He marchado en múltiples periodos de la historia del país. Primero en mi condición de homosexual en lucha por derechos humanos, desde los inicios del movimiento LGBT+, en los 70. Después en calidad de ciudadano en lucha por la democracia –desde la izquierda–, para defender el voto de Cuauhtémoc Cárdenas, en 1988, y de Andrés Manuel López Obrador, en 2006. Igual para denunciar a mujeres asesinadas por feminicidio, o en favor del aborto y su libertad para elegir tener o no hijos. Si lo personal es político, no hay vuelta de hoja sobre la idea de marchar por las causas de todos y todas.
Democracia es una palabra dudosa que utilizamos con diferente contenido. Pero hay un punto medio para su mejor empleo: democracia es respetar toda diferencia. Por el lado de la derecha siempre ha sido impedimento el respeto de todo tipo: al feminismo en primer lugar, o derechos igualitarios hacia el conjunto LGBT+. La izquierda es reacia, se tarda pero concede derechos civiles. Eso bastaría para no equivocarme de camino. La derecha es hipócrita, la izquierda intenta no serlo.
Salir a la calle por el Instituto Nacional Electoral no es asunto del ciudadano, es un tema de los partidos políticos y de privilegios sobre salarios y prebendas de quienes trabajan en el INE. Bastaría con leer lo que quiere cambiar la Reforma Electoral para saber que mienten con la desaparición del INE. Es un pleito copular. Es política de arriba, no de abajo. Es mentir a gente desinformada para ganar oposición en la calle. No hay en la marcha del domingo asunto de derechos humanos o política civilizatoria. Es simplemente oposición que perdió en 2018, y los despistados que cayeron en sus mentiras, o que están convencidos de ese lado del mundo sin saber que son utilizados.
Por eso el domingo me quedé en casa, a resguardarme de la contingencia ambiental, a leer medios mayormente en contra del gobierno y a favor de causas poco claras. Con articulistas, columnistas e intelectuales denostando al presidente, que no bajan de dictador. Ojalá fueran a ver la película Argentina, 1985, para que entiendan la dimensión de lo que escriben. Se dicen demócratas y no quieren que se resuelva el caso Ayotzinapa, con Alejandro Encinas.
Por eso no marché.