La ausencia de Messi y Cristiano Ronaldo en la lista del Balón de Oro ha desencadenado una ola de nostalgia que golpea el mundo balompédico. Por primera vez en más de dos décadas, el fútbol mundial se ve obligado a mirar más allá de esta dualidad que ha marcado una época.
Han sido años de una rivalidad que ha trascendido lo meramente deportivo. Messi y Cristiano, dos titanes del fútbol, han protagonizado una hermosa rivalidad épica en la que cada uno buscaba superar al otro, elevando el listón del juego a cotas inimaginables. Su duelo ha sido un espectáculo digno de los grandes mitos clásicos, donde la gloria y la derrota se entrelazaban en un combate sin cuartel. La ausencia de Messi y Cristiano en la lista de candidatos al balón de oro, no es solo un hecho deportivo, sino un hito cultural. Han sido los protagonistas de una narrativa que ha cautivado a millones de personas en todo el mundo. Con esa ausencia, se cierra un ciclo: El fútbol, como la vida, está lleno de ciclos. Nace, crece, madura y muere. Y aunque los jugadores sigan en activo en ligas divertidas y/o exóticas, su ausencia en esta lista marca un antes y un después. Es como si la historia del fútbol hubiera llegado a un punto y aparte, un punto final en un capítulo épico señalando el fin de una era, una era donde el fútbol alcanzó cotas de excelencia antes inimaginables, donde los récords se rompían con una facilidad pasmosa y donde la expectativa de cada partido era máxima.
Con ellos, el listón se colocó tan alto que cualquier otro jugador, por brillante que fuera, parecía un poco a la sombra. Era como si el tercer lugar del podio fuera el único verdaderamente disputado, el único que quedaba por conquistar. Cristiano, el goleador implacable, el misil teledirigido, la voluntad de acero, el peinado de moda, el atleta perfecto; Messi, simplemente el mejor de la historia. Aun no se terminan de ir y ya los echamos de menos.
Es increíble que la pelota nos regale también este sentimiento: Nostalgia. Esa sensación agridulce que experimentamos al recordar el pasado. Es un lamento por lo que ya no es, pero también es una celebración de lo que fue. Es similar a la que experimentamos cuando leemos un gran libro y llegamos a la última página. Sentimos una mezcla de satisfacción por haber vivido esa historia y tristeza por saber que ya no podremos volver a ese mundo. Es como si un capítulo fundamental de la historia del fútbol hubiera llegado a su fin. Y es que, para muchos, esta es la primera y verdadera despedida de estos titanes. Sus goles evocan muchos sentimientos en nosotros, recuerdos, alegrías, enojos, personas, lugares; cosas que, en un futuro, nos conectaran con nuestro pasado. La nostalgia es un perfume de rosas muertas.
La ausencia de Messi y Cristiano en el Balón de Oro nos hace sentir esa nostalgia, esa añoranza por un tiempo pasado que ya no volverá. Pero también nos invita a mirar hacia el futuro, a descubrir nuevos talentos, a escribir nuevas historias y gritar o sufrir nuevos goles. Porque el fútbol, como la vida, siempre está en constante movimiento, es decir, la pelota seguirá rodando, el balón seguirá trazando leyendas, y nosotros estaremos ahí para presenciarlas.
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