abrió una vacante como digitalizador de acervo: ahí se reforzó mi fascinación por las imágenes antiguas y así pude conocer la historia de la Ciudad y del País”.
En aquella época, Cartagena aprendió a fotografiar, escanear, imprimir, retocar y escribir sobre foto.
“No estaría aquí sin esa época en la Fototeca”, expresa, y es que ahí tomó su primer taller de foto, con Aristeo Jiménez.
“Yo había trabajado en un restaurante de mis papás en Juárez, había comprado una cámara en el 2001 y en una época que viví en Estados Unidos (‘haciendo loqueras de joven’) tomaba paisajes, florecitas, pero con Aristeo vi la posibilidad de documentar cosas y espacios como gente cocinando, en el trabajo, cosas con una historia”.
Cartagena descubrió que el lenguaje fotográfico existía y que se podían contar cosas, por lo que empezó la serie de retratos que más tarde se conocería como “Suburbia mexicana”: puros nuevoleoneses en el amanecer del siglo 21.
Entonces tomó una decisión difícil.
“Decidí vivir de mi arte, así que renuncié a la Fototeca, a dar clases y me propuse dedicarme a mis proyectos”, recuerda.
“No fue fácil, claro, no tenía nada, fueron tres o cuatro meses de depresión en la cama hasta que llegó la llamada del Colegio de la Frontera Norte y lo del libro de cómo la gente usa los coches”.
Y nació “Carpoolers”, que pronto llegó a las páginas de medios internacionales como New York Times, The Guardian.
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Domingo Valdivieso, actual coordinador de la Fototeca, conoce a Cartagena desde el 2004.
“Es de los pocos fotógrafos que ha comprendido muy bien las diferentes etapas del trabajo creativo: la autodenominación, su formación, la creación, la conceptualización y la autopromoción y el mercado.
“Es de los autores que tiene una preocupación genuina de su contexto histórico y de la situación de su entorno en su momento”, dice. “Con una solvencia técnica depurada ha lograda conformar un cuerpo de trabajo inteligente que lo convierte en uno de los fotógrafos más representativos e influyentes de su generación”.
Y es que en el Cartagena fotógrafo, se entiende, se conjugan facetas: esteta, investigador, cronista.
Entendió bien la violencia, la transformación urbana abrupta, la destrucción del entorno, los anhelos y las explotaciones sociales, de ahí que al preguntarle por sus creadores visuales predilectos mencione a artistas como el británico Paul Graham, quien ha retratado la cultura estadounidense.
“Al estudiar la historia del arte supe que mi afán era hacer un retrato del regio de mi tiempo, del mexicano, del latinoamericano, por lo que empecé con la gente, sus casas, cómo se transportan: esa era la idea, cómo era el mexicano del siglo 21, pero te lo enseño de 20 maneras diferentes.
“Estos proyectos no son aislados, son pedazos que, sumados, te dicen cuál es mi visión de la foto, del arte contemporáneo, de la historia de mexicano del siglo 21. Y hay 20 años de proyectos que cuentan una historia enorme”.
Cartagena celebrará el aniversario con una retrospectiva que exhibirá el próximo año el Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) y un libro que publicará la editorial neoyorquina Aperture.
“No ha sido fácil este tiempo”, reflexiona Cartagena, padre de Carlota y Fausto. “Me costó mi divorcio hace unos años, porque, pues, necesitas estar un poco loco y tener una devoción absoluta por lo que crees.
“No puedes ser tibio en esto: tienes que ser todo o nada”.
El fotógrafo es categórico: debes de ser fiel a tu fuego interior, pero investigar, ser crítico, contextualizarte en el mundo.
“Tu obra debe llevar a la reflexión sin que tú seas explícito”.
Con un vasto archivo de proyectos aún por publicar, Cartagena hizo una pausa para dedicarse junto con otros a la promoción de artistas, publicar libros de otros, hacer expos, esto a través de una galería sin espacio físico llamada Fellowship.
“Estamos centrados en la investigación del arte generativo, inteligencia artificial”, comenta sobre la galería, que ya ha llevado expos a ferias internacionales.
Cartagena tiene una presencia internacional importante con proyectos de su autoría; impulsando la presencia de artistas en el interior del país y en la escena internacional, y en el escenario del fotolibro con proyectos editoriales, afirma Valdivieso.
“Sin temor a equivocarme es de los fotógrafos más completos en la escena fotográfica actual”, dice.
Cartagena, por su parte, señala que su exploración apenas está empezando.
“Es media carrera: creo que me esperan 30, 40 años más”, sonríe.