Transitar hoy la ciudad de Querétaro es desafío, riesgo, pérdida de tiempo, de bienes materiales y vidas; infalible generador de corajes, angustia, retrasos. Tratar de vivirla desde cualquier ángulo es pretender desatar un nudo ciego.
La descoordinación entre dependencias estatales y municipales es evidente en la realización de obras públicas que invariablemente se publicitan como “solución definitiva”, aunque la opinión del respetable público es que lo único seguro en su hechura es que el costo será millonario, que no quedarán bien y no tendrán certeza en la fecha de conclusión. La capital queretana, para razones prácticas en materias social, escolar, laboral y por tanto de desplazamiento continuo de tránsito vehicular particular, público y colectivo, involucra a tres municipios: Querétaro, Corregidora y El Marqués, en los tres, sus presidentes municipales fueron reelectos y bajo el abrigo de la reelección, iniciaron muchas obras en zonas urbanas y siguen al ritmo en que transcurren las administraciones municipales habiéndose usado para apoyar la continuidad gubernamental. Por ejemplo en La Cañada, cabecera municipal de El Marqués, durante la campaña electoral previa a las pasadas elecciones, el gobierno municipal inició el remozamiento de fachadas de casas de las dos principales calles, obras que incluyeron: levantamiento de muros de ladrillo, empastado con cemento, limpieza y barnizado de muros de cantera, pintura de fachadas, puertas y rejas y cercado de terrenos habitados o no, con malla ciclónica. Este tipo de obra es doblemente cuestionable, por tratarse de dinero público invertido en propiedades privadas y por la clara intención “clientelar” al haberse iniciado en campaña y porque después de un año sigue, y el presidente municipal ya se ha manifestado como aspirante al Senado, es decir, también sigue en campaña. Con un poco más de esfuerzo y muchísimo menos gasto, es preferible evitar el vandalismo que destruye las fachadas y así alentar a los propietarios a darles mantenimiento, encauzando ese recurso a comunidades sin banquetas, con calles de tierra, totalmente desforestadas y plagadas de jóvenes adictos y de inseguridad.
En la ciudad de Querétaro igualmente pasó, en fechas previas a las elecciones se repavimentaron calles a todo vapor e iniciaron obras, que un año después no sólo no han concluido sino que se han desbaratado y vuelto a iniciar. Aunque ha de haber varias así, el caso más visible y deplorable es de las obras en calles de la colonia Calesa en donde terminan y vuelven a abrir, ya por cuatro ocasiones, como el tejido de Penélope, deshacen de noche lo que hacen de día porque quedó chueco, salieron fugas de agua a relucir o la maquinaria pesada de la misma constructora rompió el adocreto recién puesto al seguir pasando inclementemente sobre él. Ahí cerca la colonia Alamos segunda sección padece lo mismo, calles y calles abiertas permaneciendo así por meses, con más retrocesos que avances, corte de agua de hasta días por rotura de tubos, y cancelación de acceso vehicular a las casas por tiempo indefinido. Ejemplos sobran porque por dónde quiera que se transite en cualquiera de los tres municipios se encuentran calles despanzurradas, máquinas paradas y dos o tres trabajadores chateando o mirando al vacío y todo esto se agravará hasta dónde la imaginación no alcanza con la obra de la cinco de febrero que está aventando todo el tráfico a otras zonas caóticas.
¿A qué dependencia municipal o estatal corresponde coordinar la marejada de micro obras que tienen a la ciudad en estado tan deplorable? ¿De quién es responsabilidad verificar que las constructoras tengan personal calificado suficiente para que hagan las obras bien y a la primera y que el material utilizado sea de calidad para que sea durable, no que en plenas narices de los constructores se rompe, se filtra, se desbarata? ¿De lo que construyeron mal y se echó a perder o debe rehacerse a quien se carga el costo? Si acaso fuera al contribuyente y no al constructor, se comprendería la razón de prolongarse hasta por años una obra que debería estar en semanas. Para alguien debe ser negocio que los mismos errores se repiten y multiplican ya por años en los municipios conurbados a la capital y seguramente en otros del interior.
Mientras los gobernantes siguen “rostreándose” en eventos sociales y artísticos, el pueblo se jala los cabellos de impotencia. Mucha paja para tan pobre pesebre. Al tiempo.