Para Aída Antígona, mujer feminista consumada, cuyas lecciones me son tan caras.
A mis hermanas con amor, aunque no sean feministas.
Las feministas de la década de los 70 consagraron el 8 de marzo en honor a las trabajadoras que se atrevieron a pedir aumento de sueldo y fueron incineradas en su lugar de trabajo. El feminismo de entonces fue estigmatizado, menospreciado aun por las propias mujeres; entonces, las palabras: “lesbiana” o “machorra” fueron usadas como sinónimos de feminista y todavía quedan resabios de ese precio que se le dio al feminismo, por lo menos en México y de ello tengo recuerdos muy desagradables. Sin embargo, a las legislaturas de todo el mundo pudieron llegar las feministas para sumar a la promulgación de leyes que fueron concediendo mayores derechos de los que nunca hubieran imaginado nuestras abuelas y que las nuevas generaciones creen que los derechos ya estaban aquí desde siempre, como por arte de magia y por eso hay que celebrar como si se tratara de una fiesta similar al Día de las Madres o San Valentín.
Un día de marzo de 1911, un grupo de mujeres y hombres trabajadores fue sacrificado en una fábrica de ropa de Nueva York. Cada año el simbolismo del 8 de marzo adquiere los significados que a cada quien se le ocurren menos el que en un sentido estricto ha tenido desde el nombramiento de Día Internacional de la Mujer, un día que se produjo a la vera del tan defenestrado movimiento feminista, sobre todo en aquellos tiempos en que se dieron las primeras reuniones internacionales de mujeres que buscaron en primer término el derecho al voto, que buscaban como el Movimiento Espartaquista encabezado por Rosa Luxemburgo, olvidada por la historia, la más conocida de las mujeres comunistas, la oposición a la Primera Guerra Mundial, torturada y asesinada por sus ideas políticas. La recuerdo aquí como mujer ejemplar de limitaciones físicas que hasta el último momento, antes de su ejecución, expresó su pensamiento revolucionario.
Al día de hoy, pocos entienden de lo que trata el 8 de marzo y en muchas ocasiones también son las mujeres quienes no reconocen bien a bien lo que se desea en una conmemoración como la de este día. Hay hombres que reclaman su derecho a un día internacional del hombre, obedeciendo a qué!!? Pregunto. He antepuesto las muchas razones y muchas otras que por numerosas no menciono, para conmemorar el 8 de marzo como el día de las mujeres, de todas las que desean ejercer sus derechos al conocimiento, a la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos de la vida social y política, no solamente ser parte de una candidatura para cumplir con la cuota de género de un partido político, eso no es mas que simulación de que existe igualdad y equidad de género, despojemos a los términos de la máscara con la que remedamos ser una sociedad incluyente y equitativa.
En realidad, en la fecha aludida se hace referencia al empoderamiento de la mujer, convertido en un concepto de poder aun más confuso que si Foucault viviera…su dispositivo del poder se habría enriquecido o lo habría cambiado por uno nuevo. Ahora se ha convertido en moda en muchas mujeres, conductoras de televisión, actrices y actricitas afectadas por algún mal, panelistas y amiguis o amigues, autonombrarse guerreras, como si la espartana cultura guerrera fuera hoy posible y la conocieran a fondo. Si así fuera, con la vigorexia que es ahora tan practicada, o el veganismo, la anorexia y la bulimia, menudo problema tendría la medicina para auxiliarles en sus desventuras. Y lo escribo aquí con un tono de sarcasmo porque ya resulta molesto que las mujeres enfrentadas a la realidad cotidiana, desde hace miles de años podrían haberse llamado guerreras.
Dejémonos de eufemismos y dulzuras, lo que se busca solamente es respeto. Esta es la palabra clave. Respeto. Sólo quiero eso para todas las mujeres y no como se dice que el respeto se gana. No. El respeto se nos adjudica desde el momento de llegar al mundo. En primer lugar: el respeto a nuestra vida y eso, es lo que menos tenemos en este tiempo.
En diferentes contextos, las propias mujeres aún no han entendido que los roles son históricos y la realidad los transforma. Las mujeres en puestos de mando no deberían tener comportamientos masculinoides y con ello me refiero a esas actitudes que se alejan de la comprensión del Otro, del diferente, o del humano, a esa forma de pensar fría y racional que practican las mujeres de poder. Si no se despojaran de su comprensiva ternura jamás avalarían una guerra como lo hizo Margaret Thatcher en el siglo pasado ni abandonarían la maternidad como lo han hecho muchas reinas de la historia. En la política, su comportamiento ha llegado a ser más visceral que el de muchos dictadores y para ello véanse los videos que circulan sobre los dimes y diretes en el Congreso de la Unión. Allí tienen una muestra de lo que las mujeres congresistas desconocen y menos practican: sororidad señoras, so-ro-ri-dad! Tampoco se practica en el lugar de trabajo, ni en la escuela y ni en la casa. Cuántas veces no se ha dicho: la mujer es la peor enemiga de otra mujer. Es hora de empezar a reconocer lo que nosotras mismas somos y practicamos antes de enviar felicitaciones o dar flores y reconocimientos este día.
El leitmotiv del 8 de marzo se ha perdido en el marasmo de una comercialización que ahora se convierte en mercancía por la compra de chocolates y flores como si con eso pudiéramos aceptar los altísimos niveles de violencia que se viven en todos los niveles, hacia las mujeres. Para muestra, una debatida canción interpretada por Alejandro Fernández, que desde su estreno hace años repudié y ahora en contextos más avanzados en cuanto a derechos de las mujeres, como en España, se exige que se cambien los versos que incitan a matarlas, aunque sea a besos. Las palabras tienen en sí mismas una carga simbólica que se ve reflejada en la violencia que vivimos cotidianamente.
Desde hace años el mundo y especialmente nuestro país viven en un estado de guerra que oficialmente no se ha decretado. La igualdad, un concepto con el que se identificó al movimiento feminista en el mundo, se ha modificado con el paso del tiempo al de equidad, ahora más entendida como lo que corresponde a cada quien según sus necesidades y potencialidades.
No pararé de reclamar con indignación que para celebrar el Día Internacional de la Mujer, con flores y reconocimientos, no debe haber un feminicidio más y resolver los que están pendientes de aprehensión y sentencia de los feminicidas. Sin eso, no es posible celebrar nada y esta situación tiene ya más de 30 años, desde la aparición de la primera mujer asesinada en Lomas de Poleo en Ciudad Juárez.