El deporte, en su esencia, se erige como un pilar fundamental para el desarrollo individual y social. Los valores como el trabajo en equipo, la disciplina, el respeto y el juego limpio, son la base sobre la que se construyen las competiciones y el disfrute de la actividad física sea cual fuere el escenario. Sin embargo, en ocasiones, estas bases se ven mancilladas por actos antideportivos que empañan el espíritu del deporte y dejan una mancha imborrable en la imagen de quienes los cometen.
El reciente episodio protagonizado por el portero de Tigres, Nahuel Guzmán, en el que utilizó un puntero láser para intentar distraer al portero rival durante el clásico vs Monterrey, representa una lamentable afrenta a los valores que tanto se pregonan en el deporte. Este acto, lejos de ser una simple travesura, es una clara muestra de anti deportividad, falta de respeto hacia el rival, los aficionados y el fútbol en sí mismo.
El fútbol, en su máxima expresión, es una hermosa danza de talento, esfuerzo y pasión. Es un deporte que nos une, nos emociona y nos enseña valiosas lecciones de vida y que tiene la capacidad de inspirar, unir y transmitir valores positivos a millones de personas alrededor del mundo. Sin embargo, este tipo de comportamientos por parte de figuras públicas como Guzmán, solo sirven para minar la credibilidad del deporte y alejar a las nuevas generaciones de la práctica deportiva justa. Es decir, se prioriza el fin sobre los medios y con ello se lanza el mensaje de que es válido ganar sobre cualquier cosa.
Es importante recordar que los deportistas, por la repercusión que tienen sus acciones, son modelos a seguir para muchos niños y jóvenes. Por ello, su responsabilidad en la promoción de valores positivos es aún mayor. Cosa que no solo no ha aprendido el portero de Tigres, es más, parece jactarse de sus deleznables actitudes abrazado por una directiva que con esto nos demuestra y comprueba que, para ellos, el fin si justifica los medios. El club Tigres, en lugar de solapar las sucias actitudes de su portero, debería tomar una postura firme y ejemplarizante. La grandeza de un club no se mide solo por sus títulos, sino por la ética y el comportamiento de sus jugadores y valores de la institución. Cosas en las que se han quedado cortos.
Una escueta disculpa equiparable al silencio y, sobre todo, la falta de acción solo sirven para avalar este tipo de comportamientos y demostrar el tamaño de club que son: uno que antepone el éxito deportivo a los valores fundamentales del deporte. Que chiquitos son.
Esta por demás decir que la utilización de un láser en un partido de fútbol no solo es una acción antideportiva, sino que también puede tener graves consecuencias físicas para el jugador al que se dirige. La vista es un órgano fundamental y su daño puede tener repercusiones irreversibles y eso no parece importar. La actitud de Guzmán no solo es repudiable por el acto en sí, sino por su recurrencia. Este tipo de comportamientos antideportivos ya han manchado su trayectoria en el pasado, evidenciando una alarmante falta de empatía y un desdén por los principios básicos del fútbol y de sus compañeros de profesión.
Es preocupante que un jugador con la experiencia de Guzmán confunda la veteranía con la impunidad, creyendo que su trayectoria le otorga el derecho de transgredir las reglas y valores del juego. Y peor aún, que haya payasos (en los medios y afición), que aplaudan y festejen esto basándose en la “picardía”, pasión y experiencia, cuando esta última, en el deporte y en la vida, debería ser un sinónimo de madurez, liderazgo y compromiso con los valores que este representa. La actitud del portero es un triste recordatorio de que, incluso en el ámbito del deporte, la ética y el respeto no siempre están presentes.
Es momento de que la Liga MX y los propios clubes tomen medidas contundentes para erradicar este tipo de comportamientos del fútbol. La deportividad, el respeto y el juego limpio no son negociables, y aquellos que los quebranten deben enfrentar las consecuencias de sus actos. En palabras del célebre escritor francés, Albert Camus, “el deporte debe ser la celebración del esfuerzo humano, no la exaltación de la brutalidad”, la acción de Guzmán dista mucho de ser una celebración del esfuerzo, es más bien un reflejo de la estupidez y la falta de valores que, lamentablemente, a veces se cuela solapadamente en el deporte.
Nuevamente Nahuel Guzmán ha dañado su imagen y la de su equipo. Su disculpa pública, aunque necesaria, no puede borrar la gravedad de su falta. Es momento de que el portero de Tigres reflexione profundamente sobre sus acciones y comprenda que el deporte no solo se trata de ganar o perder, sino también de respetar a los demás y defender los valores que lo hacen tan grande. Es un gran portero, uno de los más virtuosos, pero en el que la sombra de su anti deportividad empaña el brillo de estas virtudes. Esa parece ser su esencia y, sobre todo, será su herencia. Que triste.
En contraposición a la abyección de Guzmán, las palabras de Camus (que, por cierto, también fue portero en el futbol amateur), resuenan con fuerza: “El deporte exige una moral. Es una lucha contra uno mismo. Es un combate en el que la victoria se obtiene sobre uno mismo”. Los múltiples casos en los que se ha visto envuelto Nahuel Guzmán nos recuerdan que el futbol no solo se juega con los pies (y en su caso, con las manos), sino también con la cabeza y el corazón. Y a este personaje, le faltan las últimas dos.
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