Ramón Márquez C.
III y última parte
Al enterarse del nacimiento de las pistas de tartán, Rudi Assler y su hijo Armin –al que había cedido todos los asuntos de Puma- trabajaron en secreto en la fabricación de un zapato que interactuara con la nueva superficie. Algo tenían que hacer porque, según el analista de televisión británico Dick Bowe, “Adidas era la marca más poderosa del mundo. “La número uno. No había dos, y Puma era la número tres”. El sociólogo estadounidense John McAloon opinaba que Horst Assler, el hijo de Rudi al frente de Adidas, era, detrás de escena, el hombre más poderoso en el deporte internacional, tan influyente como Avery Brundage”. Sin embargo, está por recibir una sorpresa…
Los Ángeles, 29 de agosto de 1968: en la ronda clasificatoria para la prueba olímpica, Vince Matthews –piel oscura- corre en 44.4 segundos los 400 metros: marca mundial. Lo hizo con los elegantes Puma que Armin diseñó: gamuza rojo cereza, novedoso velcro para cerrar los cordones, pero, sobre todo, cuatro hileras de diminutos spikes en la suela, alineadas como cerdas de ceptillo. En tal virtud, aunque Armin proyecta llamarle Quill, en el ambiente atlético es llamado punta de cepillo. Septiembre 12: pruebas olímpicas. Los atletas de color compiten con los nervios tensados: ¿respetan su decisión de veto y se olvidan de participar en los juegos, o declinan? Son 26, y la mitad está a favor del boicot. Con marca mundial -19.92- John Carlos vence por primera vez a Tommie Smith en los 200 metros. Corren con el zapato Puma, como lo hace Lee Evans, dos días después, con los mismos resultados: plusmarquista mundial en 400 metros -44.0-… Y ya están, en automático, el espionaje corporativo y el contrataque. Entra en acción Dick Banks, agente de Adidas en Echo Sumitt: “Conseguí los zapatos, se los envié a Horst Dassler, y los prohibieron más rápido de lo que podrías decir Puma”, dijo en entrevista a un diario de Florida. No fue tan rápido. Sucedió después de que, en aras de la unidad, los 26 atletas de color clasificados para la olimpiada abandonaron el boicot. A dos semanas de la inauguración –septiembre 28-, Donald Pain, secretario tesorero de la Federación Internacional de Atletismo Amateur –IAAF, por sus siglas en inglés- anunció el envío de este aviso a la Villa Olímpica: “Ninguna regla técnica se puede cambiar durante un año, y la regla sobre los zapatos de atletismo ahora requiere de ocho spikes”. Aunque diminutas, Quill tiene 64, y se convierte, así, en víctima de guerra. Tremendo nocaut de Horst a su primo Amir. ¿Cómo lo logró?… Cuenta Vince Matthews a Sports Illustrated: “Horst me proporcionó cheques personales, incluido un estipendio mensual en la universidad; un Porsche, viajes internacionales para mi y mis familiares. También me contó su maniobra. ‘Extorsionamos a tres oficiales de la IAAF’. Uno era gay, otro estaba involucrado en una malversación financiera y otro engañaba a su esposa. No querían que sus asuntos personales se hicieran públicos e hicieron lo que pedía Horst. ‘Había seis muchachos en la junta -me dijo. Dos estaban de nuestro lado, chantajeamos a tres y ganamos el fallo. ¡Boom!, así de simple’…”
Este sí es un escándalo. Crecerá cuando otros atletas revelen que recibieron dinero y equipo y reporten la violación al COEU. Una investigación revelará que Adidas y Pumas ignoraron descaradamente las reglas del amateurismo y distribuyeron un estimado de 100 mil dólares en efectivo y 350 mil en equipo a los atletas estadounidenses. Dick Bank, representante de Adidas, dirá que 20 de los 25 atletas hombres recibieron pagos ilegales. El cheque más grande fue de 10 mil dólares -el habitual era de mil. El COI presionará: hay que encontrar culpables. Concluirá el COEU: “sabemos hasta quiénes recibieron dinero, y cuánto. Pero no hay evidencia. No podemos hacer nada”.
* * *
Después de aquella pacífica protesta en el podio, Carlos y Smith fueron suspendidos del equipo olímpico estadounidense y obligados a abandonar la Villa Olimpica. Brundage hizo una cita con ellos para que devolvieran sus medallas. “Nunca lo hice –dice Smith-. Me dieron hora y lugar para entregarla. Simplemente no fui. Carlos tampoco”. Las amenazas de muerte les esperaban en casa. También aguardaban desempleo y desequilibrio familiar. La prensa blanca los vilipendió, pero mucha gente de piel clara y la prensa negra los defendieron acaloradamente. Ambos continuaron brevemente, pero con gran éxito, sus carreras atléticas y después se refugiaron en la NFL. Smith jugó tres temporadas con los Bengalíes de Cincinnati, y Carlos un año con las Águilas de Filadelfia, y dos en la liga canadiense –Alouettes de Montreal y Argonautas de Toronto-. Pero su vida familiar eclipsó ante los problemas económicos. “Esos años fueron un infierno –reveló al NY Times-. Mucha gente se alejó, no porque no me amaran, sino porque tenían miedo. Vieron lo que me pasó y no querían que les sucediera a ellos. Mi matrimonio se derrumbó. Me divorcié. Aún así, no cambiaría lo que hice”. Eventualmente, su ex esposa se quitó la vida. En 2008, 40 años después de aquel grito de libertad, fueron honrados con el Arthur Ashe Award for Courage. Seis años más tarde, el presidente Barack Obama los homenajeó durante una ceremonia en la Casa Blanca.
“Su poderosa protesta silenciosa en los Juegos de 1968 fue controvertida, pero despertó a la gente y creó mayores oportunidades para los que siguieron –les dijo-. Demostrar en esos Juegos Olímpicos que había más trabajo por hacer, reconocer las injusticias que todavía ocurrían… Creo que fue un momento decisivo, un impulso general para llevar a este país hacia una sociedad más igualitaria y más justa. Lo que hicieron fue en la mejor tradición de protesta estadounidense”.
“Teníamos que ser vistos porque no podíamos ser escuchados”, dijo Smith.