Carmen Martínez Diez
Las palabras forman parte importante de la comunicación, pero a éstas alturas es por demás conocido las distintas formas de expresión que usa el ser humano, es ahí en dónde, con detenimiento y pausa, podemos entender todo lo que nos quiere decir cualquier persona si logramos detener la mirada, calmar el pensamiento y observar, sobretodo a los personajes públicos y más que nada de los políticos y la elite económica porque de una u otra forma ejercen el poder. Quizás las voces nos dicen cosas ¿qué cosas? Es muy común que hablen con voz muy fuerte y ademanes que dan pie a recordar aquello de “gritas tanto lo que eres que no se escucha lo que dices”. Suele ocurrir que en el momento, las palabras no se entienden, pero los ademanes o los atuendos, los movimientos, todo lo que es el cuerpo nos está transmitiendo, si genera un mensaje. Existen expertos que saben perfectamente entender el lenguaje digital y analógico, aspectos que muchas veces pasan desapercibidos para la mayoría de los ciudadanos en cualquier espacio: público o privado, tanto en movimientos de protesta como en el ejercicio de gobernar. Los no expertos lo intuyen o lo padecen
Paradójicamente los habitantes de todos los estados de la República Mexicana y del mundo, quieren ser escuchados, esperan de sus políticos y funcionarios un espacio para dialogar. La gran sorpresa es que una vez que están en el poder o ejerciendo el poder de alguna manera, se cierra toda posibilidad. No se generan espacios a través de diferentes medios: correos, oficinas, representantes, que verdaderamente escuchen las demandas, sean justificadas o no, para eso serán éstos espacios en donde se analice si el problema es problema y las soluciones que se puedan encontrar de manera conjunta e incluso tal vez sencilla para evitar que la frustración se acumule y se genere energía mal encausada en demostraciones públicas, muchas veces violentas que, a todas luces, podían ser evitadas. Es decir, al no tener comunicación verbal con el interlocutor adecuado se va construyendo un actuar en paz o violento, que es la forma de comunicar la inconformidad con los demás a la vez que una mala calidad de vida.
Muchas veces el silencio que es una forma de autodominio, de paciencia, de no asumir públicamente carencias, limitaciones e ignorancias entre otras cosas, como la perplejidad que invita al silencio y también a la paciencia. El silencio pues, puede ser una pausa reflexiva. Pero en el contexto de las necesidades públicas para el bienestar común, la comunicación entre gobernantes y gobernados es una urgencia, supone la respuesta al mensaje. Entonces debe haber oídos que escuchen para resolver asuntos que son vitales para la sobrevivencia adecuada de la sociedad. En muchos lugares de México es un problema generalizado el no atender las peticiones urgentes e indispensables, pero sorprende aún más cuando existe un interés de impulsar a un estado en especial, para que se convierta en uno de los más avanzados por la cercanía con la capital, como es el caso de Querétaro que por décadas, nunca se puede dejar de insistir en ello, ha manifestado el deseo de la inmediata solución al mal transporte público, actualmente profundamente deficiente sin que ni las palabras ni los silencios hayan cumplido la finalidad que tienen, Nadie en el poder, eso parece, ha reflexionado que una ciudad que se desarrolla industrialmente, que impulsa la economía, que tiene cada vez una mayor proporción de trabajadores de todo tipo, deben contar con una movilidad pública de excelencia de manera inmediata que elevará la productividad para todos y demostraría la eficiencia de quienes tienen a su cargo esa tarea. ¿por qué no se ha cumplido? Debe haber muchas causas que desconocemos ¿por falta de comunicación? O ¿por ineptitud e indolencia? Es un misterio. Como lo es no contar con puentes peatonales ni banquetas. Sí, repetido hasta el cansancio en este espacio, sin embargo, sabemos que todos escucharon durante sus campañas estos temas. Es ahora tiempo de ir realizando planes y tiempos de acción con una celeridad indispensable para el urgente caos y ausencia del transporte público largamente sufrido.
La ciudadanía espera foros para ser escuchada en dónde los funcionarios guarden silencio y reflexionen para que ambos lleguen a conseguir acuerdos viables siempre, como se ha insistido, con asesores expertos que conozcan perfectamente los temas, antes de que esta ciudad se convierta en un torbellino vial desordenado como sucedió en la Ciudad de México. Y así, por supuesto en todos los estados del país cuya semejanza abunda.