En su discurso inaugural como nueva presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la ministra Norma Piña remarcó que su designación era una muestra incuestionable de que las mujeres mexicanas seguían rompiendo el techo de Cristal.
No fue una alocución retadora y menos cargada de un feminismo radical.
Es cierto que nunca una mujer había presidido la Corte.
Pero también es una realidad la paridad de género que existe en los Congresos Federales y en muchas legislaturas locales.
Igualmente es inédito en México el número de mujeres que son gobernadoras en entidades federativas.
Federico Arreola puntualiza lucidamente el tema en su reciente columna cuando dice:
“Destaco el hecho histórico de que por primera vez una mujer va ser presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación… Se trata de un poder autónomo e independiente como nunca había existido”.
Dijo más el presidente de México: “Hasta ahora hay autonomía, eso no lo van a aceptar nuestros adversarios, pero es verdad, no imponemos nada en la corte y es tan evidente que la presidenta Norma Piña siempre ha votado en contra de las iniciativas que nosotros hemos defendido”.
Andrés Manuel destacó que antes ministras y ministros “estaban subordinados, desde presidencia se daban órdenes y eso ya se terminó”.
Y el presidente López Obrador remató con una esperanza, que ha expresado tantas veces desde que ganó las elecciones de 2018: “Ojalá de manera independiente y autónoma se lleve a cabo una reforma en el poder judicial”.
El lamentable espectáculo que ha dado la corte suprema —traiciones, politiquería, sospechas de enriquecimiento, inconfesables conexiones de ministros con grandes empresarios y políticos tramposos — no puede ser olvidado solo por lo positivo que tuvo la histórica elección como presidenta del poder judicial de una mujer, quien además no ha demostrado ninguna coincidencia con Andrés Manuel López Obrador, lo que habla de su independencia.
Y es que la independencia de Norma Lucía Piña Hernández, y el hecho de que como mujer haya roto un techo de cristal, no deben llevar a nadie a pensar que la corte suprema funciona correctamente y que solo está integrada por gente incorruptible y totalmente alejada de las ambiciones políticas y económicas. Ha quedado claro que no es así.