La movilidad humana transfronteriza no se puede obviar, es una realidad inminente que requiere acciones a corto, mediano y largo plazos. Migrar es un fenómeno que ha estado presente desde inicios de la humanidad. A lo largo de la historia, la expansión de fronteras, las guerras, la trata transatlántica, persecuciones, crisis humanitarias y medioambientales, inestabilidad política, mejorar la calidad de vida, entre otros, han sido motivos para cambiar de lugar de residencia. Actualmente, según la Organización Internacional para las Migraciones, el 3.6 por ciento de la población global —281 millones de personas migrantes— se encuentra fuera de su país de origen de manera voluntaria o forzosa.
En tal sentido, la ciudad estadounidense de Nueva York tiene amplia experiencia inmigrante. A partir del siglo XIX se vio transformada tanto por la inmigración como por el desarrollo económico. De 1892 a 1954, la isla Ellis fue el punto de entrada de cerca de 12 millones de inmigrantes que no sólo se diseminaron en Estados Unidos, sino también por el continente americano.
Nueva York es la ciudad más poblada de la Unión Americana, con 8.8 millones de personas (en 2020) y, de acuerdo con el reporte anual Estado de Nuestra Inmigración 2018, de la Oficina para Asuntos del Inmigrante de la Alcaldía de Nueva York, alberga a 3.1 millones de inmigrantes, casi el 38 por ciento de la población de la ciudad y el 45 por ciento de su fuerza laboral. Según el Consejo de Inmigración Americano, cerca de una quinta parte de las y los ciudadanos estadounidenses nativos tienen madre o padre inmigrante, y más de medio millón viven con al menos un familiar indocumentado.
Las personas inmigrantes en Nueva York tienen una tasa alta de participación en la fuerza laboral, ya que representan el 77 por ciento de la población de 16 años en adelante que trabaja. Para el 2018, el Consejo reportó que los hogares inmigrantes en el estado de Nueva York pagaron 35.4 mil millones de dólares en impuestos federales y cerca de 21.8 mil millones en impuestos estatales y locales. Como consumidores, las y los inmigrantes aportan más de cien mil millones de dólares a la economía neoyorkina.
Según un artículo de The Conversation, casi el 70 por ciento de inmigrantes latinos de primera generación en Nueva York sienten que son parte de la comunidad. Asimismo, se estima que para el 2023 la población mexicana se convertirá en el subgrupo latino más grande de la ciudad.
Kathy Hochul, gobernadora de Nueva York, reconoce el “trabajo duro de generaciones de inmigrantes como uno de los más grandes apoyos del Estado”. De igual forma, el alcalde saliente, Bill de Blasio, ha comentado que “En unas pocas décadas, este será ante todo un país latino y eso es parte de nuestro crecimiento y evolución, y será liderado por nuestra comunidad mexicoamericana que ya ha ayudado a moldear profundamente nuestra historia”.
Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer para que las personas inmigrantes en Estados Unidos accedan a los derechos y puedan ejercerlos. La propia reforma migratoria del presidente Biden está en espera, lo que puede tener repercusiones para el Partido Demócrata en las próximas elecciones, si se toma en cuenta que sólo dos de cada diez personas hispanas están satisfechas con lo que el Gobierno de ese país ha logrado en el tema de inmigración.
En Nueva York, organizaciones inmigrantes continuan abogando por sus derechos y buscan posiciones de liderazgo comunitario para incidir en su representación pública y acceder a cargos políticos. El 9 de diciembre pasado, el Consejo Municipal aprobó por 33 votos a favor y 14 en contra el derecho al voto a más de “800,000 personas inmigrantes: 622,000 titulares de tarjetas de residencia o green cards, con permiso de trabajo y a algunos indocumentados protegidos por el Gobierno federal”, con lo que se convierte en la mayor ciudad de Estados Unidos en aprobar una medida de este tipo. La normativa les permitirá elegir alcalde, concejales, fiscales de los condados y otros cargos locales a partir de 2023, aunque no les autoriza a votar en los comicios estatales ni federales.
El contexto en sí es complejo, porque en un país que debate las restricciones al voto la norma podría ser disputada en tribunales por quienes se oponen a ella, pues consideran que priva de poder a la ciudadanía estadounidense, incluidas otras minorías, como la afroamericana, y desincentiva a tramitar la ciudadanía a quienes residen de manera legal.
Eric Adams, actual alcalde de Nueva York, ha expresado su preocupación en cuanto a que la ley permite ejercer el voto con tan sólo 30 días de residencia en la ciudad. En tanto, el proyecto se convertirá automáticamente en ley, si no se firma después de 30 días de haberse presentado, integrando a la ciudad a otras 12 más que en ese país ya permiten a residentes permanentes votar en cierto tipo de elecciones municipales.
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