De los pleitos entre vecinos y familiares por lugar de estacionamiento, por ruido, por peludos sin correa y deudas de dinero, se derivan el mayor número de quejas entre condóminos y habitantes de unidades habitacionales en Querétaro. Que lástima que en una sociedad tan agraviada por pobreza, enfermedad, mala alimentación, falta de empleo y dinero, por mil formas de injusticia, por otras tantas de violencia, por muchas más que generan insatisfacción; siempre acechada por el que tiene más saliva y traga más pinole o sea por vivales, desde el de barrio hasta el “godinez” de escritorio; acorralada también por la avalancha publicitaria que le hace sentirse nadie si no tiene el teléfono de moda o el “outfit” adecuado a la temporada, sin el regalo preciso para la fiestecita de cumpleaños del vecinito o el “baby” de la de al lado; que lástima que viviendo como vive la mayoría, pagando de por vida minúsculos departamentos, casas encimadas una sobre otra, espacios comunes sin respiro, un cachito de pasto para que se tumbe el niño, orine el perro y se tienda la ropa y sabiéndose condenado a vivir teniendo a los mismos vecinos, que lástima que no se despierte la humana empatía, solidaridad, formas nuevas de convivencia, lo que sea, a fin de no incubar odios que al paso del tiempo resulten trampas insalvables.
En la última década se ha disparado la construcción de este tipo de vivienda inhumana y las autoridades a quienes corresponde ordenar el desarrollo habitacional, han autorizado a ciegas su construcción y venta, los bancos y otras instituciones financieras, incluyendo al Infonavit y Fovissste han permitido y hasta alentado el endeudamiento para estas cavernas con patio; no se percibe que alguien con autoridad cuestione, impida, clausure, obligue o destierre al usurero de la vivienda, no se ve autoridad que defienda al que por inminente necesidad se embarcó en la adquisición de una de estas casas de materiales quebradizos, tabiques de cuarta, aplanados con espesura de hoja de papel. Una página se llenaría describiendo las malhechuras cobradas a precio de oro, por algo, el inmobiliario es el mejor de los negocios, claro, para quien lo hace, a costillas del que a pesar de saber en lo que se mete, acepta lo que está a su limitado alcance.
A la irremediable cercanía de las casas, de la gente, de sus voces que no encuentran un muro sólido que les de privacidad, de los humos de cocina y el calor de la diaria derrota que los empuja a buscar la bocanada de aire, se agrega la mala, la pésima educación de muchos que sacan basura a deshoras, que sueltan a sus perritos peludos o calvos pero correlones, siempre en busca de un poste o el jardín mejor cuidado para hacer sus necesidades; la odiosa y horrible costumbre de subir el volumen del radio o música al grado de no escucharse ni asimismo, desde que abren el ojo, o desde que llegan a casa, o para acompañarse en el lavadero, en las noches de fin de semana o aún sin motivo, sólo porque no entienden que su gusto musical es individual y para sus oídos. La cercanía también lleva al roce, al dime y direte, a la invitación para participar en una tanda, a la cooperación para una fiesta de los condóminos, para pagar un servicio, para rentar entre todos un camión e irse a ver un santito o a la playa; y el roce roza de tanto fomentarlo resultando en que los chicos se hacen novios, u organizan paseos o parrandas hasta que un día surgen los pleitos entre las amigas, vecinas, novios, niños, señores, tenderos, aboneros, entre el que presta las sillas y las lonas, peludos contra peludos, y no se diga por la visita que estacionó su auto en lugar indebido o el que se estacionó chueco.
Para la gran mayoría de personas el día a día es un ejercicio de sobrevivencia, la calle y sus agresiones son de por sí un pantano sobre el qué hay que pasar casi flotando y sin mirar al lado. Así pues, llegar al hogar debe representar un alivio, un espacio para reponer fuerzas y seguir adelante, y ya que las autoridades siguen permitiendo ese tipo de vivienda hacinada, por lo menos, aunque sea, deberían desplegar acciones de tipo social, deportivo y cultural que destensen las relaciones intervecinales y les permitan vivir bien, es lo menos que merecen. Dinero para hacerlo si hay, ya ven ustedes que el destinado a un evento municipal anual recientemente cancelado, dicen que se distribuirá, ojalá sea para aligerarles la vida a cientos de miles que viven así y aún peor. Las consecuencias Al tiempo.