Rebeca Pérez Vega
El pensamiento y el conocimiento humano ha sido compilado desde los inicios de la civilización. Aunque no todavía bajo el nombre de enciclopedia, en el siglo 1 d.C., el filósofo romano Plinio escribió su Historia Natural, un compendio que reunía distintas investigaciones en torno a materias como la geografía, la zoología, la botánica, la astronomía y la medicina.
“El espíritu enciclopédico nació por la curiosidad de plantear ideas y dudas en torno a la propia existencia, sobre estas preguntas fundamentales de quiénes somos, a qué venimos; la idea de reunir el conocimiento impreso fue evolucionando hasta crear ediciones impresas temáticas que fueron muy populares en el siglo 20, aunque perdieron fuerza con la llegada de Internet, estas compilaciones siguen siendo objeto de culto”, remarca el poeta y doctor en Lingüística por la Universidad Nacional Autónoma de México, Jorge Souza.
A partir de esos primeros intentos, la enciclopedia ha sido uno de los instrumentos más valiosos para mantener una memoria impresa en torno al conocimiento humano. A lo largo de su historia, estas compilaciones han pasado de ser documentos exclusivos, limitados a las élites intelectuales a convertirse en fuentes de acceso masivo de información, sin embargo, el avance de la tecnología y la llegada de la era digital relegaron poco a poco a las enciclopedias impresas al pasado, resalta el librero César Vargas Cruz, quien desde hace 30 años se ha dedicado a la venta de libros nuevos y usados.
VISIÓN ILUSTRADA
La palabra enciclopedia proviene del griego “enkýklios paideía”, que significa educación redonda o educación completa, pero no fue sino hasta el siglo 18 que el término adquirió su significado moderno, gracias a la Enciclopedia, o Diccionario Razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios, proyecto dirigido por los enciclopedistas franceses Denis Diderot y Jean le Rond D’Alembert.
Publicada entre 1751 y 1772, esta enciclopedia de más de 70 mil artículos pretendía reunir el conocimiento de su tiempo, así como promover las ideas ilustradas de progreso y libertad de pensamiento, resalta Souza, también coordinador de la Maestría en Lexicografía y Producción Editorial de la Universidad de Guadalajara.
La obra, que constaba de 28 volúmenes, fue un esfuerzo colaborativo en el que participaron más de 100 intelectuales, algunos de los pensadores más influyentes de la Ilustración como Voltaire, Rousseau y Montesquieu.
El éxito de esta recopilación sentó las bases para futuras enciclopedias en todo el mundo. A lo largo del siglo 19, varias naciones comenzaron a producir sus propias versiones, entre ellas la Británica en Inglaterra, que se publicó por primera vez en 1768 y la Enciclopedia Espasa en España, que nació en 1905 y se mantuvo activa como tal hasta 2001.
LLEGADA A MÉXICO
La primera enciclopedia relevante que llegó a México fue la Enciclopedia, de Diderot y D’Alembert, en medio del movimiento ilustrado del siglo 18, recapitula Jorge Souza.
Aunque no hay una fecha exacta, se sabe que las ideas y textos de la Ilustración comenzaron a llegar a la Nueva España en el siglo 18, a pesar de las restricciones de la Inquisición, que veía con recelo estas publicaciones por su contenido racionalista y crítico hacia la religión.
Pero hacia finales de ese mismo siglo, hubo una mayor apertura para la llegada de libros y publicaciones europeas, incluidas obras ilustradas como la Enciclopedia francesa, que influyeron en el pensamiento de los intelectuales y políticos de la época, quienes más tarde utilizaron esas ideas de libertad y progreso para iniciar el proceso de la Independencia en México, resalta Jorge Souza.
Durante el siglo 19, enciclopedias europeas como la Británica y la Larousse comenzaron a ser más comunes en los estantes mexicanos, pero fue en el siglo 20 cuando se produjo un auge de estas recopilaciones en el País, sobre todo con la aparición de versiones en español, como las enciclopedias Salvat e Hispánica, concuerdan los entrevistados.
CULTURA IMPRESA
El siglo 20 representó el auge de la enciclopedia impresa, cuando se consolidó como una herramienta esencial tanto en los hogares como en las instituciones educativas.
Las grandes editoriales produjeron versiones accesibles para el público en general, y tener una enciclopedia en casa era sinónimo de prestigio. Durante esta época, enciclopedias como la Enciclopedia Británica, la Enciclopedia Larousse y la Enciclopedia Salvat dominaron el mercado, resalta César Vargas Cruz.
“Yo me inicié como lector y como amante de los libros gracias a la enciclopedia el Tesoro de la Juventud, tenía una edición muy cuidada, esta noción de enciclopedia es un afán totalitario de compendiar todo el saber, de tener un compendio lo más amplio posible sobre diversos temas, aquí se hicieron muy populares en la segunda mitad del siglo 20, pero fueron cayendo en desuso hacia finales del siglo 20, aunque hay mucha gente que las compra, que las busca”, remarca el librero que hace casi tres décadas fundó la librería Ítaca.
Al igual que Julio Cortázar, la biografía intelectual de César se inició con la enciclopedia del Tesoro de la Juventud. Aunque le daba pena aceptarlo en un inicio, las miles de entradas que devoró de pequeño le provocaron suficiente curiosidad para convertir su pasión por los libros en una profesión que le da de comer.
A menos que sea una enciclopedia extranjera o lo bastante especializada, las enciclopedias comunes y corrientes se venden ahora más bien como elemento de decoración, por metros lineales, incluso hay quien pide incluso enciclopedias por color, para adornar distintos espacios.
“Es muy curioso, ahora llega gente a querer comprar enciclopedias por metros, para decorar ciertos espacios, no entiendo muy bien, pero incluso hay quien las compra por colores, por tamaños, aunque no dejan de ser un objeto de culto para académicos, para amantes de los libros, quienes siguen buscando y buscando”, completa Vargas Cruz.
UNA VIDA ENCICLOPÉDICA
Las enciclopedias han sido parte importante en la vida de Jorge Souza. Cuando era estudiante se dedicó a venderlas, luego a consultarlas y como poeta y escritor forma parte también de uno de estos compendios dedicados a la literatura mexicana.
En sus años como estudiante de la licenciatura de filosofía, Souza trabajaba para la editorial Grolier, que vendía libros por paquetes, así como enciclopedias como El Tesoro de la Juventud y México a través de los Siglos. El poeta iba de casa en casa para poder vender algunos de estos compendios.
En 1970, una enciclopedia costaba 9 mil 600 pesos, cerca de 80 mil pesos al valor actual. Como no todos podían pagar de contado, se dejaba en 14 mensualidades de cerca de 690 pesos de aquel entonces, que ahora serían 7 mil 645 pesos.
“Yo vendí enciclopedias cuando era joven, costaban un dineral, vendía El Tesoro de la Juventud, México a través de los Siglos y otras, había quién las pagaba de contado, pero por lo regular se vendían en abonos, yo no tenía sueldo, solo recibía una comisión sobre lo que vendía, no me iba tan mal”, remarca Souza.
EL DECLIVE
El punto de inflexión para la enciclopedia impresa llegó con la llegada de la era digital y el inicio de la popularidad de Internet en los primeros años del decenio de 1990. La posibilidad de acceder a la información de manera inmediata y gratuita a través de la web redujo la demanda de volúmenes impresos.
“Con la llegada de Internet, hubo un declive definitivamente de la enciclopedia impresa, aunque este modelo de consulta y de memoria del conocimiento sigue vigente, se convirtió más en un objeto de culto”, completa Souza.
El cambio de paradigma llegó con la enciclopedia Encarta, de Microsoft, un paquete en CD-ROM, que contenía más de 40 mil entradas que, equivalente a cerca de 40 tomos, que perdió vigencia en 2003, ya que pronto la información digital en línea superó a las versiones físicas y a los discos compactos, remarca César Vargas Cruz.
OBJETO DE ARTE
El artista Enrique Hernández estuvo rodeado de enciclopedias durante su infancia. Los compendios dedicados a la historia del arte editados por Salvat fueron su material de consulta desde los primeros años y luego sirvieron de referencia para crear una “Metáfora Absoluta”, un proyecto artístico que exhibió en 2017 en el Ex Convento del Carmen y en la que tomaba distintas hojas de la enciclopedia para hacer una resignificación a la narrativa hegemónica en torno al arte y sus protagonistas a lo largo de la historia.
“Para mí fue un proceso creativo muy interesante trabajar con esta enciclopedia porque prácticamente mi primer acercamiento a la historia del arte fue la Salvat, que estaba en mi casa y desde que era niño la tomaba de consulta, primero para cuestiones muy generales, pero luego ya con intereses muy personales y particulares, por un lado, pensaba que la historia del arte se contaba de manera sesgada, con una visión neocolonialista, como una imposición eurocentrista.
“Empecé a jugar un poco con las páginas, a recortar las ilustraciones, las fotografías, para crear una imagen a partir de encimar las páginas de manera aleatoria o con ciertas intenciones para crear una nueva composición; era una especie de ejercicio lúdico en torno a la idea de archivo, de imaginería, de todo lo que puede incluir la recolección de imágenes quizá para escribir una nueva historia”, remarca el artista, quien ha expuesto su trabajo en recintos como el Museo de Arte de Zapopan, la Biblioteca Vasconcelos y el Museo de la Cancillería, en la Ciudad de México.