El domingo por la mañana todo era festividad en la plancha del Zócalo. Del unánime “¡No llegamos todas!” que gritaron miles de mujeres el sábado, no quedaba ni el eco. Tampoco había rastro de las vallas que se dispusieron para “proteger” a las manifestantes. En su lugar, había un enorme templete en el que por más de hora y media un grupo musical de la Armada y unos mariachis intentaron entretener a la muchedumbre que había llegado hasta ahí en cientos de autobuses proporcinados por Morena y sus aliados, así como las organizaciones sindicales y campesinas que representan el músculo más poderoso de su corporativismo.
Al comenzar su esperado discurso, bastante predecible, la presidenta saludó hasta a las piedras, pero ni por error al Poder Judicial, que por supuesto no fue invitado. Una forma muy suya, que ya se hizo costumbre, de hablar del respeto, del diálogo entre iguales y de todo eso que les dijo a sus seguidores que ha venido ocurriendo –ahí sí– con el Presidente Trump, quien tuvo a bien aplazar por un mes más la imposición de aranceles.
El triunfalismo con el que llegó al Zócalo ya lo traía desde el pasado jueves, cuando tuvo la llamada con Trump y pudo darles la buena nueva a los periodistas en la “mañanera del pueblo”. No importa lo efímero que muy probablemente resulte el acuerdo; para ella se trató de una extraordinaria gestión que ha puesto por encima de todo al “amado pueblo y bendita nación” a los que se debe.
En el recuento de lo que ha sucedido desde que comenzó la amenaza de la imposición de aranceles por parte de EU se mostró optimista; tanto, que según ella el próximo dos de abril no se tendrían que aplicar aranceles, porque los que anunciará Trump son aranceles recíprocos para todos los países que se los cobren a ellos, pero no para México, porque tenemos el T-MEC.
Su pieza discursiva, pobre en todos los sentidos, tuvo como mayor ambición repetir todo el repertorio de lugares comunes y consignas dictado desde hace años por AMLO (las citas de Vicente Guerrero y Benito juárez; “por el bien de todos, primero los pobres” y demás frases “geniales”). En realidad, el discurso parece que fue redactado sin ningún apuro en Palenque.
A pesar de su infundado triunfalismo, la señora Presidentea tuvo el cuidado de señalar que si las cosas salen mal tiene una estrategia y varios planes… pero, eso sí, volverá a convocar a llenar el Zócalo. “¿Están de acuerdo?” –interrogó al pueblo sabio”– y este le respondió sin dudar: “¡sí!”
Vuelvo a la crónica del pasado domigo, porque más allá del recurrente y penoso agradecimiento a Trump por habernos perdonado los aranceles un mes más, lo que queda en este mensaje es que se volvió a apelar a “la buena relación” que mantuvo López Obrador con el republicano en su primer mandato, algo que ya ha mencionado Sheinbaum en varias oportunidades y que según deja entrever asalde forma implícita, es algo que igual nos termina por salvar.
Veamos: López Obrador en 2020 hizo campaña entre nuestros paísanos en Estados Unidos a favor de Trump; luego, en medio de las salvajadas del candidato republicano, que le valieron que su cuenta en X (entonces Twitter) fuera cancelada, nuestro ilustre macuspanense se solidarizó con él, alegando que se violaba su libertad de expresión; más adelante, ya frente a la derrota y el vandálico motín en la Casa Blanca, AMLO no condenó los hechos y fue uno de los últimos mandarios (junto con Putin) en reconocer a Biden como Presidente. Antes de eso, López Obrador ordenó al Ejército complacer al entonces presidente Trump en el tema migratorio y mandó a Ebrard “a doblarse”, como referiría el propio magnate convertido en Presidente.
¿Tendrá presente todo esto Donald Trump? Puede ser que recuerde estos favores, pero no parece que nada lo vaya a detener: apenas ayer convirtió una aplicación que antes servía a los migrantes para obtener una cita en la que pudieran presentar su caso ante las autoridades de EU, en una donde ellos puedan autodeportarse. Al mismo tiempo, en la mismísima ONU, reunida ayer en Viena, le ordenó a su representante, Cart Weiland, que criticara directamente el acto del domingo, porque evidentemente no le gustó:
“Ayer hubo una gran fiesta en el Zócalo. Mucha música, mucha fiesta. Quizás todos celebraban el fin de ‹abrazos, no balazos›. Pero parece demasiado pronto para festejar cuando mujeres y niños siguen siendo asesinados a tiros en lugares como Guanajuato”.
Más claro, imposible. A la “dama encantadora” y al Presidente “respetuoso” los identifica el populismo, el desprecio por sus respectivos poderes judiciales y una clara devoción por el autoritarismo, pero eso no parece que vaya a ser suficiente para que Trump ponga a México fuera del primer cuadrante de su extorsiva actuación. Lo único que ayuda a México en el tema arancelario ha sido el temor de muchos congresistas y el miedo de los mercados, que ayer quedó de manifiesto en una estrepitosa caída en Wall Street.
Y eso podrá detener tal vez los aranceles, pero de ningún modo la presión que seguirá ejerciendo la Casa Blanca contra el gobierno de Sheinbaum, a quien ve abiertamente coludido con el crimen organizado. Ergo, no habrá plan A, B, C o Z que alcance (si es que realmente lo tienen), así que la Presidenta ya puede ir organizando el mitin que sigue; uno donde, por favor, los propios jefes de su partido no le den la espalda.
@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez