Permitirles a chicos y chicas asistir a la escuela con el cabello largo o teñido, fue motivo de discusión virtual al inicio del curso escolar. Sobre el tema unos hablaban de vulnerar la disciplina impuesta a los menores y la autoridad de padres y maestros, otros versaban sobre apariencia e higiene; estos y otros valores bien podían caber en uno solo que es educación, cuyo factor esencial para la convivencia pacífica es la tolerancia. La recomendación sobre el uso del cabello fue hecha por el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación, dependiente de la Secretaría de Gobernación, argumentando que deben ser respetados los derechos a la educación y al libre desarrollo de la personalidad de niños, niñas y adolescentes en instituciones escolares.
Uniformar a los escolares ha tenido como objetivo institucional alentar la identidad entre alumno y escuela, es elemento de seguridad y busca evitar discriminación por la variedad de vestimenta, y a pesar de no ser obligatorio el portarlo, difícilmente se permite romper esta norma que ha generado una industria millonaria y representa un gasto más y bastante considerable para los padres de familia, aunado al de útiles escolares, libros que les “encajan”, a veces vendidos en la misma escuela y gastos de transporte. Volviendo al uniforme, es bien sabido que produce tres efectos: desindividualización, orden y jerarquía. Quien lo viste, deja aunque sea en horario de portarlo, su individualidad y pasa a ser parte de un grupo, y con ello también adquiere “estatus”, porque al diferenciarse los estudiantes de una escuela de gobierno de los de una de paga$$$, la discriminación vuelve a hacerse presente, es decir, que con la medida de uniformar la vestimenta y regular el corte de pelo, no se logra el objetivo de educar plenamente, así pues hace falta el ingrediente de la tolerancia.
La de los escolares, es edad ideal para enseñarles que las diferencias son aceptables, y que respetarlas distingue entre educación como disciplina castrense y educación para convivir en sociedad; pueden comprender perfectamente que cada quien puede llevar el cabello según su gusto y concepto de estética y que las decisiones sobre ésta y otras formas de vestir o actuar suelen ser temporales. El tema puede ofrecer la oportunidad para enseñarles las razones que pueden tornarlo antihigiénico y que los dermatólogos aconsejan que a los menores de dieciséis años no deben teñírseles, porque su cabello y cuero cabelludo son más sensibles pudiendo dañarse fácilmente con el peróxido de hidrógeno, amoniaco y demás químicos, daños que pueden ir desde alergias, dermatitis, costras, caspa, asma, destruye el pigmento natural del cabello perdiendo su color original, lo seca, debilita y provoca pérdida prematura. Así como el asunto del cabello, hay una gran variedad de diferencias en los comportamientos que en lugar de derivar en la exclusión del chico puede dar ocasión para enseñarle a convivir. Por ejemplo, el niño que habla con majaderías es porque repite lo que escucha en su casa o de quienes le rodean y para “educarlo” a veces se le segrega prohibiendo a otros niños “juntarse” con él; igual que suele apartarse, por padres o maestros, a quien habla un dialecto, a cuyos padres tienen un trabajo riesgoso, como ser policía, vigilante o cualquiera que porte armas, como si el riesgo se contagiara o fuese mal ejemplo, o a quienes tienen un hermano o familiar cercano con alguna deficiencia física, en fin, hay decenas de casos, sobre todo de apariencia, por los que padres de familia suelen inducir en la intolerancia a sus menores hijos, cuando éste factor es precisamente el que ha desembocado en las muestras de comportamiento violento que hoy vivimos.
Mucho se ha discutido si los maestros enseñan y los padres educan, cuando la realidad es que educan ambos, ambos ostentan autoridad para hacerlo, unos en el ámbito familiar y otro en el de una sociedad abierta y plural. Enseñarles a respetar las diferencias es asunto de todos Al tiempo.