Existe mucha inquietud acerca del por qué de la consulta que tendrá lugar el próximo primero de agosto. Se trata de un ejercicio de la democracia directa muy poco practicado en nuestro país y menos comprendido, de ahí las posturas de dudas e incomprensión de este mecanismo democrático. Son muchos y variados los cuestionamientos y posicionamientos con respecto de esta práctica novedosa de la democracia directa.
Los mecanismos de la democracia directa son el referéndum o plebiscito, aunque estos conceptos no se equiparan en su totalidad, la consulta, la iniciativa popular y la revocación de mandato. No quisiera profundizar aquí en los alcances y límites de cada una de estas figuras legales de la democracia directa, en contraposición de la representativa. El Maestro Jean-François Prud’homme, de El Colegio de México (1) tiene un estudio muy amplio sobre estos mecanismos de consulta que, por cierto, concluye que no garantizan por sí mismos una mayor calidad democrática.
La puesta en práctica de la democracia directa suele traducirse en un proceso de confrontación, en el que la ciudadanía discute y elige dos opciones definidas por expertos, en este caso por la Suprema Corte de Justicia. Este proceso supone en sí mismo, una polarización de la sociedad, que, en efecto, se advierte en todos los medios de comunicación. A una sociedad polarizada le llueve sobre mojado con esta nueva consulta. Pero es necesario el debate. Éste es una de las virtudes implícitas del ejercicio democrático.
Hay en el aire muchas preguntas al respecto: ¿Para qué sirve la consulta? ¿Qué va a pasar con las respuestas? ¿Qué pasa si no se logra el 40% del padrón electoral? ¿Y qué si se logra? ¿Se hará una comisión de la verdad? ¿Sobre qué temas? ¿Qué tanto se implica a los expresidentes con una formulación de la pregunta como la que presentó la Suprema Corte de Justicia y retomó la autoridad electoral? ¿Consultar es gobernar? ¿Cuáles son los límites de las consultas? ¿Es la consulta un mecanismo para que la ciudadanía desplace a la clase política en la toma de decisiones? ¿El presidente López Obrador prefiere la democracia directa para evadir los controles de los otros dos poderes? ¿Suple la consulta los defectos de la arquitectura institucional para juzgar el pasado? Éstas y muchas otras cuestiones se han planteado en estos días y cada una merece respuestas adecuadas y serias.
Desde luego que se han publicado o exhibido en los medios reclamos viscerales, pronunciamientos que responden a las distintas posturas ideológicas del espectro político de la actualidad. La simple formulación de la pregunta da pie a interpretaciones diversas porque es poco digerible: “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”. El presidente López Obrador sigue refiriéndose a la consulta en los términos de la propuesta original que la envió al Poder Judicial, es decir, se refiere al juicio de los expresidentes. Lo cierto es que la reformulación del poder judicial es poco clara y ambigua. Pero en el imaginario colectivo persiste la idea original de enjuiciar a los expresidentes. El planteamiento de la consulta es en sí un juicio a los expresidentes.
A mi manera de ver, la consulta pone la decisión sobre los crímenes y abusos del pasado en manos de la ciudadanía, la tomaremos nosotros con la intervención electoral del primero de agosto. Son necesarias varias comisiones de la verdad, para cada uno de los abusos y crímenes que han lastimado nuestra historia reciente: Desde los crímenes y abusos de Carlos Salinas de Gortari, el FOBRAPOA, Aguas Blancas y el Bosque de Zedillo, Atenco de Fox, los crímenes de la guerra de Calderón y la escandalosa corrupción de Peña, más los crímenes de los estudiantes de Ayotzinapa, Tlatlaya etc. etc. Son muchos los delitos que se han cometido como para dejarlos en el olvido. Todavía seguimos gritando: “El dos de octubre no se olvida”, por la matanza de Tlatelolco y estamos conmovidos sobre cómo, recientemente, la película Roma removió la memoria nacional por la guerra sucia de Echeverría. Estas heridas están ahí, presentes, abiertas, dolientes, no se han borrado.
Estos acontecimientos del pasado es preciso procesarlos socialmente, mientras más se hable de ellos más se cura el recuerdo. Hay que hacer algo con ese pasado ominoso de la historia nacional. Que estos recuerdos no digan nada a algunos, no quiere decir que tengan la razón histórica para justificarlos y olvidarlos. Que polarizan a la sociedad, así es efectivamente, pero de ahí parte el cambio necesario para un futuro distinto, es el sentido de la Cuarta Transformación.
Si vemos la consulta en un contexto más amplio, nos damos cuenta que, ésta, se junta con otro instrumento novedoso de la democracia directa: la revocación de mandato. López Obrador se pondrá a juicio el año próximo, con una pregunta directa y sin ambigüedades, se va o se queda. La consulta del próximo domingo primero de agosto tiene que ver con la del próximo año. A López Obrador le es muy conveniente poner antes a juicio a los expresidentes y traer a la memoria todas sus fechorías y crímenes, para que la población pueda contar con una referencia histórica más clara: Los crímenes de los presidentes de la época neoliberal versus la Cuarta Transformación, la corrupción vs la honestidad del presidente; la guerra, los crímenes y la impunidad del pasado vs “No balazos, sino abrazos”; el gasto dispendioso vs la austeridad republicana. Mientras más se prolongue esta confrontación en los medios, mejor.
Si López Obrador logra remontar el procedimiento de consulta sobre la revocación de mandato, saldría enormemente fortalecido para los dos últimos años de su gobierno que tradicionalmente representan un declive muy marcado, históricamente, en otros presidentes. La mayor legitimidad que se alcance, le será de gran utilidad para influir en la designación y votación del próximo presidente. Habrá que verlo. Ésta es política pura, no opiniones de café.
1. Jean-François Prud’homme es licenciado y maestro en Ciencia Política por la Universidad de Montreal, Canadá. Obtuvo un diploma de estudios especializados en Relaciones Internacionales en el Instituto de Estudios Políticos de París y es doctor en Ciencia Política por la Universidad de York, Canadá. En la actualidad se desempeña como profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México.