De político a hacendado
Cuatro años después del inicio de la guerra de Independencia -que estalló el 16 de septiembre de 1810 en el pueblo de Dolores, pero se gestó en la ciudad de Querétaro- nació Timoteo, el segundo de los tres hijos que engendró el matrimonio formado por Mariano Marcos Fernández de Jáuregui y Díez -quien perteneció al linaje del marquesado de la Villa del Villar del Águila y fue teniente del Regimiento virreinal de Sierra Gorda- y María Dolores Pastor Marmolejo, hija de un coronel del Regimiento de Dragones Provinciales de Caballería de Querétaro.
Timoteo Fernández de Jáuregui Pastor nació el 28 de agosto de 1814 y el 20 de julio de 1839 contrajo nupcias en esta ciudad con María Dolores Septién y Villaseñor, hija del alférez real José Manuel Septién Primo y Ana Josefa Villaseñor Aldama; sus familias estaban emparentadas con la élite del Bajío y tuvieron vínculos con Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Josefa Ortiz de Domínguez y Agustín de Iturbide y Arámburu, principales protagonistas del movimiento libertario de Nueva España.
Timoteo y María Dolores procrearon diez hijos, de los cuales vivieron cinco: Catalina, Fabiana (1842), José Longinos (1847), Isidoro y Dolores (1854). María Dolores Septién heredó en 1846 de su padre las haciendas de Juriquilla, La Solana y San Isidro, ubicadas al norte de la capital, en la municipalidad de Santa Rosa, mientras que Timoteo Fernández de Jáuregui compró en 1854 la hacienda de San Juanico, una de las más productivas del valle de Querétaro. Al morir su esposa en 1857, Timoteo heredó las fincas de su propiedad, lo que le permitió convertirse en un próspero terrateniente durante la segunda mitad del siglo XIX:
Durante las primeras décadas del siglo XIX, varios integrantes del clan Fernández de Jáuregui participaron activamente en la vida política del estado de Querétaro. Juan Manuel Fernández de Jáuregui y Díez, tío de Timoteo, fue gobernador del estado durante un breve periodo (1849-1950). Timoteo inició su carrera en el servicio público en 1846, cuando el Congreso del Estado lo nombró parte integrante del Consejo Consultivo de Gobierno. Al terminar esta gestión, comenzó a escalar posiciones; el gobernador Francisco de Paula Mesa lo nombró en 1850 prefecto del Distrito de Querétaro.
El desempeño de estos cargos permitió a Timoteo vincularse con la élite política local y, al mismo tiempo, aumentó su posición económica al ingresar en el mercado inmobiliario de la propiedad rústica, mediante la compra que hizo de la hacienda de Santa María de los Molinos, mejor conocida como San Juanico, cuyo propietario original fue Fernando de Tapia, fundador del pueblo de Querétaro en 1531, según dice la tradición. San Juanico estuvo en su poder hasta 1883, cuando la puso en venta; durante tres décadas, formó parte de una estructura mayor de propiedades campestres ubicadas en el valle de Querétaro, junto con las haciendas de Juriquilla, Santa María Magdalena, Santa María del Retablo, San Isidro, La Solana y La Labor del Cerrito.
Al morir María Dolores Septién y Villaseñor en 1857, dejó entre sus bienes las fincas de Juriquilla, La Solana y San Isidro; nombró por herederos a sus hijos y por albacea a su esposo Timoteo; al realizar éste en 1862 la cuenta partitoria, se adjudicó todos los bienes que formaban el acervo hereditario de su esposa y constituyó sobre ellos y los suyos el haber de cada uno de sus hijos. En 1869, el amplio territorio que formaban las haciendas de San Juanico y Juriquilla con sus anexas, se repartieron entre los integrantes de la familia Fernández de Jáuregui y Septién.
Decidido imperialista
Al instalarse en 1864 en México el Imperio del archiduque austriaco Fernando Maximiliano de Habsburgo, Timoteo Fernández de Jáuregui fue parte del grupo de queretanos notables que simpatizaban con el partido conservador. Luego de que entró a Querétaro el ejército francés, se trasladó a la ciudad de México para buscar entrevistarse con el emperador y sumarse a su causa, pues años antes había enviudado. Aquí dejó a cargo de sus bienes y su familia a su yerno Bernabé Loyola, quien para entonces estaba casado con su hija Catalina. Permaneció en la capital cuatro años y regresó después de finalizar el Sitio de Querétaro, al triunfar las fuerzas juaristas con lo cual se restauró la República.
