Una de las obsesiones de la llamada revolución de las conciencias, que argumenta la Cuarta Transformación, la señora Presidente y su patrocinador han traído al país para quedarse, como la buena música, es que ellos no son iguales. Otra de sus paranoicas cantaletas convertidas en slogan de campañas es que ellos no roban, no mienten y no engañan.
Lo segundo no hay ni siquiera necesidad de abordarlo. Al amparo del edicto que por voz divina convirtió a todos los proyectos federales que realizó, y dice que realiza, el Ejército y la Armada, los costos de las grandes obras de las que se presume su eficacia y resultados antes de terminarlas, se mantienen en el más riguroso secreto de la seguridad nacional.
En la primera premisa, de que ellos no son iguales, estoy totalmente de acuerdo. No son iguales: son peores. Debieran adoptar como frase discursiva el “no serás cínico”. Dos botones de muestra, que documentan la vocación de venganza que la Presidencia actual de la república y la inmediata anterior tienen como canon.
Cuauhtémoc Blanco, un futbolista de perfil alto, dicen, que en 2015 su ficha fue comprada, dicen, por cuatrocientos mil dólares para que se postulara por un organismo político palero de Lopitos, que se llamó Partido Social Demócrata, ganó la alcaldía de Cuernavaca, ciudad de la que se hizo rápidamente residente. Luego brincó al PES, Partido Encuentro Social, otra de las sucursales de Morena. En el 2018 dio el brinco a Morena y como su candidato ganó la gubernatura del estado de Morelos.
Su ejercicio ha estado plagado de escándalos pequeños y grandes. Al finalizar, Blanco recibió el premio de una candidatura a diputado federal por Morena, que ganó. La corrupción del gobierno morelense con Blanco es innegable; su fiscal estatal, Eruviel Carmona Gándara torció las investigaciones de un feminicidio, en franca disputa con las autoridades capitalinas. Antes de ser destituido por el Congreso del Estado, Carmona presentó una solicitud de juicio político de quien fue su jefe, Blanco, por la acusación de la media hermana de éste -que vivía en la casa de gobierno- por violación en grado de tentativa. Todo estaba listo para el desafuero del diputado futbolista.
Pues no.
La Honorable Cámara de Diputados rechazó el proceso por los votos de la mayoría morenista de su pleno, apoyada desde luego por el PVEM, el PT, y ¡por el PRI! No habrá juicio de desafuero, Blanco seguirá en su curul hasta que los vientos cambien. Es obvio que el futuro político de Alito Moreno, encargado del despacho del PRI dependía de los votos a favor del gobierno, de sus diputados: está demasiado embarrado en negocios sucios, y él no es el único que lo sabe. La señora Sheinbaum afirmó ayer que el fiscal que pidió el desafuero era un corrupto.
Como el comal y la olla. Diputados y diputadas de Morena acompañaron a Cuauhtémoc al grito de “no estás solo”. Alito tampoco está, evidentemente.
El otro caso es probablemente peor. Flor de María Hernández Mijangos, juez integrante, en el Distrito Federal, del que Lopitos llama corrupto sistema judicial, ha dictado una sentencia en contra del doctor Enrique Graue, ex rector de la UNAM y de Fernando Macedo, director de la FES Aragón. Ellos, dice la juez, deben pagar quince millones de pesos a Martha Rodríguez Ortiz, por concepto de daño moral, y no volver a hablar de ella en público.
El caso es sencillo. Doña Yasmín Esquivel fue impuesta como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con base en una tesis de licenciatura en derecho plagiada a todas luces. Tesis que fue supervisada por Rodríguez Ortíz, a quien quieren hacer ahora millonaria, y que es especialista en asistir en casos de títulos fraudulentos.
Es obvio que el fallo de Flor de María fue promovido desde la oficina de la “licenciada” Yasmín Esquivel de Riobó. Magistrada de la Suprema Corte que se prepara para repetir en el cargo.
La venganza es un plato que se come frío. A veces indigesto. Dejemos de ser cínicos.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): El acuerdo de paz para la invasión de Ucrania por parte de Rusia, se antoja más frágil que el prestigio de la olímpica Gabriela Guevara al frente del deporte nacional. Nadie le cree ya a los propulsores del trato, Trump, Putin, Mohammed bin Saud Al Salman, el mandón de Arabia Saudita, y hasta al mismo Zelenski. Los gritos de faul ya abundan. Los balazos no escasean.
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