No hay nada más peligroso que la conciencia de un fanático
(George Bernard Shaw)
Hay cosas que la razón no entiende, sobre todo cuando se trata de explicarse los motivos que mueven al presidente de la república para seguir inyectando recursos a una empresa deficitaria como es Pemex. Detrás de ello, solo trasluce el fanatismo, definido como el apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, ya sean religiosas o políticas.
Debe reconocerse que México, los mexicanos, estamos necesitados de causas que unan y nos fortalezcan, pero el empeño de conservar a Pemex como signo de soberanía, siendo aceptable, no debiera comprometer las finanzas nacionales.
El pasado 13 de febrero fue publicado un decreto que exime a la empresa de pagar los derechos de utilidad compartida por los meses de octubre a diciembre de 2023 y enero de 2024, además de no pagar los derechos de extracción de hidrocarburos durante los mismos meses. Anteriormente ya se le habían aplicado reducciones a los porcentajes a pagar.
Es decir, ya pagaba menos y ahora no pagará impuestos, ni aportará a la nación lo que debiera por la extracción de petróleo. El cálculo que hacen los analistas es de 70 mil millones de pesos, que no entrarán a las arcas nacionales. En ese contexto, Pemex sangra la economía nacional, más que lo que aporta.
No obstante, el gobierno sigue adelante en su obsesión por lograr la autonomía energética, vía refinación para producir gasolina, cosa que será imposible mientras la empresa opere como lo hace.
En el estudio Retos y Perspectivas para el sano desarrollo de Pemex, y utilizando las propias cuentas de la empresa, se establece que tiene pérdidas netas por 983 mil millones de pesos y de estas, el 80% corresponde a refinación. Petro Bras, la empresa brasileña, tiene utilidades de 5.62 dólares por barril; Exxon gana 3.19 dólares y en cambio Pemex pierde 35 dólares por barril.
La situación financiera es muy delicada, es la empresa petrolera más endeudada del mundo, 106 mil millones de dólares, y la deuda de corto plazo en la situación actual es muy difícil de cubrir. Por ello, Moody’s rebajó la evaluación crediticia y existe desconfianza de que la empresa pueda cubrir sus compromisos sin el apoyo gubernamental.
Según datos del mismo estudio, entre 2019 y 2023, el apoyo federal a Pemex fue 1billón, 417 mil millones. De estos, 401 mil millones fueron para el pago de deuda, 312 mil millones para la Refinería Olmeca Dos Bocas, para inversiones 38 mil millones y 23 mil millones para la adquisición del 50% de la refinería Deer Park.
Datos de Pemex a sus inversionistas reportan 806 mil millones de aportaciones directas del gobierno. 457 mil millones por la reducción en la tasa del derecho de utilidad compartida y créditos fiscales por 138 mil millones entre 2020 y 2021; otro informe a la Security and Exchange Comision reporta otra aportación líquida del gobierno por 55 mil 900 millones.
Con todos estos apoyos directos, créditos fiscales y exenciones de impuestos, Pemex no ha logrado mejorar su situación financiera, ni eliminar el guachicol, ni dar mantenimiento correcto a sus instalaciones, los accidentes e incendios son cada vez más frecuentes y en cuanto a eficiencia, en 2018, producir un barril de petróleo costaba 30.6 dólares, hoy cuesta 48.
A pesar de esta inmensa cantidad de recursos, la capacidad de generar efectivo se reduce, la calificación de su deuda baja y la perspectiva es negativa debido a que el cumplimiento de sus obligaciones depende del apoyo gubernamental, y este, es cada vez más incierto por el alto déficit que tiene el propio gobierno.
Moody’s y otros analistas económicos han separado la actividad económica y financiera de Pemex de la estructura gubernamental para emitir sus opiniones y bajar las calificaciones. Parte por la incertidumbre de la sucesión pero mayoritariamente por la situación de las finanzas nacionales muy presionadas por las pensiones y becas y el creciente número de subsidios necesarios para mantener el Tren Maya, el AIFA, el Ferrocarril Transistmico, el AICM y el pago de la propia deuda nacional, lo que pone en duda la continuidad de los apoyos gubernamentales.
Está comprobado que no es con la inyección desordenada de dinero como habrá de rescatarse a Pemex y que si se quiere seguirla conservando como emblema de nuestro nacionalismo el camino es otro. Darle viabilidad financiera y operativa, implica que toda su estructura orgánica se revise, sus procedimientos se modernicen y las políticas empresariales se divorcien de las decisiones políticas.
Mientras las decisiones de la empresa se tomen en el escritorio de Palacio Nacional y no en un verdadero consejo de administración independiente y eficiente, Pemex seguirá siendo un barril sin fondo.
Si se va en serio se requiere más y mejor administración y menos fanatismo.