La corta estancia de Timoteo en la capital fue fructífera, pues, dada su amistad con el emperador Maximiliano, fue regidor del Ayuntamiento de la ciudad de México y presidente del Tribunal de Vagos; ambas instituciones las integraban, en su mayoría, representantes del Partido Conservador y, en menor medida, del moderado. Varios eran descendientes o estaban emparentados con con algunas de las principales familias de la época virreinal, poseedoras de títulos nobiliarios o nombramientos de alguna orden de caballería. Además, en 1865, Maximiliano distinguió a Timoteo con el título de Caballero de la Imperial Orden de Guadalupe, que había instituido su antecesor el emperador Agustín de Iturbide.
Timoteo Fernández de Jáuregui era amante de las bellas artes y cuando se desempeñó como regidor del Ayuntamiento de México, participó en la fundación de la Sociedad Filarmónica Mexicana; en el periodo 1866-1867 integró el grupo de 192 socios protectores, cuyas aportaciones económicas hicieron posible el sustento del Conservatorio; entre ellos había prestigiados intelectuales, científicos, políticos y músicos mexicanos como Gabino F. Bustamante, Agustín Caballero, Maximiliano Chavert, Antonio García Cubas, Juan A. Mateos, Luis Muñoz Ledo, Manuel Orozco y Berra, Manuel Payno, Manuel Romero Rubio, Manuel Romero de Terreros y Manuel Villaurrutia.
La Junta Directiva de la Sociedad Filarmónica Mexicana se formaba, en 1868, con Aniceto Ortega, presidente; Gabino F. Bustamante, vicepresidente; Luis F. Muñoz Ledo, secretario; Timoteo Fernández de Jáuregui, tesorero; Vicente Riva Palacio, Antonio Balderas, Tomás León, Eduardo Liceaga, Antonio García Cubas y Néstor Montes, como vocales. Todos eran miembros distinguidos de la intelectualidad mexicana de la segunda mitad del siglo XIX, con los que el hacendado y político queretano debió establecer importantes relaciones, las cuales fructificaron en los cargos públicos que desempeñó durante los siguientes años.
Seguramente en medio de ese ambiente Timoteo conoció a María de Jesús Contreras Trigos, quien a la postre sería su segunda esposa, al acudir a los primeros conciertos del Conservatorio, en los que participó como cantante pues fue alumna fundadora. El matrimonio se realizó el 29 de mayo de 1868, en la Parroquia del Sagrario de la ciudad de México; poco tiempo después, Timoteo y María de Jesús vinieron a radicar a la ciudad de Querétaro. Con el apoyo del árbol genealógico familiar, los herederos de Fernández de Jáuregui aseguran que María de Jesús llevó al matrimonio un hijo llamado Carlos, al que Timoteo dio su apellido; además, concibieron dos hijas: Sofía y Elena. Timoteo tuvo una tercera esposa, Guadalupe Orozco, con quien engendró una hija: Guadalupe.
Timoteo Fernández de Jáuregui, benefactor del pueblo de Santa Rosa
En 1864, los vecinos del pueblo de Santa Rosa acudieron ante el emperador Maximiliano de Habsburgo para solicitar les fueran otorgados los terrenos del fundo legal que, aseguraban, les correspondían; su petición no fue atendida debido a que en 1867 el ejército republicano puso fin al segundo Imperio. En 1868, el Ayuntamiento de Santa Rosa no cejó en su empeño de lograr el fundo legal y dirigió al Congreso del Estado un escrito donde pide tal beneficio, el cual, para su estudio y dictamen, se remitió a la Comisión de Colonización, sin ningún resultado.
Ante la nula respuesta de la Legislatura, los vecinos acudieron tres años después con Timoteo Fernández de Jáuregui, dueño de la hacienda de La Solana -en cuyos terrenos se asentó el pueblo-, para pedir que les vendiera los propiedades que ocupan las casas de su morada desde hacía siglo y medio que se fundó el poblado; desde entonces, habían tenido que pagar renta por carecer del fundo legal que cualquier población debía tener. A la vez, lamentaban que ningún gobierno se ocupara de prestarles los recursos necesarios para comprar los terrenos, “cosa tan necesaria para su adelanto y progreso, pues nadie quería edificar en terreno que no le era propio”, según consta en el acta del Ayuntamiento de Santa Rosa de fecha junio 15 de 1871.
