Sobre el cimiento de la necedad no asienta ningún discreto edificio (Miguel de Cervantes, en Don Quijote)
Un necio es un imprudente, un terco o más bien una persona con falta de razón, un ignorante que cree que sabe, y es un gran peligro un necio que asegura tener la razón. Ahora bien, es sabido de todos, que es absurdo discutir con necios, pues hacerlo e insistir en ello te vuelve igual, además de que no te conduce a ninguna parte. Es predicar en el desierto.
Por ello afirmo que no tiene caso abrir la discusión, aunque ya hay una multitud discutiendo, la necedad de proponer reformas legales a sabiendas de que no pasaran y de que no hay recursos que las sustenten.
Son un catálogo de deseos y un listado de tareas que quiere dejar pendientes a su sucesor (a), y un excelente anzuelo para la pesca electoral. Nadie puede oponerse a que le regalen dinero, ganar más, mejor pensión, es obvio el gancho, porque, “un gobierno que cobra a Pedro para pagarle a Pablo, siempre puede contar con el apoyo de Pablo”(Bernard Shaw), Aunque en este caso Pedro está exprimido y no le ajusta el dinero para darle a Pablo. El déficit es alto y la deuda pública grande.
Así pues, no tiene caso discutir lo que se sabe que no es viable, mucho menos pecar de ingenuos y hasta tontos, si acabamos haciendo lo que se quiere que se haga con esas necedades, que es seguir hablando de ellas para que no se hable de los grandes fracasos de su gobierno.
Esta administración inició vendiendo esperanza; promesas de gasolina barata, medicamentos suficientes, atención médica de primer mundo, autosuficiencia alimentaria y energética, educación y universidades para todos; acabar con la inseguridad, con la corrupción, con el contubernio del poder económico y el gobierno, con la censura a los medios y periodistas; la familia no haría tráfico de influencias y el pueblo sabría cómo se gasta el dinero público, y así puedo seguir el listado de promesas no cumplidas y abusos hechos al amparo del poder.
Ahora, al final de su periodo, se renueva el catálogo y vuelve al manejo de las luces y los espejos para que nadie note el elefante en la sala y de paso para hacerle la campaña a su delfín.
Necesita que las ocurrencias traducidas a reformas, sean el tema y no el crecimiento de la inseguridad, de la presencia del crimen en forma de gobiernos paralelos cobrando derechos y exigiendo pagos a cambio de vida y la tolerancia con que la Guardia Nacional y el Ejército los ven desplazarse por caminos y ciudades. Requiere que se discuta sobre pensiones imposibles para que no se siga hablando del financiamiento obscuro de su trayectoria política.
Es su intención, que la discusión nacional se centre en quimeras para no hablar de la incapacidad gubernamental, de su descuido en el tratamiento de la sequía que agobia a dos terceras partes del país, que ya secó Cuitzeo, que está secando Cutzamala, mientras el habla de nuevas presas que no tienen agua que contener.
Que se hable de la extinción de organismos que son los diques para su autoritarismo, para que no se exhiba la falta de transparencia en las obras públicas, del crecimiento del déficit público gastando más de lo que ingresa y subsanando el hoyo con más deuda, aunque lo niegue.
En palabras claras, que el manejo de esperanzas y expectativas se constituya en la narrativa pública para ocultar el fracaso de la administración, el fallo en los rubros que prometieron combatir y sobre todo que no se abra la conversación sobre la corrupción que mancha a la familia presidencial.
Lo que está en juego, no es solo la transmisión del poder a su delfín, sino el derrumbe del mítico personaje creado para disfrazar al verdadero. Sería difícil creer en la honestidad de quien dijo vivir con doscientos pesos en la bolsa mientras los personajes cercanos eran grabados recibiendo dinero de obscura procedencia, en conducta repetida y exhibida durante dos décadas.
Discutir sobre reformas inviables es un ejercicio que nos remite a la dicha inicua de perder el tiempo, (Renato Leduc dixit), y seguir subyugados por la retórica que nos ha marcado la agenda pública por cinco años, escondiendo la tragedia nacional.
Polarización, discurso maniqueo, conservadores, neoliberales, adversarios, fueron fantasmas que nos tuvieron en el limbo de una realidad imaginada por una mente enferma, que muchas veces es capaz de hazañas geniales, pero que en este caso no fue para bien.
El genial engaño está llegando al fin. No por obra de sus adversarios sino por la propia incapacidad e incompetencia. No tiene caso discutir sobre los nuevos espejismos, la realidad habrá de imponerse y costará mucho reparar el desastre que nos lega.