Imposible no detenerse en el gazapo del vocero “desorganizacional” del gobierno estatal, a quien, en días pasados y ante el creciente número de contagiados del virus de moda le entró la desesperación y mandó a todos los queretanos a la porra: “Si quieren contagiarse…(y) enfrentar la posibilidad de morir…son libres de hacerlo…” dijo.
Todos tenemos entre las anécdotas infantiles la clásica regada que comenzaba así: “Que manda decir mi mamá…” Estas primeras palabras eran lo único cierto, en adelante, el chiquillo daba el mensaje según sus escaso conocimiento. Algo similar le pasó al vocero, supongo que uno de sus jefes, muy enojado porque los hospitales se ven rebasados con tanto enfermo, le mandó a decir algo convincente a sus gobernados de ciudad gótica y simplemente se le “chispoteó”. Porque si de verdad, vocero y jefe, creen que los queretanos se contagian porque quieren y mueren porque les dieron permiso siguen sin conocer el Querétaro real.
Al menos en los últimos meses, muchos que han muerto del virus 19- 20-21 y de otras enfermedades estuvieron rodeados de impotencia. El servicio médico y medicamentos otorgados por el sector salud ha ido en picada. Antes de amanecer y a cualquier hora del día los enfermos se aglutinan afuera de cualquier tipo de centro de salud pública. Solamente algunos son atendidos. Las asistentes toman datos y advierten: “puede tocarle en cualquier hora del día, aquí debe permanecer, (o sea en la puerta, en la banqueta o en el camellón) hasta que cerremos a ver si le tocó”. Para realizarse la prueba del covid exigen que el paciente lleve síntomas, y que espere, sí, con fiebre, tos o falta de respiración que espere, también todo el día a que algún médico termine de atender a sus pacientes agendados y si, solamente si le queda espacio lo valorará e indicará si amerita la prueba, de ser así pasará a otra larga fila de espera. Cualquiera con dos dedos de frente, sabe que ese solicitante está contagiando a todos a su alrededor o que es muy probable que haya dejado a un enfermo grave en casa. Por eso se ha vuelto noticia común que gente muera en las puertas del hospital o en el mostrador de una farmacia y sin permiso gubernamental.
El abastecimiento de oxígeno envasado es producto de vida o muerte en estos días, si, pero no hay. Mientras el que padece asfixia por insuficiencia respiratoria espera, los familiares recorren la ciudad, si, completa, para encontrarse con abastecedoras cerradas, teléfonos sin contestar, dosificación en el llenado de tanques, los grandes no, por ejemplo, para que alancen los chicos que se consumen en tres horas y cuando regresas a cargarlo ya cerraron de nuevo; no hay renta de equipos solo venta y no hay venta hasta dentro de tres o cuatro días, y los equipos baratos son chinos y se calientan y descomponen a las primeras de cambio y las tiendas de estos productos cierran a las cinco por la contingencia y cierran también porque ya no tienen que vender y la gente peregrina implorando mientras su paciente se muere, si también sin permiso del vocero gubernamental, igual que mueren los que esperan medicinas. Las farmacias venden pan y leche y agua mineral pero la medicina escasea, no hay, no hay. Una firma farmacéutica que tiene unas cuatro sucursales en la ciudad, invariablemente tiene en cada una, dos frascos de esto o de aquello, dos agujas o equipos para administrar sueros. Ignoro si estos negocios lavan penicilina pero lo cierto es que es inexplicable su existencia.
La gente inconsciente y pachangera que infravalora la posibilidad de contagio es poca, la mayoría se contagia en su área de trabajo, en talleres y fabriquitas, en el transporte público, en medio del tumulto de arriba y de los puntos de espera, en las largas esperas afuera de oficinas públicas y bancos, entre otros a los que por necesidad tiene que recurrir.
El gobierno estatal y los municipales dirán que nada de esto es de su competencia y mejor dan permiso para morir, pero en lugar de regalar mini roscas, mandiles o pagar publicidad, habían de poner servicio gratuito de carga de oxígeno, publicitar un directorio de proveedores de varios servicios que en este momento son vitales, como médicos, medicina y oxígeno, permitir y aún exigir, horarios de este tipo de servicio más largo, incluso de sábado y domingo, en fin, ponerse en los zapatos de la gente del pueblo y buscar en lo profundo de la neurona gubernamental soluciones para su bienestar es lo que se necesita, no darles permiso para morir. ¡De plano se pasan¡ AL TIEMPO.