La solicitud al hacendado debieron hacerla los vecinos a principios de ese año, ya que en la misma acta del cabildo, bajo la presidencia de José María Loreto Escobedo, se indica que la respuesta la recibieron el 22 de marzo de 1871, cuando Timoteo y su hijo menor Isidoro se dirigieron al Ayuntamiento de Santa Rosa para informar su decisión:
El que suscribe, animado de sentimientos de cariño para la población de Santa Rosa, que conoce desde la niñez y persuadido de los justos deseos de sus moradores en ser propietarios de las casas donde viven y no arrendatarios, como hasta aquí, ha deliberado dar á esa población el terreno que, hace meses y días midió el agrimensor D. Francisco Montes y quedó delineado en la hacienda de la Solana, de la propiedad hoy de su hijo menor D. Isidoro F. de Jauregui, quien firmará con el que habla, por estar enteramente de acuerdo en esta donación […]
Sobre la respuesta que a la petición de los terrenos dio Fernández de Jáuregui, el acta refiere que “con un desprendimiento patriótico y generoso lo ha donado bajo las filantrópicas y humanitarias condiciones que tenemos el honor de acompañar a esa corporacion, que dignamente preside, para que dándole publicidad en ese municipio, todos los que quieran se presenten a solicitar lotes”. Y precisa que “el primer domingo de Setiembre proximo se dará posesion á este pueblo del terreno donado y en ese dia feliz para él y de principio para su futuro engrandecimiento, esperamos, que si no todos los que forman ese Ayuntamiento, por lo menos una comision de su seno, nos honren y favorezcan con su asistencia, á nuestra festividad tan justa como legitima”.
Timoteo y su hijo Isidoro Fernández de Jáuregui acordaron diecisiete condiciones para que procediera la donación de los terrenos, previa licencia que concedió el Juzgado Primero de Letras de la ciudad de Querétaro. Los primeros puntos, aceptados por el Ayuntamiento de Santa Rosa, señalan: El ingeniero Mariano Reyes, en compañía de los vecinos, levantará el plano del pueblo, delineando calles anchas y rectas, plazas y otros espacios de uso común; en lo posible respetó las casas construidas hasta entonces. En el plano se delinearán lotes de 20 a 25 varas de frente y de 40 a 50 varas de fondo, según la extensión de las manzanas, marcándolos convenientemente y numerándolos para evitar cualquier confusión. Los lotes se distribuirán entre los actuales vecinos del pueblo, con preferencia a cualquier otro que quiera avecindarse allí; y siempre que conste que son padres de familia y que son hombres laboriosos y honrados.
Los vecinos tomaron posesión formal de los terrenos del fundo legal luego de que el juez primero de Letras, licenciado Julián Camacho, otorgó la licencia respectiva. Ante el juez, Timoteo y su hijo Isidoro Fernández de Jáuregui -de 20 años de edad- declararon: “convenimos en hacer donación graciosa y pura de una parte de los terrenos limítrofes de la Hacienda de la Solana de la propiedad del citado menor al que se le aplicó por su legitima materna importante -debía decir importando- más de veintitrés mil pesos, bajo las condiciones y bases que aparecen del adjunto impreso aprobadas por el Ayuntamiento de aquel pueblo. Los terrenos donados fraccionados ya en córtes están marcados en el plano que con igual solemnidad presentamos formado por el Ingeniero Don Mariano Reyes; y solo nos resta formalizar la correspondiente escritura que le dé vigor y subsistencia al contrato y sirva de titulo de propiedad al Pueblo donatario”.
El juez primero de Letras hizo constar en el acta de fecha 30 de junio de 1871 y cuya certificación firmó el mismo día el escribano Santiago M. Torres, luego de escuchar a los señores Fernández de Jáuregui sobre su deseo de hacer la donación de los terrenos: “la causa que la motiva es evidentemente justa por que se trata nada menos de que una población tan inmediata á a la Capital consiga mayor extensión, aumento de vecindario y el fomento con él de la industria agrícola y fabril en notoria utilidad de sus moradores, de la capital del Estado y de éste en general; con tanta más razón cuanto que aquella donación es graciosa y nada honerosa á los que adquieren su beneficio”.
