XX ¡Puf! Y último.
“Me encanta tu amor a la vida. Se debe amar la vida por encima de todo. -¿Incluso más que al sentido de la vida? – Desde luego hay que amarla antes de razonar, sin lógica. Sólo entonces se puede comprender su sentido”. Los hermanos Karamazov. Dostoieveski.
La filosofía nace como producto de la sorpresa. La sorpresa se estimula ante el rompimiento de lo que creemos, de lo que esperamos de la realidad. Si hay una discrepancia nos sacude y nos invita a una reflexión para disipar la duda que nos provoca el desconcierto. Existe un absurdo, una sin razón y la filosofía es la búsqueda de esa respuesta, Pues bien, nada nos sorprende más que la muerte y la pandemia nos ha hecho conscientes, no solamente de que podemos morir sino que el destino, el sagrado destino, esa mano invisible y veleidosa es la que en un momento decidirá nuestra existencia. La fugacidad de la vida y la incertidumbre nos ha hecho a todos pensar en el tránsito de nuestro paso en la tierra. No le demos vuelta, traemos pegada a la muerte y el virus nos la ha hecho presente. El miedo no anda en burro, el miedo cabalga en la filosofía.
¿Qué me dice la filosofía? Lo importante es vivir. Recuerdo un cuento árabe. Un pordiosero le pide dos monedas a un sultán, que le responde: “Te voy a dar las dos monedas si me dices para qué las quieres”. El pordiosero le responde; “Una moneda será para comprarme un pan, para vivir; la otra moneda para comprarme una rosa, por qué vivir”. La ética tiene su fundamento, su principio universal: lo más importante es conservar y defender la vida. El corona virus tomado de la mano de la muerte nos han sacudido hasta lo más profundo. Hemos revisado el andamiaje de nuestros valores, nuestras responsabilidades sociales, el trabajo, nuestras prioridades. Lo que necesitamos realmente para vivir.
No hay duda que el egoísmo personal está al acecho, mientras me salve yo, que ruede el mundo. El egoísmo lo tenemos todos y es bueno que lo tengamos. Vivir para amar, pero amar primero a nosotros mismos, luego amar a quienes más queremos, la familia, los amigos. Mi cristianismo no llega a invocar el amor a nuestros enemigos, pero sí a escucharlos. Chance tienen un poco de razón. Amar a Dios, a la Fórmula Matemática, a la gran energía creadora. Como se llame. Amar el bing-bang; amar al cosmos; amar a los misteriosos hoyos negros, amar a la naturaleza, amar a los “hijos mudos de Dios”, los animales; amar la cultura. Tiene razón Aristóteles, entre la bondad y la belleza, es preferible amar la belleza, porque la belleza no necesita comprobación; amar el milagro de nuestros sentidos; amar el silencio y la música; amar al odioso cubre bocas; amar la risa, amar mucho la risa.
De acuerdo con el poema de K.O›Meara: “Cuando la tormenta pase/ te pido Dios, apenado, /que nos devuelvas mejores/como nos habías soñado”. Después de la pandemia, seremos mejores.
UNA TREGUA. Dicen los griegos que al arco en ocasiones es necesario aflojarle la cuerda, pues la tensión permanente provoca que la flecha pierda precisión, velocidad y profundidad. Procedo a aflojarla, dejaré de escribir. Diría la canción, despedida no les doy, porque no la traigo aquí. Es una tregua. Gracias por todo.