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Para qué son buenos los ex presidentes

ESTRICTAMENTE PERSONAL

por Raymundo Riva Palacio
17 septiembre, 2020
en Editoriales
El reguilete de Lozoya
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Las cosas pintan tan mal para el Presiden­te Andrés Manuel López Obrador en el número creciente de fallecimientos por covid-19 que hacen trizas su chocarrería de lo bien que lo ha hecho su gobierno, y como consecuencia la profundización de la crisis eco­nómica, que se comió sus palabras y presentó la solicitud para que se lleve a juicio político a cin­co ex presidentes. Lo necesita para hacer una campaña electoral paralela en 2021 y recrear el rencor al pasado que le granjeó 30 millones de votos en la elección presidencial que le entregue una nueva mayoría en el Congreso.

Es absurda la consulta por definición, porque pide a la Suprema Corte que le autorice hacer su trabajo. Para eso se le paga, para que el manda­to que tiene lo asuma. Pero el Presidente no es un ignorante ni un irresponsable. Plantearla es una estratagema política para seguir ganando tiempo, porque el yo acuso de Macuspana quie­re enjuiciar públicamente un sistema económi­co al que llama “el periodo neoliberal” y vincu­larlo con corrupción, que le sirva como guía en su narrativa electoral. El ministro de la Suprema Corte de Justicia, Luis María Aguilar, revisará la petición para determinar si la pregunta propues­ta para la consulta viola o no los derechos huma­nos de los ex presidentes. Pero da igual. El pro­pósito político está alcanzado.

Revivirá los fantasmas pasados, como “el in­nombrable”, como llamaba a Carlos Salinas, con quien comienza el ajuste de cuentas políticas, al afirmar que en su gobierno comenzó la desigual­dad y la concentración “desmesurada” de la ri­queza, lo que puede ser criticable, pero no cons­tituye un delito. Tampoco lo es la privatización de bienes públicos, que también le recarga a Er­nesto Zedillo, en la que participaron algunos de los cercanos colaboradores del hoy Presidente, y se beneficiaron varios empresarios cercanos a él. Tampoco es delito.

“Los males señalados”, tiró el dardo, “no ocurrieron de manera fortuita, sino que fue­ron consecuencia de la aplicación, durante cin­co sexenios, de un modelo político y económico elitista, antidemocrático, antinacional y popu­lar”. Una vez más, se puede debatir en lo políti­co, pero no penalmente. Ese modelo no causó desigualdad, por cierto, pero sí produjo creci­mientos mediocres. Está peor con López Obra­dor, donde el crecimiento venía en picada en 2019, y se profundizó con la pandemia, cau­sando probablemente mayor desigualdad y po­breza. Del crecimiento económico, ni hablar: el peor en la historia.

“Las más altas esferas del poder público y es­pecíficamente quienes ejercieron la titularidad del Poder Ejecutivo”, añadió López Obrador, se empecinaron en estrategias de seguridad vio­lentas, inhumanas y contraproducentes”. En su cabeza se encuentra Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Difícilmente podrá vincular a Cal­derón con actos que violaran los derechos hu­manos, porque a diferencia de él, no reconoció haber incurrido en delitos a favor de criminales. No puede decir lo mismo Peña Nieto, cuyo go­bierno armó paramilitares en Michoacán para aniquilar a Los Caballeros Templarios. En todo caso, nadie hizo lo que López Obrador, de apo­yar a los cárteles de la droga, al no enfrentarlos, y decir que son menos malos que los delincuen­tes de cuello blanco. Es decir, un peso vale más que una vida.

A Vicente Fox le pasa la factura por el desafue­ro que intentó contra López Obrador cuando era jefe de Gobierno en la Ciudad de México, al in­tervenir “indebida e ilegalmente en el proceso electoral a fin de impedir el triunfo de la oposi­ción”, lo cual se podría echar en cara también al actual director de la Comisión Federal de Elec­tricidad, Manuel Bartlett, a quien se responsabi­liza del fraude electoral de 1988, de donde surgió Salinas, a quien dice en la solicitud de consulta que fue producto de un proceso ilegal.

Dice Peña Nieto recibió dinero ilegal para su campaña presidencial, apoyándose en la denun­cia de hechos de Emilio Lozoya que, como el mis­mo López Obrador ha señalado, tendrá que pro­bar sus dichos. No obstante, la petición para la consulta da por sentado que sí hubo dinero ile­gal en la campaña, y le abre la puerta con la pre­gunta propuesta para la consulta para que se les enjuicie por la presunta comisión de delitos “du­rante y después de sus respectivas gestiones”. Co­mo Lozoya también imputó a Salinas por haber hecho cabildeo a favor de empresas petroleras –lo que no es delito- durante la negociación de la Reforma Energética, también hay una dedi­catoria contra él.

El extenso alegato que hace López Obrador borra la presunción de inocencia, como cuando se refiere al ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, sujeto a proceso en Esta­dos Unidos por presuntos vínculos con el Cár­tel de Sinaloa, para responsabilizar a Calderón de omisiones políticas. O al asumir que duran­te cinco gobiernos, lo que guió a los ex presiden­tes fue la corrupción y las complicidades con el poder económico. Cuando le llegue el momen­to a López Obrador, la opacidad en las adjudi­caciones y la presunta corrupción de su familia, será un lastre peor que el que existe hoy Peña Nieto, el creador del tsunami electora de 2018 por todas las acusaciones de inmoralidad con­tra su gobierno.

El ministro Aguilar no revisará las hipótesis sobre lo que deparará a López Obrador cuan­do deje el poder, sino la constitucionalidad de la pregunta, que podría analizar en el contex­to de la exposición de motivos. Ahí ya los acu­só López Obrador y los condenó al descrédito y desprecio. No necesita políticamente más, sal­vo seguir remachándolo. Si la Suprema Corte lo apoya, le facilitará la cobertura legal para que se monte en la boleta electoral del 21. Si declara inconstitucional la consulta, da igual. Convirtió a los ex presidentes en la turbosina que necesi­ta para que Morena vuele hacia la mayoría en el Congreso, y que atranque la vigencia de su pro­yecto y blinde su futuro. Comerse sus palabras, bien vale un voto.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: rivapa

Etiquetas: Enrique Peña NietoFelipe CalderónLópez Obrador

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