Acto seguido, el juez nombró a los letrados Próspero C. Vega y José María Burgos para que informen sobre la utilidad y necesidad que tienen de los terrenos los vecinos de Santa Rosa. Tras analizar el expediente que se les remitió, el 4 de julio solicitaron al titular del Juzgado Primero de Letras que otorgue su licencia para llevar adelante la donación que los ciudadanos Fernández de Jáuregui, padre e hijo, han hecho al referido pueblo de una parte de la hacienda de La Solana, propiedad del segundo. Manifestaron que “valiendo la Solana mas de veintitrés mil pesos, lo cedido no valdría doscientos”. Por lo que elogian la acción de los señores Jáuregui, “que á decir verdad tiene pocos imitadores; cede en beneficio de todo un pueblo, y esto lo hace tomar un carácter humanitario, y por lo mismo piadoso […]”
Finalmente, el 5 de julio el juez Camacho concedió la licencia pedida por los ciudadanos Timoteo e Isidoro Fernández de Jáuregui para que con arreglo al plano levantado por el ingeniero Mariano Reyes “donen, cedan y adjudiquen los terrenos que allí se marcan a los pisajeros del Pueblo de Santa Rosa según las condiciones que aparecen en el impreso á fin de que por la escritura respectiva de donación en la que se insertaran estas diligencias, entren desde luego en la plena posesion de los terrenos cedidos, y gosen de ellos en perpetuo dominio y señorío en beneficio comun del Pueblo […]”
El mismo día, el juez notificó dicho auto a los señores Fernández de Jáuregui y lo firmaron de aceptación. El 12 de julio de 1871 hizo lo propio con los señores José María Loreto Escobedo y Albino López, presidente y secretario del Ayuntamiento de Santa Rosa. Seis días después, ante el escribano Santiago M. Torres se registró la donación hecha a los vecinos del pueblo de Santa Rosa de los terrenos pertenecientes a la hacienda de La Solana, bajo las bases y condiciones que se propusieron al Ayuntamiento del mismo pueblo, el cual las aceptó en sesión celebrada el 15 de junio. El documento fue firmado por Timoteo e Isidoro Fernández de Jáuregui, así como por Bernabé Loyola, dueño de la hacienda de Juriquilla, que colinda con La Solana. A nombre del Ayuntamiento de Santa Rosa firmaron cinco personas, encabezadas por el presidente José María Loreto Escobedo.
Una vez concluidas las diligencias ante el Juzgado Primero de Letras de la ciudad de Santiago de Querétaro, que constan en el expediente que el escribano Santiago M. Torres registró bajo el título “Querétaro. Año de 1871. Don Timoteo y Don Ysidoro Fernandez de Jáuregui sobre que se les conceda licencia para la donación de unos terrenos de la hacienda de la Solana perteneciente al segundo, á favor del Pueblo de Santa Rosa”, los vecinos tomaron posesión de la superficie cedida por los hacendados, que abarcó el fundo legal de 600 varas contadas desde la torre de la iglesia parroquial al oriente, sur y poniente; por el norte tocó la hacienda de Montenegro y sumó 892 276 varas cuadradas.
Los beneficiados con los terrenos fueron 57 vecinos. José María Loreto Escobedo y Albino López, respectivamente presidente y secretario del Ayuntamiento de Santa Rosa, agradecieron a los donantes su liberalidad y miras filantrópicas a favor del pueblo, pues al desprenderse de una parte de sus intereses contribuyen a engrandecerlo y que aspire a lograr mayores niveles de progreso, “razones por las que debe quedar perpetuamente grabado este beneficio en los actuales y futuros habitantes de aquel Municipio”.
En reconocimiento a la donación que hizo Timoteo Fernández de Jáuregui Pastor del fundo legal, poco tiempo después el Ayuntamiento de Santa Rosa acordó agregar al nombre original del pueblo parte del apellido de su benefactor; desde entonces se conoce como Santa Rosa Jáuregui, aunque en los primeros años se llamó Santa Rosa de Jáuregui, como consta en algunos avisos publicados en el periódico oficial del estado: Santa Rosa de Jáuregui, que pronto varió a Santa Rosa Jáuregui. Cabe aclarar que la municipalidad se siguió llamando Santa Rosa, pues solo cambió el nombre del pueblo-cabecera, por ser el que se benefició con los terrenos concedidos.
En ese tiempo las autoridades y los vecinos valoraron ampliamente el beneficio que representó la donación de los terrenos del fundo legal por parte de sus benefactores, al permitirles tener seguridad sobre la propiedad de sus viviendas. Por lo que, además de que acordaron agregar parte del apellido Fernández de Jáuregui al nombre original del pueblo, también se dio a una calle el nombre de Jáuregui y en la parte superior de la columna que hasta la década de los años setenta del siglo XX existió en la esquina de las antiguas calles de Iturbide y del Cerrito -como parte del atrio del antiguo templo de la Parroquia de Santa Rosa de Lima-, se colocó un busto de Timoteo Fernández de Jáuregui.
Durante la administración de Armando Rivera Castillejos (2003-2006), el Municipio de Querétaro develó frente al atrio de la Parroquia de Santa Rosa de Lima un busto con la respectiva placa en honor de Timoteo Fernández de Jáuregui Pastor (la cual fue robada en julio del 2022), aunque la efigie no corrresponde al benefactor del pueblo de Santa Rosa. Se trata de su primo Juan Manuel Fernández de Jáuregui, quien fue gobernador del estado de Querétaro por un breve periodo: 1º de diciembre de 1849-6 de marzo de 1950. En este trabajo se presentan las imágenes auténticas de Timoteo y su familia, que fueron proporcionadas por sus tataranietas María Loreto Marván Urquiza y Adriana Meza Campos.